viernes, 27 de abril de 2012

Estrategia informativa de la Iglesia



 Ficción y realidad no están siempre tan separadas como parece. Hace años que la Iglesia católica sufre el mal de la mala prensa y es razonable preguntarse por qué ocurre esto. Cada uno tiene sus intuiciones y sus datos, aunque casi siempre sean muy limitados; entre otras cosas porque son temas importantes que no se despachan en pocas palabras ni tienen sólo una causa.

La última revelación
Dos libros recientes parecen converger sobre este asunto. Una novela de Joseph Thornborn, titulada La última revelación”, y un libro de investigación a cargo de dos vaticanistas prestigiosos, Paolo Rodari y Andrea Tornielli, que titulan “En defensa del Papa”.

La novela es una ficción al estilo tan actual de ambientación religiosa y trama de aventuras con escenarios internacionales y asesinatos por medio. Se realiza una expedición arqueológica a Jordania que encuentra unos papiros de gran importancia para comprobar los comienzos de la Iglesia, pero que algunos desde la sombra quieren utilizar en contra de ella. Tras una serie de incidentes y de muertes misteriosas los documentos desaparecen. La papiróloga Kate Duncan consigue rescatar algún fragmento , mientras que en el otro extremo del mundo, su marido, John Costa, un periodista que colabora con el Vaticano intenta descubrir los hilos de una trama contra la Iglesia por lo casos de pederastia.

En defensa del Papa
El otro libro analiza la repercusión mediática de algunas intervenciones pontificas, como la polémica suscitada por las alusiones a Mahoma en el discurso de Ratisbona, el revuelo por las palabras informales del Papa sobre el preservativo en su primer viaje a África, o la confusión por levantar la excomunión a los obispos lefebvrianos, uno de los cuales, Williamson, ha negado el holocausto de los judíos. Los autores intentan explicar con documentos e intervenciones de los protagonistas por qué la Iglesia tiene "mala prensa". ¿Se puede afirmar que existe una estrategia orquestada detrás de los ataques, por ejemplo, a propósito de la pederastia? ¿O más bien es consecuencia de una ausencia de dirección y de estrategia comunicativa del Vaticano?

Consideran estos autores que los ataques a Benedicto XVI y la Iglesia vienen en primer lugar de fuerzas externas a ella; poderosos lobbys que quieren  minar sus cimientos, frenar su crecimiento y acallar su voz. No hace falta hablar de complot para comprobar que hay tramas en esa dirección y emplean estrategias muy pensadas para destruir a la Iglesia. Pero además los autores apuntan a diversas limitaciones de comunicación de los organismos de la Santa Sede, una maquinaria poco ágil hoy día y con escasos recursos profesionales, para asimilar y procesar las algunas noticias programadas para descolocar a la Iglesia y aumentar el número de los descreídos.

Entre unos y otros logran anestesiar los mensajes de Benedicto XVI y sus granades esfuerzos en temas capitales como la vida y la familia, indispensables para el hombre y necesarias para la sociedad; la invitación constante a la caridad y la fraternidad; la lucha positiva contra la pobreza y la defensa de los débiles frente a los intereses de los poderosos; la atención sacrificada a los enfermos de sida y la multitud de dispensarios para mejorar la salud del tercer mundo; el rechazo de las guerras y de la violencia; y el empeño por salvar la razón del relativismo desmoralizante, y a la ciencia de la autodestrucción. Y sobre todo el primer mensaje de la Buena nueva de Jesucristo como Redentor del hombre y la esperanza sólida en que el mundo ya ha sido salvado.  

Sí, desde perspectivas y niveles intelectuales distintos estos libros muestran que ficción y realidad están más cerca de lo que pensamos, y de que las cosas no ocurren por casualidad. Si es importante estar bien informados, más lo es saber las claves y estrategias de la opinión pública que resulta menos espontánea de lo que parece. Hoy día no basta con tener buenas ideas y realizar buenas obras sino que se precisa una alta cualificación profesional a favor de la comunicación institucional de la Iglesia.

Jesús Ortiz López.  Doctor en Derecho Canónico


http://www.analisisdigital.org/2011/12/15/estrategia-informativa-de-la-iglesia/

ANTROPOLOGÍA DIARIA


Presentación del Autor para este libro tan original


            Con frecuencia oímos decir que muchos problemas actuales tienen su origen en una idea extravagante del hombre. Ese hombre que la antropología estudia sistemáticamente como ser espiritual en busca de las causas últimas y principios esenciales de su actividad específica. Cada persona posee una dignidad irreductible, vale por lo que es y no por lo que tiene, y aspira libremente a trascenderse: Todos  los hombres desean saber, decía Aristóteles.

            El título Antropología diaria hace referencia al quehacer diario de cada uno con esas profundas convicciones acerca del sentido de la propia vida y de la historia. En primer lugar esta Antropología diaria quiere subrayar las ideas que cada uno sostiene a diario en el trabajo, en la familia, y en la sociedad. Y en segundo lugar, quiere destacar que la opinión pública, expresada en los diarios impresos o digitales, está llena de noticias y debates que es preciso analizar críticamente a fin de orientar las posturas personales.

            Todos queremos influir en la opinión pública y configurar un ambiente más humano. Sin embargo no siempre sabemos escribir una carta al periódico, expresar una opinión por teléfono, e incluso participar en un coloquio en la universidad. Y esto también se puede aprender, cuando  uno está convencido de que las ideas cristianas básicas enriquecen mucho la vida en sociedad. He pretendido enfocar con claridad y un lenguaje vivo -incluso coloquial  o desenfadado- acontecimientos destacados principalmente en España durante la primera década del dos mil, cuando empieza el nuevo milenio. Los títulos quieren ser expresivos de la idea que presentan ante la opinión pública.

            Se trata de una selección de algunas cartas y artículos breves publicados en la prensa escrita o digital, que traerán a la mente del lector temas y sucesos de la pequeña o no tan pequeña historia diaria, apoyados a veces en datos interesantes que no conviene olvidar, citando hechos y personas que han sido protagonistas durante estos importantes años. Con el tiempo cambian algunos personajes relevantes en la vida social y política, pero las ideas, más o menos acertadas, tienden a permanecer. Y por ello sigue abierto el diálogo entre unas posturas y otras sobre el tipo de sociedad que deseamos.    

            Consignar en estas páginas la fecha, de más reciente a más antigua, y a veces el medio de la publicación tiene su interés para captar la oportunidad de los argumentos y el tono de la exposición. Con el paso del tiempo lo accidental puede variar aunque considero que no es así en lo sustancial: esas cartas repiten ideas porque la batalla en la opinión pública implica mucha constancia aplicada a cada momento social y legislativo.

            Los lectores de esta obra podrán recordar el debate sobre la vida humana o sobre el matrimonio, sobre las libertades cívicas o hechos de la vida política, y  también noticias sobre la Iglesia y la fe que propone. Y todos ellos a partir de sucesos puntuales que no dejan de tener interés con el paso del tiempo, porque se refieren a cuestiones permanentes; de ahí que al final de cada texto figure la fecha en que ha sido publicado.

            El contexto vital de estos escritos a la opinión pública tiene en cuenta la secularización o alejamiento de Dios, y en concreto el laicismo invasor que niega a la fe su lugar en la vida social y en las instituciones. Desde esa perspectiva se puede entender mejor el contenido y el tono de las diversas intervenciones, en un intento -más o menos acertado- de aplicar los principios de la Doctrina social católica.

            El autor participa del sentido cristiano de la vida y ha expresado libremente sus propias opiniones, que no se pretenden ser compartidas ni tienen la garantía de ser plenamente acertadas. Tan sólo son un ejemplo sobre cómo participar en la opinión pública defendiendo los valores humanos y cristianos. Si algo molestara, el lector puede rechazarlo, aunque reconocerá la buena intención del autor y su deseo de defender una idea correcta del ser humano, es decir, una antropología razonable abierta a la trascendencia y a la fe cristiana.

Javier Ortigosa Lezaun




miércoles, 18 de abril de 2012

ANIVERSARIOS QUE CONMUEVEN



La niña Cristina ha escrito a Benedicto XVI : «Querido Papa, muchas felicidades por tu cumple. Rezo por ti para que nos dures muchos años, nos haces mucha falta. Cristina». No hace falta que nuestra felicitación de adultos sea muy distinta por estos 85 años de edad del Papa y los 7 de su Pontificado.


Abuelo del mundo

Estos años que va cumpliendo Benedicto XVI nos muestran que el Papa teólogo que, como los grandes maestros asistidos por Dios, es capaz de expresar grandes verdades y universales concretos con una gran sencillez, sirviéndose de imágenes que llegan a todos, como al comparar la Eucaristía con la energía desplegada en la fisión nuclear mencionada en una de las JMJ, o hablar ahora de del analfabetismo religioso que incapacita a muchos para acercarse a la verdad de Jesucristo. También cuando admitió espontáneamente en Valencia la denominación cariñosa de ser el abuelo del mundo. Y antes, desde el balcón o logia del la Basílica de San Pedro un Benedicto XVI  de estreno se ganó el corazón de creyentes y muchos no creyentes, al reconocer abrumado que «los señores Cardenales me han elegido a mí, un sencillo, humilde, trabajador en la Viña del Señor», como recuerda Mons. J.Echevarría en su reciente felicitación al Santo Padre.


Con esa misma sencillez de los grandes maestros que han llegado a la plenitud, Benedicto XVI despliega su Magisterio exponiendo verdades de la fe y cuestiones morales profundas de un modo que llega a las gentes, como se manifiesta en las Audiencias generales de los miércoles, a las que acuden millares de fieles o de curiosos quedando impactados. También los diálogos mediante preguntas espontáneas y respuestas oportunas del Papa se han sucedido con niños, jóvenes, o sacerdotes, mostrando que tiene el carisma del magisterio ordinario que ofrece luz a las grandes cuestiones de nuestro tiempo, como son la búsqueda de Dios, el relativismo religioso y antropológico, la validez de la ley natural y de los universales concretos, el impulso al ecumenismo y la relación con las diversas religiones, la profunda racionalidad de la fe, la defensa de la vida y de la dignidad de las personas, el ecologismo que respeta la naturaleza y los recursos naturales, o la inculturación de la fe.

Ofrece esperanza al mundo

La segunda encíclica del Papa, «Sobre la esperanza cristiana», en 2007,  nos presenta la Esperanza, con mayúscula, que necesita un mundo desconcertado porque las ideologías, los sistemas políticos y la ciencia no logran dar la felicidad. Basta mirar en Occidente el aumento de suicidios, la mayoría protagonizados por jóvenes que no encuentran sentido a la vida y prefieren bajarse del mundo: muchos no han levantado cabeza desde que sus padres se divorciaron iniciando así la pendiente hacia la extinción personal. Mientras tanto Europa sigue dando la espalda a sus raíces cristianas, enredando los organismos con los crucifijos, el aborto como derecho, o el miedo al lobby homosexual. España ha sido el laboratorio de estas probatinas y esperemos que vayamos superándolas.

Porque la fiesta sigue en la superficie de un mundo virtual que vive de espaldas a la realidad del amor y la esperanza. Todo eso ocurre hasta que llega el batacazo personal y familiar, reflejado pobremente en las estadísticas. Si hablamos en España de más de cien mil abortos en un año, de la masacre de estas criaturas y de miles de mujeres traumatizadas que la sociedad ignora, y la izquierda rechaza cualquier intento de reconducir las aguas a su cauce y recuperar el sentido común, como ha intentado el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, que ha cosechado muchas aversiones por ello. Contrasta toda esa triste realidad con la afirmación de Benedicto XVI cuando dice que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, está sin esperanza: «Ciertamente, no “podemos construir” el reino de Dios con nuestras fuerzas, lo que construimos es siempre el reino del hombre con todos los límites propios de la naturaleza humana. El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la esperanza» (Spe salvi, 35).


La nueva Evangelización

El Vaticano II, Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI siguen el proyecto de la nueva Evangelización, en el siglo XXI, de países y ambientes cristianos que van perdiendo el vigor de la fe vivida. Cuando Benedicto XVI dialoga con los jóvenes, con los intelectuales, con los científicos, con los artistas, señala que son los fieles laicos quienes participan de la misión profética de Jesucristo en medio del mundo, asistidos por los ministros que les confirman en la fe y les dan fuerza con los sacramentos.

Como ha señalado el profesor Juan M. Burgos, en la revista Palabra, el problema secular de las relaciones entre fe y razón encuentra salida cuando la fe se hace cultura mediante el trabajo de los fieles cristianos, codo con codo con otros ciudadanos, más o menos creyentes. Al igual que en el largo de recorrido de la historia de Occidente, también ahora el cristianismo puede crear cultura, pero para ello necesita excelencia, profundidad, y libertad, es decir, tener  nueva creatividad  sacándola de la potencia cultural del Evangelio. Otra clave está en las familias evangelizadoras hacia dentro y hacia fuera pues, en la medida que seamos capaces de ver lo invisible, seremos capaces de hacer lo imposible, que decía Ernest Kahn.

Una confidencia de Benedicto XVI

Varias veces ha hablado el Santo Padre de sus sentimientos cuando fue elegido sucesor de Pedro: «Creía que había realizado ya la obra de toda una vida y que podía esperar terminar tranquilamente mis días. Con profunda convicción dije al Señor: ¡No me hagas esto! Tienes personas más jóvenes y mejores, que pueden afrontar esta gran tarea con un entusiasmo y una fuerza totalmente diferentes. Pero me impactó mucho una breve carta que me escribió un hermano del Colegio cardenalicia. Me recordaba que durante la Misa por Juan Pablo II yo había centrado la homilía en la palabra del Evangelio que el Señor dirigió a Pedro a orillas del lago de Genezaret: ¡Sígueme! Yo había explicado cómo Karol Wojtyla había recibido siempre de nuevo esta llamada del Señor y continuamente había debido renunciar a muchas cosas, limitándose a decir: Sí te sigo, aunque me lleves a donde no quiera. Ese hermano cardenal me escribía en su carta: “Si el señor te dijera ahora 'sígueme', acuérdate de lo que predicaste. No lo rechaces. Sé obediente, como describiste al gran Papa, que ha vuelto a la casa del Padre”. Esto me llegó al corazón. Los caminos del Señor no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes, para el bien».

De este modo la alegría por estos aniversarios, la acción de gracias a Dios por el Papa, nos conmueven en sentido profundo, como expresa también el Prelado del Opus Dei: «La incansable dedicación del Santo Padre en servicio de la Iglesia nos conmueve en el sentido más literal de la palabra: mueve nuestro afecto y también nuestra voluntad para ser más fieles a Benedicto XVI. Él ha dedicado toda su vida a Dios: desde joven, cuando se sintió llamado al sacerdocio; después, con el paso de los años, contribuyendo con sus capacidades intelectuales a la profundización teológica de la doctrina y con su actividad como apóstol y pastor para despertar la fe en el corazón de los hombres. Ahora, como Pontífice, continúa con esta misión, fundando su ministerio en la celebración de la Eucaristía y en la oración, consciente de que sólo con la gracia de Cristo, la Iglesia puede llevar a cabo la tarea que el Señor le ha encomendado».

Pienso que estos aniversarios de Benedicto XVI nos invitan, con sus palabras y sobre todo con su testimonio de vida, que los caminos del Señor no son cómodos pues piden de cada uno renuncias radicales. Hoy estamos invitados a llevarlas a cabo para ser  instrumentos de la nueva Evangelización.


Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


jueves, 12 de abril de 2012

DE LA CRUZ A LA LUZ


Celebrar la Pascua significa entender el misterio de la Cruz de Jesucristo, donde  nada es lo que parece. En ella está el Nazareno ajusticiado aunque comprobamos que ha sido condenado sin asomo de justicia humana. Su vida no termia en la Cruz pues ha resucitado como había dicho. La Pascua es el paso de la Cruz a la Luz.

Paradojas de la Cruz
En la Cruz una cosa es lo que parece y otra la realidad, mucho más providencial de lo que piensan los hombres. El taimado Caifás promueve la muerte de un hombre para evitar la intervención romana y, sin saberlo, hace el papel de profeta sobre el Mesías doliente que salva: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo» (Juan 18, 14). El Crucificado clama a Dios en su angustia pero no opone resistencia porque en verdad está rezando el salmo 22 que presenta, en toda su grandeza, el sacrificio voluntario del Ungido que confía plenamente en la intervención divina para salvarle de la muerte: «Me hará vivir para él, mi descendencia lo servirá; hablarán del Señor a la generación futura, contarán con justicia al pueblo que ha de nacer: Todo lo que hizo el Señor» (Salmo 22, 30-32).

            También María, su Madre, y unas mujeres insignificantes le acompañan al pie de la Cruz, y sin embargo se cumple para siempre ese «Proclama mi alma la grandeza del Señor (…) Desde ahora me felicitarán todas las generaciones» (Lucas 1, 46-48). Además, vemos al joven Juan que no puede hacer nada por impedir esa crucifixión, pero será el notario que documentará ante la historia humana que en el Calvario muere Dios: «El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis» (Juan 19, 35). Finalmente, parece que Jesús es la víctima que cae en las redes de los judíos principales, y sin embargo entrega su vida voluntariamente: «Está cumplido. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu» Juan 19, 30).

La libertad humana ante la Cruz
En la Cruz está la clave de la historia de la humanidad, que se debate desde sus orígenes entre el bien y el mal. Cada ser humano, hombre o mujer, ha recibido una libertad auténtica con la que misteriosamente puede hacer de este mundo un jardín espléndido o un montón de escombros. Nadie nace santo o asesino pero se va forjando un modo de ser propio e intransferible, con el apoyo del amor desde la cuna y, si éste faltase, siempre contará con la ayuda de Dios: «¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré» (Isaías 49, 15).

            Sin embargo, la clave  de esa libertad del hombre reside en que es un don de lo alto, de modo que no hay razón para angustiarse ante su inmenso poder, como temía el existencialismo ateo de Sartre o la locura de Nietzsche. Porque es Dios Padre Creador quien sustenta mi libertad: precisamente porque esa liberad está anclada, sujeta por un punto, por eso mismo puede estirarse como una goma elástica y llegar muy lejos. En suma, el hombre no es creador de sí mismo, la no es sólo libertad, y cuenta con la compañía de sus semejantes para gastar bien su libertad.

Dios interviene en la historia
La Cruz indica que Dios interviene directamente y para siempre en nuestra historia, algo que nunca han podido digerir los poderes de la tierra. El ateísmo, y otras manifestaciones afines como el secularismo o el laicismo, rechazan que Dios se interese por nuestro mundo como obra suya, y con más motivo ame a todos con amor de Padre: quiere que todos sean salvos, que acepten la entrega de amor que fluye del corazón del Crucificado.

            No hay dos mundos absolutamente ajenos, el olimpo de los dioses, y nuestra tierra de pobrecitos hombres sometidos al destino. Dios es Amor, y lo demuestra con su Providencia amorosa señalando el camino de la felicidad, ofreciendo todos los medios para que la libertad se adhiera al bien, y el hombre sea salvado: el Evangelio, los sacramentos, la gracia, la luz de la revelación, la esperanza que salva, la Iglesia… En definitiva, en nuestro mundo no impera el azar ni el fatum, sino el Amor que sustenta todos nuestros amores nobles. Al final, el triunfo sobre la muerte y la felicidad.


La Cruz hoy día
La Cruz de Jesucristo sigue ahora en las víctimas traspasadas por el mal uso de la libertad humana. Entre ellas hay que contabilizar a los mártires del siglo XX y del XXI, cuando es tan fácil arrebatar la vida a unas familias arrojando bombas en el templo y ametrallando a todo lo que se mueve. Son fanáticos disfrazados con obsesiones religiosas en países como Egipto, Pakistán, India, Nigeria o Costa de Marfil. Toda esas masacres nos recuerdan que la Cruz no es un recuerdo piadoso del pasado sino una participación actual en la muerte y vida de Jesucristo.

            La memorable película titulada «La Pasión», de M.Gibson, relata las últimas doce horas del Redentor del hombre. Al morir en la Cruz y entregar finalmente su espíritu la cámara se remonta perdiéndose en el cielo plomizo hasta quedar suspendida la visión… para empezar el descenso pausado de una lágrima en la que se refleja el mundo, hasta chocar con la tierra y morir en mil gotas diminutas. Y entonces, sólo entonces, estalla la tormenta de lluvia torrencial, viento huracanado, y rayos que atraviesan el firmamento. Es la naturaleza que llora la muerte  del Dios hecho hombre. Después llega el silencio del Padre pero no su actividad amorosa pues al tercer día la luz inunda el sepulcro, y el cuerpo de Jesucristo resucita para nunca más morir. La vida ha triunfado definitivamente sobre la muerte.

Jesús Ortiz López     



http://www.analisisdigital.org/2012/04/09/de-la-cruz-a-la-luz/