martes, 10 de diciembre de 2013

Dios de vivos no de muertos


Jesús Ortiz. Doctor en Derecho Canónico.- Acabado noviembre y superada otra sesión de Halloween, nos disponemos a preparar el Nacimiento de Jesús. Con la apertura del Año litúrgico vamos a recorrer desde este Adviento sus pasos por la tierra desde su Nacimiento hasta su Ascensión al cielo, donde reina junto con el Padre.

Viviendo sin sucedáneos en noviembre la Comunión de los santos hemos celebrado la relación que pervive entre los vivos y los difuntos, entre la tierra y el Cielo, entre los hombres y Dios. Todo es más real y amable desde el Nacimiento del Salvador

Desde sus remotos orígenes los hombres creen en la pervivencia después de la muerte, sobre todo a la hora de preguntarse dónde está ese padre, esa madre o esa hija que ha muerto. ¿Realmente habrá desaparecido para siempre? Esta profunda convicción humana es anterior al judaísmo y por supuesto al cristianismo. Por ello hablar de la inmortalidad y a fortiori de la existencia de Dios es esencial en la condición humana. Por eso Jesucristo afirmará ante los saduceos tramposos que Dios no es de muertos sino de vivos.

El problema viene cuando alguno se aparta de Dios intentado ponerse en su trono para comprobar después que se ha quedado suspendido en el vacío. Con ese rechazo de Dios algunos se montan un circo en la cabeza negando la otra vida, el alma espiritual y la ley moral natural. Entonces se inventa el Halloween como imitación de la Comunión de los santos: la común participación de todos los bautizados en las cosas santas, como son los sacramentos, y la comunión entre personas unidas por la gracia a Jesucristo. Por eso el Catecismo enseña que la Iglesia es más que la cúpula de San Pedro, pues acoge a los fieles vivos en la tierra, a las almas que se purifican con esperanza cierta de llegar al Cielo, y a los bienaventurados que gozan ya de Dios.

Y del ser más vivo que jamás haya existido celebrados su nacimiento porque es el Hijo de Dios encarnado. También al comienzo los Apóstoles tropezaron con los espiritualistas que imaginaban con torpeza que Jesucristo se había revestido de carne mortal pero no era verdadero hombre. Mateo y Lucas, en primer lugar, y luego Juan lucharon contra ese gnosticismo -semejante a los actuales neopaganismos de Haloween, esoterismos, y misticismos- afirmando la verdadera encarnación del Logos y su perfecta Humanidad, semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Hacia esta gran verdad de nuestra fe nos encaminamos ahora en este Adviento.

Tiene razón la escritora italiana Susana Tamaro cuando agradece la profunda sencillez del Papa Francisco por abrir espacios de esperanza en la vida de millones, que regresan a la fe de la Iglesia, única que es «capaz de ofrecer respuestas concretas a la desesperación contemporánea». Esta Navidad será una nueva ocasión de mostrar la alegría del Evangelio que el Papa Francisco nos muestra en la reciente Exhortación Apostólica.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico


miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Papa Francisco abre puertas

Al publicar La alegría del Evangelio el Papa quiere abrir más las puertas de la Iglesia para dar esperanza al mundo actual en crisis de fe y de humanidad.

            La exhortación La alegría del Evangelio es un programa para la Iglesia al cumplirse la primera década del siglo XXI. Trabaja sobre el programa propuesto por Juan Pablo II al comienzo del nuevo milenio. Precisamente por la continuidad con Juan Pablo II y Benedicto XVI el Papa Francisco puede marcar una renovación importante en la evangelización y conversión en todos los fieles, empezando por los eclesiásticos con más responsabilidades.
            La nueva Evangelización no es una operación cosmética para ganar espacios de influencia en competencia con ideologías como el consumismo, el materialismo o el agnosticismo. No. El Papa Francisco tiende las manos para invitar a los alejados, a los agnósticos, a los descartados para que encuentren el lugar de la esperanza.
            El papa Benedicto XVI decía que la fe se encuentra en la calle de la verdad, donde hay varias viviendas más o menos confortables, más o menos habitadas. La de los escépticos se ha ido llenando con aquellos cristianos que han cruza esa calle desde el hogar de la Iglesia, aunque también de muchos hombres desengañados con el frío mundo contemporáneo, que está demostrando no tener entrañas para acoger a toda la familia humana, como sabemos al eliminar a los hijos no nacidos o al descartar a  los ancianos. En cambio, la casa de la fe tiene capacidad para muchos más hijos de Dios y por eso sus moradores abren las puertas y salen a la calle para hacer la revolución de la ternura, nos dice Francisco.
            Al terminar el Año de la fe, el Papa ha exhortado a recuperar la frescura original del Evangelio superando las tentaciones del individualismo, de las crisis de identidad, o de la desunión, para sumar juntos edificando ahora el Reino de Dios. El Papa Francisco imprime un ritmo de urgencia para que los creyentes vayamos directos a lo esencial, que resume con una palabra de sabor porteño: primerear, es decir, tomar la iniciativa o priorizar, apartando con vigor telarañas de la mente y ataduras del corazón que distancian  de los hermanos y de Dios.
            Es una propuesta exigente de volver a lo esencial del Evangelio. Por eso me parece que sobran interpretaciones parciales de sus palabras para forzar cambios notables en la recepción de los sacramentos o para contraponer la doctrina moral a la práctica pastoral. Muchas cosas decimos ahora sobre la exhortación aunque lo aconsejable es leerla con atención sin perder la visión de conjunto para no perderse las riquezas de esta fe de puertas abiertas.
            El escultor español Pablo Gargallo hizo famosa la imagen del Profeta, esa conocida escultura de recio hierro forjado, figura de un Juan Bautista austero con la mano alzada para llamar atención y con la boca bien abierta proclamando la verdad de Dios y la salvación de los hombres por Jesucristo. Así aparece hoy Papa Francisco al poner en nuestras manos la exhortación titulada La alegría del Evangelio. Así será si los creyentes nos ponemos en camino saliendo e invitando a los hombres a entrar en el hogar de la fe, la esperanza y la caridad.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Papa-Francisco-abre-puertas_0_2174782502.html

jueves, 28 de noviembre de 2013

Inmortalidad y resurrección de los muertos


El escritor Eduardo Jordá evocaba en un artículo reciente las palabras del escriba egipcio Hunefer dirigidas a la divinidad a la hora de su muerte.

            Así escribía: Señor de la Verdad, te traigo la verdad. He destruido el mal para ti. No he matado a nadie. No he hecho llorar a nadie. No he dejado que nadie pase hambre. Jamás he incitado a que un amo hiciera daño a su esclavo. Jamás he causado temor a ningún hombre.
            La muerte es la hora de la verdad cuando la práctica totalidad de los hombres recuperan la lucidez para entrar en la otra vida, concebida con más o menos dudas según cada persona y cultura. Hunefer escribía su alegato o conjuro unos mil trescientos años antes de Jesucristo. Como buen egipcio admitía otra vida más allá de la muere en la que sus poderosas divinidades calibraban el peso de las almas de los difuntos, y  tenía que procurar que la obras buenas pesaran más que las obras malas, probando con ello ser un hombre virtuoso. El cristiano sabe mucho más que aquel Hunefer seguidor de la intuición natural de Dios, de su juicio personal, y de la  vida en el más allá.
            Si bien los hombres más religiosos, los sabios, y el sentido común natural de los hombres intuyen la inmortalidad -con más o menos confusión- los cristianos creemos además en la resurrección de la carne, algo inaudito para la civilización egipcia, sumeria, griega o romana.  Se le reían a Pablo cuando exponía ante los atenienses esta realidad de fe manifestada por el mismo Jesucristo, con palabras y sobre todo con su propia resurrección: “Te escucharemos sobre eso en otra ocasión le decían. También ante la incredulidad de algunos cristianos entre los corintios Pablo argumentaba: Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de entre vosotros dicen que no hay resurrección de los muertos?”. Y apelando a su sentido común les recordaba el misterio del grano que trigo que cae en tierra y muere para producir nueva vida; si esto ocurre en el mundo según las leyes naturales ¿cómo no va poder Dios resucitar la carne para que la persona completa, cuerpo y alma, reviva después para Dios?
            De modo que una cosa es la inmortalidad y otra muy superior la resurrección de la carne, no del alma que no muere, efecto sobrenatural del poder divino de Jesucristo, que vive resucitado el mismo ayer, hoy, y siempre.
            Durante este noviembre que acaba, el culto católico no solo venera a los muertos, ni admite solamente una genérica inmortalidad, sino que celebra anticipadamente la resurrección de la carne. Esta fe se apoya, según digo, en la resurrección de Jesucristo, hecho histórico y anticipo de la resurrección de todos los hombres y mujeres, unos para bien y otros para mal, unos para gozar de Dios y otros para vivir definitivamente en  contra de Dios

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.analisisdigital.org/2013/11/25/inmortalidad-y-resurreccion-de-los-muertos/

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Momentum et memento: Libros fallidos

No tengo toda la razón pero sí buenas razones

Libros fallidos

El debate sobre si los libros electrónicos desplazarán al libro en papel casi me parece una pérdida de tiempo. La galaxia McLuhan o ahora Bill Gates convivirá con la galaxia Guttenberg para desarrollar una cultura mejor y más amplia.
            El meollo siempre reside en las personas que saben utilizar los instrumentos con sensatez y oportunidad. No está cerca pues el final de los libros publicados en papel. Tienen un atractivo insustituible para los buenos lectores siendo como un buen amigo que siempre está a disposición, ofreciendo sus historias, pensamientos, y arte para trabajar mejor y disfrutar de la vida. La velocidad del libro electrónico no supera la velocidad de la mente para volver al índice, a una página determinada, a una cita importante, o a una genealogía.     
            Sin embargo encuentro un peligro grave para el libro en papel cuando está mal publicado hasta el punto de ser un libro fallido. Por la mala encuadernación quizá para ofrecer precios baratitos; por la letra pequeña y márgenes mínimos que desaniman a los lectores; o por la tinta grisácea que maltrata la vista. El buen lector prefiere gastar un poco más para disfrutar de un libro sin tener que tirarlo hastiado y sin terminar a la papelera.
            Capítulo especial es el de aquellos libros sobre historia, grupos familiares, grandes sagas, que carecen de respeto y compasión con los lectores. Con lo fácil que es añadir tres o cuatro páginas con cuadros genealógicos, con mapas de los lugares en que transcurren las acciones, los viajes, las historias, o las batallas por tierra o por mar. Por eso detesto ediciones ramplonas de El idiota de Dostoievsky, Los Brudenbruck, de No dispares … (Julia Navarro), etc. En cambio agradezco ediciones excelentes de La historia interminable, El señor de los anillos, o libros de historia como Blanca de Castilla de Regine Pernoud, en Siruela; Cisnes Salvajes de Jung Chang en Taurus; el Velázquez de Bennassar en Cátedra, etc. Hoy día no se puede publicar sin glosario, elenco de personajes, fechas de los principales acontecimientos relacionados, y bibliografía complementaria, salvo en la literatura de estación y revistas del corazón. Tomen nota los editores de que tienen en contra a los lectores inconformistas.
            Y los autores deberían sacudirse la pereza para trabajar un poco más, sin volver locos a los lectores con sus historias enredadas de mil personajes, como la última novela de Julia Navarro, y deberían exigir que las editoriales trabajen bien para no publicar libros fallidos. Cuando se hace bien, el libro de papel supera en rapidez de consulta y disfrute al libro electrónico. Por ello ¡fuera los libros fallidos!


Jesús Ortiz López 


http://www.clubdellector.com/articulos.php?id_articulos=826

martes, 5 de noviembre de 2013

No dejarse robar la esperanza

Aquellos autobuses ostentaban un sencillo cartel Probablemente Dios no existe. La verdad es que pecaban de modestos con ese probablemente tan tímido pero a la vez tan corrosivo. Una idea inquietante que sembraba la duda y robaba la esperanza.

Descubrir la otra vida
            Noviembre es el mes de la esperanza pues volvemos la mirada a los que ya se marcharon ya que nos sentimos unidos más allá de su muerte; aunque no se marcharon sino que fueron llamados a recibir el premio de su vida en Dios, matiz de importancia para no olvidar que estamos de paso en esta tierra maravillosa.  
            Desde las cavernas los primeros humanos han respetado a sus muertos para que descansen en paz, sospechando que probablemente se volverían a encontrar al traspasar el umbral de su propia muerte. Dios y la inmortalidad son los pilares de la esperanza humana que sostiene a cada persona y a la sociedad. Vivir es esperar y morir es descubrir  la otra vida, que el cristiano tiene el privilegio de conocer con cierto detalle. Nos ha sido revelado que Dios es Padre misericordioso, que Jesucristo ha venido al mundo para salvarnos del pecado y devolvernos al Padre, y que el Espíritu Santo enciende en nosotros el fuego de su amor.
            El Cielo es nuestra meta definitiva porque Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pero cada persona puede construirse su propio infierno cuando se empeña libremente en destruir su esperanza y quizá robarla a los demás. con autobuses, con rechazo de la inmortalidad y destrucción de la moralidad. Son misterios de la verdadera libertad humana.

El ojo de Dios
            La Mesa de los pecados capitales de Jeronimus Bosch sigue atrayendo  visitantes al madrileño Museo del Prado, en la muestra titulada La belleza encerrada. La mayoría de europeos y occidentales recuerda quizá esas verdades de la fe aprendidas en la infancia, mientras que los visitantes de otras culturas del extremo oriente avivan su curiosidad sin entender probablemente el mensaje ofrecido en esta singular obra de arte.
            Como los hombres nos fijamos más en lo negativo que en lo positivo esta tabla lleva ese título aunque debería llamarse El ojo de Dios, pues representa la mirada de Jesucristo resucitado y Salvador del mundo sobre los hombres que caen conscientemente en los vicos de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, representados con ingenuidad alrededor del ojo de Jesucristo radiante de gracia. Se completa esta tabla con cuatro medallones en los extremos representando la escatología católica, muerte, juicio, infierno y cielo, como realidades ciertas y no solo probables. Por si hubiera duda el iris con Jesucristo resucitado muestra unas palabras en latín, Cave, cave, Deus vidit: ten cuidado, ten cuidado, porque Dios lo ha visto. El mensaje es pues de advertencia un tanto  amenazadora porque el Bosco no tuvo la plena fe católica que armoniza la justicia y la misericordia de Dios , su exigencia y su comprensión paternal. Jeronimus Bosch no parece haber disfrutado mucho de la lucha deportiva del cristiano por ser santo portándose como un buen hijo de Dios en Cristo, pues se quedaba más abajo en una raquítica lucha por evitar los pecados.

La esperanza que salva
            En el Año de la fe, Papa Francisco ha exhortado en le encíclica Lumen  Fidei a que los creyentes no nos dejemos robar la esperanza en el contexto de la llamada universal a la santidad, clave del Concilio Vaticano II y tarea capital en la nueva evangelización; y antes Benedicto XVI en otra encíclica, Spe salvi, sobre la esperanza cristiana invitaba en su a luchar con esperanza cierta por llegar a la meta del Cielo o felicidad eterna gozando de la intimidad de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en compañía de la Virgen Madre, de los ángeles y de los santos, unos pocos ya canonizados por la Iglesia ente aquella multitud de creyentes que han vivido con fidelidad su fe, descrita por el Apocalipsis, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Ambos Pontífices coinciden en es preciso cultivar la gran esperanza en Dios, sin dejarse robar la esperanza por nadie y menos por unos autobuses ateos.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.analisisdigital.org/2013/11/04/no-dejarse-robar-la-esperanza/

lunes, 21 de octubre de 2013

Un Papa feminista

Al Papa Francisco le duele que no se valore suficientemente a la mujer: “Yo sufro –lo digo de verdad- cuando veo en la Iglesia, o en algunas organizaciones eclesiales, que el papel de servicio –que todos nosotros tenemos y debemos tener- de la mujer se desliza en un papel de servidumbre”.

Pensar con el Papa
            Mostraba esa solicitud pastoral a favor de las mujeres en el Congreso celebrado en Roma este octubre sobre el tema “Dios confía el ser humano a la mujer”. No hablaba pues al aire ni dirigiéndose a toda la Iglesia. Mostraba además que todos –varones y mujeres- debemos servir en la Iglesia, servir en la sociedad principalmente desde el trabajo honrado bien hecho, y servir en definitiva al prójimo, otro Cristo. Añadía además que el servicio genuino no debe ser servidumbre, en el sentido negativo que suele darse: ni en las mujeres a quienes Dios les ha confiado la vida, ni tampoco en los hombres.
            Porque si no se reflexiona desde el texto y el contexto las feministas exaltadas acaban por retorcer las palabras del Papa, o antes las de Benedicto XVI y de Juan Pablo II. El Papa Francisco no es un feminista de ese tipo porque cree en las mujeres y las respeta, pidiendo como buen pastor que las instituciones católicas actúen de acuerdo con el Evangelio. Un modo de hacerlo será no hablar tanto de “la mujer” en abstracto sino de las mujeres concretas que sirven con gozo a la familia, sirven eficazmente a la vida, y sirven en los trabajos derrochando cariño, sensibilidad y fe.

Mujeres aliadas de Dios
            El Papa Francisco sabe bien que la fe ha entrado en Europa en la persona concreta de Lidia, aquella mujer que escuchó con un corazón abierto a Pablo en la ciudad macedonia de Filipos, recibiendo el bautismo junto con su marido, sus hijos y sus servidores, poniendo a disposición del apóstol su casa para celebrar la fe y evangelizar.
            También Febe colaboró  con Pablo y sirvió a la evangelización llevando nada menos que la Carta a los romanos, un monumento de fe, de proselitismo –puesto que atraían con la verdad y el amor a los paganos y prosélitos del judaísmo- y aun de teología natural mostrando la verdad a los que buscaban a tientas a Dios. Y Junco con Febe, Pablo agradece y recomienda a otras mujeres como Prisca, Junia, Trifena y Trifosa, Julia, y un largo etcétera; personajes todas ellas que muestran el papel de servicio de las primeras mujeres cristianas, por no hablar de María de Cleofás, Magdalena y singularmente de la Virgen María.
            Desde entonces la historia del cristianismo y el progreso de la Iglesia y sus instituciones han recibido el impulso, la iniciativa y el amor de mujeres como Escolástica, Clara, Hildegarda, Teresa de Jesús, Teresa Benedicta, o Teresa de Calcuta. “E cosí vía” que dicen los italianos. Estemos pues tranquilos con el Papa Francisco y descansen en paz las feministas exaltadas.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.analisisdigital.org/2013/10/21/un-papa-feminista/

martes, 15 de octubre de 2013

LA NECESARIA INMORTALIDAD

El pensador Javier Gomá ha publicado “Necesario pero imposible”, título no evidente que se explica en el texto y contexto. El hombre histórico necesita la inmortalidad, la supervivencia más allá de la muerte. Sin embargo es imposible realizarla en este mundo porque no nadie puede garantizarse a sí mismo la vida eterna. Aquí tenemos resumido el drama capital del ser humano.
Encerrados en la experiencia
            Una salida humana es la ejemplaridad, es decir, la vida personal realizada  con honradez de modo coherente con la condición humana y abierta a los demás, a la trascendencia, al absoluto. Por eso la ejemplaridad tendría un valor extensible o universal. Pero resulta que los hombres se han metido en el estrecho mundo de la “experiencia” tomada aquí como oposición a la ejemplaridad del hombre que encarna un ideal con significado universal digno de ser imitado y vivido.
            La experiencia de la modernidad, encerrada en lo empírico y efímero sin apertura, hace inútil la pregunta esencial sobre el absoluto. De este modo el hombre moderno no quiere arrodillarse ante Dios creyendo que perdería su dignidad. Más aún cuando tiene “experiencia” de sus silencios ante el mal que padecemos los hombres de mil modos; por eso reacciona con su silencio humano, que se ha llamado también la “muerte de Dios”. Ahora bien, entonces el problema de la inmortalidad o de la nostalgia de lo absoluto cae en el vacío tan proclive a la desesperación.
            Gomá ha trabajado a fondo este libro en unidad con otros anteriores para sugerir una esperanza basada en la super-ejemplaridad del galileo, como llama pudorosamente a Jesucristo, quizá para acentuar su humanidad modélica asequible a cualquier mentalidad, incluso no cristiana. Paradójicamente esa ejemplaridad suprema irradia desde la cruz mostrando el dolor de Jesucristo, su perdón y su amor, y también que Dios es coherente con la libertad humana pues ni siquiera entonces interviene para impedir el supremo mal. Así los hombres pueden conocer al Dios de la esperanza más allá de sus limitadas experiencias. Entonces la conciencia receptiva puede sobrellevar el enigma del dolor y vencer al mal con el bien. Por tanto, ese Jesucristo real mostrado en el Evangelio llega a ser el super-modelo, el super-ejemplo, porque es esencialmente Dios, como reconocen sus discípulos y sus mismos enemigos, y no hay razones verdaderas para probar lo contario.
Regenerar la sociedad
            Este pensador no escribe precisamente para creyentes convencidos sino para intelectuales modernos proponiéndoles la necesidad de una ejemplaridad pública bien fundada en la condición humana que pueda regenerar la vida política, la democracia y la sociedad. No es un idealista sin fuste sino un pensador empapado  de la cultura clásica con mentalidad cristiana, seriamente preocupado por la cultura actual.  Se trata de la ejemplaridad pública sustentada en las virtudes reales, no en la propaganda ni en la cosmética políticamente correcta; un  camino  lento pero seguro para vivir en sociedad.
            No extrañe que acuda a la ética de Aristóteles sobre la amistad como ligadura voluntaria de los hombres que saben atar su libertad con el compromiso de la amistad, que culmina la ética y la política. En términos más sencillos o más cristianos podríamos decir que la honradez personal unida a las convicciones firmes sobre la realidad del mundo y sobre la dignidad de la persona humana, la fe cristiana vivida, es el camino necesario pero no imposible para levantar una sociedad en la que se extienda la concordia, aproximándose al ideal de una “república de la amistad”, en sentido aristotélico. Es lo contrario de lo que estamos viviendo, como crisis económica, política y social, que tiene raíces morales.
            Javier Gomá no resulta fácil de leer pero tampoco tan difícil. Por ello vale la pena leer este ensayo y pensar después si estamos entre los que saben arrodillarse ante Dios y plantear la vida como servicio basada en la amistad y en la ejemplaridad. No lo dice tan claro el autor, quizá para no asustar a los liberales asépticos. Sin embargo, abre la puerta a la esperanza cristiana cuando está arropada por la caridad, esa virtud que vitaliza la justicia personal y social, y familiariza con Dios. Porque este mundo es transitorio pero completamente necesario para llegar a la inmortalidad contando con el juicio del Dios misericordioso que abre la puerta de la vida eterna. 

Jesús Ortiz López
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jueves, 3 de octubre de 2013

Anna no quiere abortar

Quedan pocas semanas para que se tramite la reforma de la ley del aborto que se ha llevado por delante la vida de 120 mil criaturas en el último año, y ha dejado un sufrimiento permanente en las mujeres que cayeron en la tentación de abortar  quedándose solas con su pesar. El Ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, lo sabe y quiere remediarlo porque defiende la vida. Que así sea.

Mucho se habla del derecho de la mujer a decidir su embarazo y mucho se ignora la realidad, más humana y matizada de esas madres que luchan contra su tentación de abortar. Muchos utilizarían el drama humano de una mujer de treinta y cinco años, embaraza de un hijo no previsto, y abandonada ahora por su amigo actual que la impulsa a abortar dejándola sola para no complicar más el matrimonio con su verdadera mujer.

La realidad, no la manipulación ideológica abortista, es que esa mujer no quiere abortar, se arrepiente de haberlo intentado y decide escribir al el Papa Francisco, contando su caso a pesar de llevar años sin practicar. En realidad porque la fe recibida de pequeños nunca se abandona del todo y aflora en los peores momentos de la vida alejada de la Iglesia.

Anna espera ingenuamente que algún funcionario de la Curia Romana escuche su llamada de socorro y al menos rece por ella, aunque el abismo de la cultura de la muerte. Y resulta que el funcionario, nada anónimo, hace llegar la carta al Papa y éste toma cartas en el asunto llamando a la mujer. Al principio ella cree que es una broma pero, por los datos que le da sólo conocidos por ella y su familia, y la voz argentina de Francisco aunque sea en italiano, le confirma que está hablando con el Papa; le dice que no ocurrirá que el niño quede sin bautizar porque él mismo se presta a hacerlo con ella y la familia, además de que cualquier sacerdote también lo bautizaría, puesto que los hombres de clergyman, sotana o hábito no son como los presentan las películas y las novelas maliciosas. El Cielo está abierto para Anna porque su hijo será bautizado cuando nazca en primavera, nada menos que por el Papa Francisco, y por decisión de ella se llamará Francisco si es niño. Estos meses  Anna recuerda muy bien que el Papa le dijo que “los cristianos no nos debemos dejar robar la esperanza”. Esto pasa en el Año de la fe.

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico



http://www.analisisdigital.org/2013/10/03/anna-no-quiere-abortar/

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Un héroe de la libertad


Antonio Fontán es un personaje contemporáneo conocido aunque no “bien conocido”, especialmente por los más jóvenes, sobre todo en las profundas motivaciones de sus empresas periodísticas y políticas. Los profesionales de la prensa le han designado como “Héroe de la libertad”, junto a otros grandes periodistas que han sufrido por defender la prensa libre. Su periódico, el diario “Madrid”, fue cerrado por el ministro Fraga Iribarne y dinamitado después; todo un símbolo de la falta de libertad durante el franquismo, que dio la vuelta al mundo.

            Antonio Fontán ha sido protagonista de la Transición democrática, contribuyendo decisivamente a la sucesión del Rey, y a la configuración de ls instituciones del Estado. Ha sido Presidente del Senado y Ministro, además de fundador del Partido Liberal, en el que se han formado personajes cualificados durante estos años de la actual democracia. Más que un político, Fontán ha sido un humanista y maestro de humanistas.

            El autor de esta breve biografía es discípulo muy unido a su maestro y presenta la esa vida tan intensa siguiendo un sencillo esquema arbóreo, pues trata de las raíces (la familia y los estudios, la guerra civil); el tallo o tronco (llegada a Madrid, monarquismo, catedrático), las ramas (su tarea científica en Granada y la dedicación inicial al periodismo); las hojas (traslado a Pamplona para comenzar el primer Instituto de Periodismo en España a instancia del Fundador del Opus Dei); los frutos (actividad periodística y política) buscando con su buen hacer la conciliación nacional y la integración en Europa.

            Los frutos de la ingente labor de Fontán tienen su explicación primera en los talentos naturales bien cultivados (no sólo intelectuales sino su gran categoría humana, y su corazón para querer y servir, sin ambiciones personales, y siempre su buen humor sevillano).  Pero la explicación definitiva de su vida ha sido la savia de su fe y su vocación al Opus Dei, desde comienzo de los años cuarenta. Su fidelidad a San Josemaría Escrivá se expresa en tantas cartas, algunas reproducidas aquí, que le escribe contando la marcha de los encargos de responsabilidad asumidos, sus iniciativas personales y su apostolado, con la sencillez de un hombre que lo tenía todo puesto al servicio de Dios, y de su vocación en servicio de la Iglesia como aprendió desde el principio. La multitud de sus amigos y discípulos ha encontrado en este “Héroe de la libertad” un ejemplo de cómo se santifica el trabajo y se sirve a la entera sociedad.

            El autor de esta biografía histórica comienza citando a Séneca: “Non potest gratis constare libertas”, es decir, es imposible que la libertad se mantenga gratis. Porque hay que sufrir para defenderla y acrecentarla para todos, sin utopías inhumanas, con la  hombría de bien y la verdad de la fe.

            Una obra que recomiendo a quienes hemos vivido el período de Transición para construir un Estado democrático, gracias al empeño de personajes como Fontán, y recomendable aún más a los jóvenes universitarios que no se conforman con poco, y quieren conocer el difícil camino de la democracia en la reciente historia de España.


Jesús Ortiz López  

jueves, 12 de septiembre de 2013

Un paso positivo por la vida


El Ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, anuncia que la reforma legal se hará en octubre evitando así el creciente número de abortos en España, pues se practican 120 mil cada año que es el doble de la media europea. 

            Es un triste récord que se explica por la injusta ley de plazos de Zapatero impuesta en 2010. Ya era hora de que el gobierno de Rajoy superara las dificultades y cumpla por fin su palabra  en un asunto capital hoy para la nuestra sociedad.

Ley de supuestos y no de plazos
            Con los avances de la medicina, sobre todo de la embriología, se reconoce hoy que el embrión es un ser humano, el nasciturus que debe ser protegido por las leyes, por la sociedad y naturalmente por las madres. No olvidemos que la mayoría de los países tipifican el aborto como el delito que es, dado que se trata de la eliminación voluntaria de un ser humano indefenso, aunque aquella ministra de infausta memoria dijera lo contrario. No era ignorancia sino ideología.
            La vuelta a la anterior ley de 1985 que penalizaba el aborto como un delito salvo en tres supuestos –violación, peligro para la salud de la madre, y graves anomalías del feto- no supone hoy un paso atrás sino una paso adelante sobre todo si el legislador afina para no sean  coladeros que todos conocemos. Como bien dice el Foro de la Familia, a una mujer violada no se le puede añadir el trauma del aborto, y de deberían agilizar las adopciones; el peligro para la vida la madre es casi inexistente con la medicina actual y ha sido el gran coladero para enriquecimiento de las clínicas abortistas; y lo mismo ocurre hasta ahora respecto a las malformaciones del feto incompatible con la vida, que constituye todo un proyecto eugenésico, ya practicado por el nazismo y el comunismo.

La vida de Manuel
            En cambio, recuerdo al bueno de Manuel que tenía malformaciones graves en el cerebro y en el corazón, con síndrome de Down. Los padres le querían desde el primer momento y naturalmente decidieron completar el embarazo. Nació con esas patologías pero ha sido un bebé amable y sonriente; y ha recibido los tratamientos necesarios, ha superado dos operaciones tempranas en varios meses. Manuel ha sido bautizado al nacer y ha sido la alegría de su amplia familia, de los amigos y de los médicos. Ha muerto con año y medio de vida en la tierra y goza de Dios por toda la eternidad. ¿Alguien se atreverá a decir que abría sido mejor abortar a Manuel?

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico



http://www.analisisdigital.org/2013/09/11/un-paso-positivo-por-la-vida/


viernes, 6 de septiembre de 2013

Schuman y la Política


Hace cuarenta años que falleció Robert Schumann, desconocido para muchos, dada la ignorancia culpable o no culpable, de las raíces cristianas de Europa. Ha sido un hombre de fe y del derecho metido a político para servir a la paz y al diálogo entre las naciones europeas, concretamente entre Francia y Alemania. No estaba solo porque “Dios los cría y ellos se juntan”, y mantuvo profundas relaciones con el italiano De Gasperi, y el alemán Adenauer, considerados todos como los padres de la Europa actual, en lo que tiene de sano y no en lo que soporta de podrido en la Comunidad Europea.
            Estos políticos cristianos gastaron su vida a favor del diálogo y del perdón entre los pueblos, estableciendo estructuras verdaderamente humanas para la prosperidad europea después de dos guerras terribles, buscando el bien común de todos, aunque parezca una redundancia. Lo hicieron en el respeto de las personas de cualquier raza, defendiendo a los judíos, y naturalmente en el respeto de las normas morales necesarias para el progreso de los pueblos.
            Al igual que De Gasperi y de Adenauer, Schumann pensaba que “Europa es la puesta en práctica de una democracia en el sentido cristiano de la palabra”. Porque ya tenemos sobrada experiencia de que tantas veces la palabra “democracia” es tan violentada que hasta China se presenta como un "Estado democrático”.

Políticos poco escrupulosos
            Sin ir tan lejos uno piensa en el caso Bárcenas y las finanzas dudosas del partido gobernante; en el caso Griñán y sus finanzas ciertamente corruptas, con esos ERE falsos y corrupción generalizada hasta el punto de sentar en el banquillo como acusados de delito a 116 cargos en los sucesivos gobiernos socialistas en Andalucía. Uno piensa también en el caso Berlusconi, un anciano lascivo estirado y conservado en formol, o en el francés Hollande con varios retazos de familia desperdigados y un proyecto más laicista para el país galo laico; parece un discípulo del irredento Zapatero que ha destruido la familia y el tejido social, por no hablar de la economía. Dan ganas de llorar o de ponerse la careta de “Anonimus”, si esa protesta no fuera una aviesa manipulación de ingenuos ciudadanos en busca de honradez.

Política con mayúscula
            Sin embargo la corrupción inoculada en las instituciones europeas por personajillos activos con poca sustancia no debe llevar al desánimo ni a juicios negativos sobre todos los políticos y la Política, con mayúscula. Hoy también hay muchos hombres y mujeres empeñados en hacer esa Política de servicio y no de corrupción. Son aquellos que tienen principios morales y procuran ser consecuentes con ellos, incluso a la hora de participar con su voto en el Congreso para enderezar la funesta ley del aborto según plazos del año 2010. Muchos de esos hombres y mujeres tienen fe y se esfuerzan por ser coherentes con ella, pues saben que aquellos bonitos ideales de la Revolución francesa, “libertad, igualdad, y fraternidad”, se alimentaban del cristianismo injustamente manipulado en provecho de los agitadores y burgueses. Estos políticos honrados saben que la fe es savia que da vida a las instituciones y a la sociedad, compuesta en definitiva por personas que caminan esta vida hacia la eternidad en Dios. Y que cada palo aguante su vela. Por cierto, Schumann está en proceso de beatificación, como para recordar que la Política puede ser camino de santidad, y que los políticos también están llamados a la santidad.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico


http://www.religionconfidencial.com/tribunas/086784/una-politica-con-mayusculas

viernes, 26 de julio de 2013

El sentido de la fe en doce puntos



1.      Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol cuyos rayos dan la vida” (…) Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues, cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo (nn. 1.4).
2.      La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. Creer es confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona (13).
3.      La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia (…). La confesión cristiana de Jesús como único salvador sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su vida “luminosa”, en la que se desvela el origen y la consumación de la historia (18.35).
4.      Desde una concepción individualista y limitada del conocimiento, no se puede entender el sentido de la mediación, esa capacidad de participar en la visión del otro, ese saber compartido, que es el saber propio del amor (14. 22. 39).
5.      La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, (…) o bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios de nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos, e incapaz de dar continuidad al camino de la vida (24).
6.      La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos (26).
7.      Para transmitir esta riqueza hay un medio particular, que pone en juego a toda la persona, cuerpo, espíritu, interioridad y relaciones. Este medio son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia (…). Mediante el bautismo nos convertimos en criaturas nuevas y en hijos adoptivos de Dios (40).
8.      He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de la fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia católica. (46).
9.      El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer (…). En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres (52.53).
10.  La fe afirma también la posibilidad del perdón, que muchas veces necesita tiempo, esfuerzo, paciencia y compromiso; perdón posible cuando se descubre que el bien es siempre más originario y más fuerte que el mal (55).
11.  Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz (…). No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino (57).

12.  En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y, cuando nuestra vida espiritual da fruto nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe (58).


http://www.analisisdigital.org/2013/07/26/pilares-de-la-lumen-fidei/

Doce pilares de la Lumen fidei

Con el Papa Francisco en Brasil viviendo intensamente las celebraciones y encuentros con los jóvenes llegados de todo el mundo, cercano a los necesitados, reclusos, autoridades civiles y eclesiásticas, podemos enmarcar sus gestos y mensajes en el sentido de la fe católica mostrada en su reciente encíclica Lumen fidei. Recordaremos aquí algunos puntos o pilares.  

Por qué “Luz de la fe”
El título, la luz de la fe, dice de entrada que la fe es luz para guiar nuestros pasos, para saber el sentido de nuestra vida, y para conocer la verdad sobre Dios con certeza aunque sin poder abarcarla.
Muchas veces se destaca la oscuridad de la fe, o al menos su penumbra, aunque ese claroscuro de la fe católica es sobre todo claridad y luz. Quien tiene fe no se cierra a la realidad sino que la abarca con visión de conjunto cercana a la providencia de Dios; el creyente no ve menos que los demás –los filósofos, los científicos, los artistas- sino que ve más allá y con más amplitud.

A pleno sol
Tres primeros pilares explican por qué la fe es luminosa, pues se refiere a la verdad de Dios, empezando por conocer a Jesucristo como Dios y hombre verdadero que revela la intimidad del Dios Trino. No extraña que los primeros cristianos se sirvieran del sol para representar a Cristo, estableciendo que el Domingo es el dies Dominici, cuando el Señor Jesús resucitó inundando de luz el sepulcro y después el cenáculo. Y también la Navidad en el solsticio de invierno cuando comienzan a aumentan las horas del día ha trasformado el culto del sol naciente en la adoración agradecida a Dios que nace en Belén.
En consecuencia los cristianos ya no adoran al sol, la luna, o las estrellas, pues se trata solo de criaturas de Dios que, eso sí, reflejan algo de su magnificencia, de su providencia y de su bondad. Viendo las obras de Dios los hombres pueden remontarse por analogía al Creador.

* La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. Creer es confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona (13).

* La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia (18).

* La confesión cristiana de Jesús como único salvador sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su vida “luminosa”, en la que se desvela el origen y la consumación de la historia (35).

Fe sin individualismos
La fe se caracteriza por su naturaleza verdadera y universal o católica como muestran otros tres pilares. La fe nace en la comunidad eclesial mediante el Bautismo, crece con naturalidad en la vida de las familias cristianas, y se desarrolla en la catequesis de iniciación cristiana, para fortalecerse después con los restantes sacramentos recibidos en cada época de la vida. Las palabras y obras unidas en la fe son objetivas y comunitarias –creo, creemos- evitando la tentación del subjetivismo –el “para mi”, Jesucristo es.., la Iglesia debería…, etc-, tan propio de nuestro tiempo. Representa la tentación más fácil, más frecuente, y más superficial. En cambio, nadie es tan subjetivo con el dinero, con sus derechos, o con la salud pues acude a los expertos fiándose de su profesionalidad.

* Desde una concepción individualista y limitada del conocimiento, no se puede entender el sentido de la mediación, esa capacidad de participar en la visión del otro, ese saber compartido, que es el saber propio del amor (14).

La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, (…) o bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios de nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos, e incapaz de dar continuidad al camino de la vida (24).

* Mediante el bautismo nos convertimos en criaturas nuevas y en hijos adoptivos de Dios (40).

La fe compromete totalmente a la persona
Explica Lumen fidei que la fe compromete y perfecciona a la persona en cuanto tal, aunque reside formalmente en la inteligencia que asiente al conjunto de las verdades reveladas y ofrece la voluntad razones suficientes para confiar en Dios y en sus mediaciones, como la Iglesia; no son pantalla sino espejo de Dios.

La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos (26).

* Para transmitir esta riqueza hay un medio particular, que pone en juego a toda la persona, cuerpo, espíritu, interioridad y relaciones. Este medio son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia (40).

* He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de la fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia católica. (46).

La fe ilumina la convivencia
La fe cristiana ilumina la convivencia de los hombres haciéndola más humana: la caridad que es cariño intenso especialmente en las familias; la exhortación al perdón siempre difícil para los hombres; y el consuelo ante el sufrimiento. Por todo ello escribe el Papa y repite de palabra que no nos dejemos arrebatar la esperanza pues la fe en Dios encuentra siempre grandes soluciones a grandes males. Desde hace dos mil años, la fe de María sigue llenando de esperanza al mundo y es causa de nuestra alegría.

El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer (…). En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres (52.53).

La fe afirma también la posibilidad del perdón, que muchas veces necesita tiempo, esfuerzo, paciencia y compromiso; perdón posible cuando se descubre que el bien es siempre más originario y más fuerte que el mal (55).

Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz (…). No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino (57).


jueves, 11 de julio de 2013

Lumen fidei para ver y oír


Aparece la encíclica Lumen fidei de Papa Francisco continuando el trabajo realizado por Benedicto XVI, cuya mano e ideas se advierten con facilidad en el documento. Sin embargo es magisterio del Papa Francisco al estar firmada por él. Tiempo habrá para la asimilación y análisis de sus enseñanzas. De entrada es una llamada a conjugar la fe con el amor y con la inteligencia que busca la verdad, como dice en los dos primeros capítulos; mediante el concepto de transmisión subraya el tercero la unidad e integridad de la fe; y el cuarto capítulo señala la luz de la fe para la sociedad humana.  

Creo, creemos
            A propósito de la fe en el Catecismo el Cardenal Schönborn ha escrito: «Cada uno habla por sí mismo, pues la fe es un acto totalmente personal. Y, sin embargo, en el Credo, no expresamos nuestras ideas “privadas”, sino lo que a todos nos es común en la fe. Podríamos decir también: “Creemos...”, como lo hace la versión griega de la “gran” profesión de fe. Pero este “nosotros” creemos, en plural, tampoco es simplemente la suma de todas las ideas personales de la fe, como cuando, por ejemplo, un partido político se pone de acuerdo en un programa y después lo llama “nuestro” programa. “Creemos” lo que la Iglesia cree, lo que ella ha recibido de su Señor y Maestro, de Jesucristo, y en lo que persevera en la fe y el amor» (Fundamentos de nuestra fe, p. 22).

            La fe es una virtud sobrenatural que orienta a la inteligencia de los creyentes, su voluntad y su corazón, para actuar con soltura en este mundo cara a la eternidad; es una luz para ver siempre a Dios a través de todos los acontecimientos de nuestra vida. Pero esa fe personal es una participación en el patrimonio común de la Fe de la Iglesia, que por la Revelación conoce y vive en Dios: mi fe es la Fe de la Iglesia, personal y comunitaria, siempre es “creo-creemos”. Como una madre que enseña a hablar a sus hijos así la Iglesia nos enseña  el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia de la Fe en Dios de Jesucristo.

            Le Encíclica subraya esta naturaleza indisociable de la fe cuando afirma que la fe tiene una configuración necesariamente eclesial; no es privada, individualista, ni una simple opinión subjetiva (Lumen fidei, n. 22).

Creer para sobrevivir
            El psiquiatra judío Victor Frankl escribía a propósito de su padecimiento en el campo de concentración la comprobación experimental de que el hombre está hecho para creer: «Cuando los prisioneros sentían inquietudes religiosas, éstas eran las más sinceras que cabe imaginar y, muy a menudo, el recién llegado quedaba sorprendido y admirado por la profundidad y la fuerza de las creencias religiosas» (El hombre en busca de sentido, p.59). Las dramáticas experiencias de la maldad humana en un campo de concentración no le alejaron de Dios, sino que le permitieron observar que tener fe y un sentido de la vida era la fuerza para sobrevivir en condiciones infrahumanas; porque sólo el hombre es capaz de inventar las cámaras de gas, pero también de entrar en ellas perdonando a sus verdugos.

            Si esto ocurría en situaciones límite no es tan distinto la necesidad que todos los hombres tenemos de creer en algo más real que una idea abstracta de un ser superior, tentación permanente que puede obnubilar la mente de algunos inteligentes desviando la querencia natural de la inteligencia en la búsqueda de la verdad. En efecto, creer es necesario para sobrevivir en un campo de concentración, intuyendo que la vida tiene un sentido aun en esas condiciones extremas, y creer también es necesario en situaciones ordinarias cuando nos preguntamos por el sentido de acontecimientos felices o desgraciados, balances personales de una vida o de una época, cambios de estado, o pérdida de seres queridos.

  
La fe viva de Agustín
             Ciertamente hay una proporción entre Dios que se manifiesta y el hombre que responde con fe, y sin ella no entendería lo que Dios ha dicho; pero la proporción no la ha conseguido el hombre por sus fuerzas naturales sino que ha sido capacitado por Dios: le ha concedido gratuitamente la virtud de la fe y la filiación divina adoptiva por la gracia.

            Con una fe viva, San Agustín invoca a Dios como fuente de verdad, de fe, y de unidad al exclamar: «Te invoco, Dios Verdad, principio, origen y fuente de la verdad de todas las cosas verdaderas. Dios Sabiduría, autor y fuente de la sabiduría de todos los que saben. Dios verdadero y suma Vida, en quien, de quien y por quien viven todas las cosas que suma y verdaderamente viven. Dios Bienaventuranza, en quién y por quien son bienaventurados todos los que son bienaventurados. Dios Bondad y Hermosura, principio, causa y fuente de todas las cosas buenas y hermosas. Dios Luz espiritual, que bañas de claridad todo lo que brilla a la inteligencia. Dios, cuyo reino es todo el mundo inaccesible a los sentidos. Dios, que gobiernas los imperios con leyes que se derivan a los reinos de la tierra» (Soliloquios, L.1, c.1).

            En estas y otras confesiones del santo de Hipona aflora la realidad de la fe como acto de la persona con todo su corazón. Por eso la Encíclica insiste en la circularidad entre la verdad que nace del amor, y el amor que descubre la verdad; una relación personal con Dios personal que une luz y palabra, visión y escucha, obediencia y libertad. (Lumen fidei, n. 32).Si no entendemos estos, los hombres vagaríamos inseguros por la vida y la angustia nos invadiría al suponernos colgados en el vacío.

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


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martes, 11 de junio de 2013

EL INFIERNO REAL

La literatura de consumo ofrece novedades sobre el misterio del más allá, unas veces sobre los paraísos futuros en mundos intergalácticos, otras sobre vivencias después de la muerte física, y tantas sobre el infierno con la presencia ominosa del demonio en el mundo invocado con rituales para iniciados. Es el infierno de papel muy distinto del Infierno real.

Cómo se cocina hoy el Infierno
Con frecuencia los escritores construyen una trama que incluye seres misteriosos, hombres malos capaces de cualquier crimen para alcanzar el poder, religiosos mundanizados que se sirven de la Iglesia para cultivar sus pasiones; todo esto con un argumento vertiginoso, varios escenarios en ciudades famosas; cierta erudición sobre arqueología, arte, historia, o teología; y naturalmente amores y amoríos con más o menos dosis de sexo. Lo importante es aparecer en la primera plana de los semanarios, contratar entrevistas en televisión, mucho movimiento en internet, con el objetivo comercial de vender en poco tiempo millones de ejemplares. Bueno, pero en concreto ¿qué es el infierno? 

La verdad del infierno
La antropología cristiana ha destacado siempre el carácter personal del hombre y su condición de interlocutor libre de Dios, sin trivializar nuestra libertad ni la triste realidad del mal, que está presente en el mundo y se opone a los planes de Dios y a la dignidad del ser humano. En este contexto se entiende la existencia del Infierno creado para el demonio y sus ángeles rebeldes, pero también como posibilidad real para el hombre que abusa de su libertad para rechazar a Dios. En cambio, escandalizarse del Infierno o negar su eternidad equivale a no creer en la libertad humana ni en la consistencia de la historia como misteriosa articulación de gracia y libertad.

Las exhortaciones de Jesucristo y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del Infierno son una llamada a la responsabilidad y a la conversión: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran» (Mateo 7,13-14).

Observamos entonces que la fe católica no es nada determinista puesto que: «Dios no destina a nadie a ir al infierno ; para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que “quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión”» (Catecismo, n.1037).

El alejamiento total del Amor de Dios es la peor desgracia que puede sobrevenir a una criatura destinada a participar en la gozosa intimidad de la vida divina. En el Infierno, primero los demonios y después los condenados, comprenden perfectamente que Dios es su verdadero Bien, conocen entonces el fracaso absoluto de su vida, después de haber recibido infinidad de gracias y de oportunidades para rectificar y amar, pero ya no hay remedio: han “cristalizado” para siempre en su voluntario apartamiento de Dios.

Papeletas para el infierno
¿Quiénes se condenarán al infierno? Son candidatos quienes se burlan de Dios y pisotean bárbaramente la vida de los demás: los asesinos de los cárteles; los terroristas de todo pelaje, nacionales e internacionales; los que promueven guerras y genocidios; los corruptos que sumen en la pobreza a naciones enteras; los inventores de redes de prostitución; los que infectan el mundo con la pornografía y pervierten poco a poco a los jóvenes; los enriquecidos con el negocio de los abortos, etc[1]. Los crímenes de semejante calaña son un mazazo para la humanidad: son una puerta al infierno.

El pensador J.P. Sartre escribió que el infierno son los otros y no le faltaba razón, pues cuando los hombres se empeñan consiguen hacer en la tierra una réplica eficaz del infierno. Sin embargo se equivocaba el existencialista ateo ignorando que el verdadero infierno eterno es ganado a pulso por algunos hombres, es un decir, fabricando el imperio del odio.
En resumidas cuentas uno pasa de esa literatura de estación ferroviaria porque al tratar con tanta frivolidad la vida eterna, el Juicio de Dios, el Cielo o el Infierno, los ángeles o los demonios, ofende a la inteligencia, maltrata la fe, y corrompe la sed de eternidad que todos los hombres llevamos dentro del alma.

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


[1] Ver J.Ortiz, Mapa de la Vida Eterna, Eunsa, 2012.

http://www.analisisdigital.org/2013/06/10/el-infierno-real/