El Gobierno ha
aprobado el anteproyecto de la nueva ley de educación. Los expertos consideran
que la futura ley orgánica (Lomce) impulsa la calidad en la enseñanza secundaria,
clave del acceso a la universidad para saber y no sólo para conseguir un
título.
Sectores que rechazan
el proyecto
El proyecto de ley diseñada por el Ministerio de Educación,
liderado por el ministro Wert, ha sido trabajado a fondo, preparado por
expertos, consultado con los agentes educativos, y con el preceptivo Consejo de
Estado. Los que ahora auguran mal futuro han sido convocados en su momento a
dialogar en la mesa de trabajo y con datos, en lugar de gritar en la calle. La
sociedad española, los profesores, y especialmente los padres de familia saben
que esta futura ley tiene en contra a toda la izquierda, al socialismo, al
comunismo residual, y también a los nacionalistas. Se consideran profetas de una
igualdad a la que someten todos los demás principios y hasta los derechos. Esa igualdad
por encima de todo es una bandera populista de seguro éxito callejero, y más
entre adolescentes inquietos, pero asegura el fracaso como demuestran los
sucesivos informes internacionales desde hace treinta años.
Libertad e igualdad
Ese igualitarismo choca con el esfuerzo personal, familiar y
social, que no todos están dispuestos a realizar. Partiendo de la igualdad de
derechos una ley de educación debe estar abierta a diversas fórmulas de ejercicio
de la libertad y de la gestión educativas, a la educación mixta o diferenciada,
a los conciertos o a la autofinanciación, y también a la promoción de la
excelencia y de los valores más altos. Recordemos que el mundo está lleno de
escuelas, institutos y universidades famosas precisamente por apuntar a lo más
alto. Ofrecen un palmarés de ex alumnos orgullosos del trabajo que realizan por
estar preparados para las tareas más comprometidas respecto al bien común.
Esto ha ocurrido donde prima el reconocimiento de los
derechos de todos y la libertad educativa. En cambio donde se introduce ese
igualitarismo de izquierdas se agosta la libertad, se vende una igualdad
populista, y la calidad brilla por su ausencia. Viene a la mente aquella
ocurrencia del Zapatero de repartir ordenadores por las aulas, como si fuera
clave para mejorar el saber y la calidad. El fracaso de estos años puede ser
maquillado con la propaganda pero los datos son tozudos.
Rectificar para
avanzar
Desde 1985 España ha sufrido varias leyes educativas
implantadas por los gobiernos socialistas siendo jalones importantes la Lode,
la Logse, y la Loe. Después de treinta años un fracaso escolar del 25 por
ciento y un paro juvenil del 57 , sin contar el amplio anecdotario de errores
en exámenes de lengua, matemáticas o historia, todo indica que es necesaria una
nuevo ley orgánica de calidad de la educación, y no sólo poner unos parches a
las sufridas hasta ahora.
Los enemigos de la futura ley repiten a coro que no se ha
dialogado, cuando en realidad el Ministerio, y un ministro Wert vapuleado, no
han cedido a la imposición de los mismos postulados que han llevado al fracaso
escolar. Incluso ahora ofrece diálogo y apertura, y rechaza el lenguaje bélico
que utilizan los enemigos del cambio. Dicen que la futura ley Lomce saldrá en
el Congreso sólo con los votos populares, como si no supieran que la Loe
socialista salió con los 181 votos propios, mientras que ahora el Partido
Popular tiene mayoría absoluta con 186, dada por el pueblo español en las últimas
elecciones. Si fuera por escaños la nueva ley será más democrática.
Mirar al futuro
La ideología socialista quiere controlar la educación de los
jóvenes con sus postulados igualitarios y laicistas, y amenaza con cambiar la
ley si llega al Gobierno. Desde luego Zapatero, elevado por aquel sorprendente
y agitado cambio de Gobierno, demostró ser capaz de ello al suprimir la Loe recién
aprobada aunque sin entrar en vigor. Poco les importaron las mejoras que
introducía, ni el esfuerzo parlamentario, ni el gasto económico.
A la vista de esto el Gobierno de Rajoy, los agentes
educativos responsables, y la sociedad española
harían muy bien en tomarse en serio el propósito socialista y
nacionalista de derogar la Lomce si llegan al Gobierno. Habrá que tomar medidas
para que el esfuerzo puesto para mejorar la calidad y evitar el abandono
temprano; para impulsar una formación profesional básica abierta al mercado
laboral o a la universidad; o para premiar el esfuerzo; para que todo esto no
acabe en la papelera de un hipotético presidente de Gobierno socialista. La
sociedad española no puede permitirse más cambios en las leyes de educación, y ésta
es la más ambiciosa y preparada desde hace treinta años de una educación
diseñada por la ideología socialista. Ya va siendo hora de cambiar.
Jesús Ortiz López