jueves, 28 de noviembre de 2013

Inmortalidad y resurrección de los muertos


El escritor Eduardo Jordá evocaba en un artículo reciente las palabras del escriba egipcio Hunefer dirigidas a la divinidad a la hora de su muerte.

            Así escribía: Señor de la Verdad, te traigo la verdad. He destruido el mal para ti. No he matado a nadie. No he hecho llorar a nadie. No he dejado que nadie pase hambre. Jamás he incitado a que un amo hiciera daño a su esclavo. Jamás he causado temor a ningún hombre.
            La muerte es la hora de la verdad cuando la práctica totalidad de los hombres recuperan la lucidez para entrar en la otra vida, concebida con más o menos dudas según cada persona y cultura. Hunefer escribía su alegato o conjuro unos mil trescientos años antes de Jesucristo. Como buen egipcio admitía otra vida más allá de la muere en la que sus poderosas divinidades calibraban el peso de las almas de los difuntos, y  tenía que procurar que la obras buenas pesaran más que las obras malas, probando con ello ser un hombre virtuoso. El cristiano sabe mucho más que aquel Hunefer seguidor de la intuición natural de Dios, de su juicio personal, y de la  vida en el más allá.
            Si bien los hombres más religiosos, los sabios, y el sentido común natural de los hombres intuyen la inmortalidad -con más o menos confusión- los cristianos creemos además en la resurrección de la carne, algo inaudito para la civilización egipcia, sumeria, griega o romana.  Se le reían a Pablo cuando exponía ante los atenienses esta realidad de fe manifestada por el mismo Jesucristo, con palabras y sobre todo con su propia resurrección: “Te escucharemos sobre eso en otra ocasión le decían. También ante la incredulidad de algunos cristianos entre los corintios Pablo argumentaba: Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de entre vosotros dicen que no hay resurrección de los muertos?”. Y apelando a su sentido común les recordaba el misterio del grano que trigo que cae en tierra y muere para producir nueva vida; si esto ocurre en el mundo según las leyes naturales ¿cómo no va poder Dios resucitar la carne para que la persona completa, cuerpo y alma, reviva después para Dios?
            De modo que una cosa es la inmortalidad y otra muy superior la resurrección de la carne, no del alma que no muere, efecto sobrenatural del poder divino de Jesucristo, que vive resucitado el mismo ayer, hoy, y siempre.
            Durante este noviembre que acaba, el culto católico no solo venera a los muertos, ni admite solamente una genérica inmortalidad, sino que celebra anticipadamente la resurrección de la carne. Esta fe se apoya, según digo, en la resurrección de Jesucristo, hecho histórico y anticipo de la resurrección de todos los hombres y mujeres, unos para bien y otros para mal, unos para gozar de Dios y otros para vivir definitivamente en  contra de Dios

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.analisisdigital.org/2013/11/25/inmortalidad-y-resurreccion-de-los-muertos/

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Momentum et memento: Libros fallidos

No tengo toda la razón pero sí buenas razones

Libros fallidos

El debate sobre si los libros electrónicos desplazarán al libro en papel casi me parece una pérdida de tiempo. La galaxia McLuhan o ahora Bill Gates convivirá con la galaxia Guttenberg para desarrollar una cultura mejor y más amplia.
            El meollo siempre reside en las personas que saben utilizar los instrumentos con sensatez y oportunidad. No está cerca pues el final de los libros publicados en papel. Tienen un atractivo insustituible para los buenos lectores siendo como un buen amigo que siempre está a disposición, ofreciendo sus historias, pensamientos, y arte para trabajar mejor y disfrutar de la vida. La velocidad del libro electrónico no supera la velocidad de la mente para volver al índice, a una página determinada, a una cita importante, o a una genealogía.     
            Sin embargo encuentro un peligro grave para el libro en papel cuando está mal publicado hasta el punto de ser un libro fallido. Por la mala encuadernación quizá para ofrecer precios baratitos; por la letra pequeña y márgenes mínimos que desaniman a los lectores; o por la tinta grisácea que maltrata la vista. El buen lector prefiere gastar un poco más para disfrutar de un libro sin tener que tirarlo hastiado y sin terminar a la papelera.
            Capítulo especial es el de aquellos libros sobre historia, grupos familiares, grandes sagas, que carecen de respeto y compasión con los lectores. Con lo fácil que es añadir tres o cuatro páginas con cuadros genealógicos, con mapas de los lugares en que transcurren las acciones, los viajes, las historias, o las batallas por tierra o por mar. Por eso detesto ediciones ramplonas de El idiota de Dostoievsky, Los Brudenbruck, de No dispares … (Julia Navarro), etc. En cambio agradezco ediciones excelentes de La historia interminable, El señor de los anillos, o libros de historia como Blanca de Castilla de Regine Pernoud, en Siruela; Cisnes Salvajes de Jung Chang en Taurus; el Velázquez de Bennassar en Cátedra, etc. Hoy día no se puede publicar sin glosario, elenco de personajes, fechas de los principales acontecimientos relacionados, y bibliografía complementaria, salvo en la literatura de estación y revistas del corazón. Tomen nota los editores de que tienen en contra a los lectores inconformistas.
            Y los autores deberían sacudirse la pereza para trabajar un poco más, sin volver locos a los lectores con sus historias enredadas de mil personajes, como la última novela de Julia Navarro, y deberían exigir que las editoriales trabajen bien para no publicar libros fallidos. Cuando se hace bien, el libro de papel supera en rapidez de consulta y disfrute al libro electrónico. Por ello ¡fuera los libros fallidos!


Jesús Ortiz López 


http://www.clubdellector.com/articulos.php?id_articulos=826

martes, 5 de noviembre de 2013

No dejarse robar la esperanza

Aquellos autobuses ostentaban un sencillo cartel Probablemente Dios no existe. La verdad es que pecaban de modestos con ese probablemente tan tímido pero a la vez tan corrosivo. Una idea inquietante que sembraba la duda y robaba la esperanza.

Descubrir la otra vida
            Noviembre es el mes de la esperanza pues volvemos la mirada a los que ya se marcharon ya que nos sentimos unidos más allá de su muerte; aunque no se marcharon sino que fueron llamados a recibir el premio de su vida en Dios, matiz de importancia para no olvidar que estamos de paso en esta tierra maravillosa.  
            Desde las cavernas los primeros humanos han respetado a sus muertos para que descansen en paz, sospechando que probablemente se volverían a encontrar al traspasar el umbral de su propia muerte. Dios y la inmortalidad son los pilares de la esperanza humana que sostiene a cada persona y a la sociedad. Vivir es esperar y morir es descubrir  la otra vida, que el cristiano tiene el privilegio de conocer con cierto detalle. Nos ha sido revelado que Dios es Padre misericordioso, que Jesucristo ha venido al mundo para salvarnos del pecado y devolvernos al Padre, y que el Espíritu Santo enciende en nosotros el fuego de su amor.
            El Cielo es nuestra meta definitiva porque Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pero cada persona puede construirse su propio infierno cuando se empeña libremente en destruir su esperanza y quizá robarla a los demás. con autobuses, con rechazo de la inmortalidad y destrucción de la moralidad. Son misterios de la verdadera libertad humana.

El ojo de Dios
            La Mesa de los pecados capitales de Jeronimus Bosch sigue atrayendo  visitantes al madrileño Museo del Prado, en la muestra titulada La belleza encerrada. La mayoría de europeos y occidentales recuerda quizá esas verdades de la fe aprendidas en la infancia, mientras que los visitantes de otras culturas del extremo oriente avivan su curiosidad sin entender probablemente el mensaje ofrecido en esta singular obra de arte.
            Como los hombres nos fijamos más en lo negativo que en lo positivo esta tabla lleva ese título aunque debería llamarse El ojo de Dios, pues representa la mirada de Jesucristo resucitado y Salvador del mundo sobre los hombres que caen conscientemente en los vicos de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, representados con ingenuidad alrededor del ojo de Jesucristo radiante de gracia. Se completa esta tabla con cuatro medallones en los extremos representando la escatología católica, muerte, juicio, infierno y cielo, como realidades ciertas y no solo probables. Por si hubiera duda el iris con Jesucristo resucitado muestra unas palabras en latín, Cave, cave, Deus vidit: ten cuidado, ten cuidado, porque Dios lo ha visto. El mensaje es pues de advertencia un tanto  amenazadora porque el Bosco no tuvo la plena fe católica que armoniza la justicia y la misericordia de Dios , su exigencia y su comprensión paternal. Jeronimus Bosch no parece haber disfrutado mucho de la lucha deportiva del cristiano por ser santo portándose como un buen hijo de Dios en Cristo, pues se quedaba más abajo en una raquítica lucha por evitar los pecados.

La esperanza que salva
            En el Año de la fe, Papa Francisco ha exhortado en le encíclica Lumen  Fidei a que los creyentes no nos dejemos robar la esperanza en el contexto de la llamada universal a la santidad, clave del Concilio Vaticano II y tarea capital en la nueva evangelización; y antes Benedicto XVI en otra encíclica, Spe salvi, sobre la esperanza cristiana invitaba en su a luchar con esperanza cierta por llegar a la meta del Cielo o felicidad eterna gozando de la intimidad de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en compañía de la Virgen Madre, de los ángeles y de los santos, unos pocos ya canonizados por la Iglesia ente aquella multitud de creyentes que han vivido con fidelidad su fe, descrita por el Apocalipsis, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Ambos Pontífices coinciden en es preciso cultivar la gran esperanza en Dios, sin dejarse robar la esperanza por nadie y menos por unos autobuses ateos.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.analisisdigital.org/2013/11/04/no-dejarse-robar-la-esperanza/