martes, 10 de diciembre de 2013

Dios de vivos no de muertos


Jesús Ortiz. Doctor en Derecho Canónico.- Acabado noviembre y superada otra sesión de Halloween, nos disponemos a preparar el Nacimiento de Jesús. Con la apertura del Año litúrgico vamos a recorrer desde este Adviento sus pasos por la tierra desde su Nacimiento hasta su Ascensión al cielo, donde reina junto con el Padre.

Viviendo sin sucedáneos en noviembre la Comunión de los santos hemos celebrado la relación que pervive entre los vivos y los difuntos, entre la tierra y el Cielo, entre los hombres y Dios. Todo es más real y amable desde el Nacimiento del Salvador

Desde sus remotos orígenes los hombres creen en la pervivencia después de la muerte, sobre todo a la hora de preguntarse dónde está ese padre, esa madre o esa hija que ha muerto. ¿Realmente habrá desaparecido para siempre? Esta profunda convicción humana es anterior al judaísmo y por supuesto al cristianismo. Por ello hablar de la inmortalidad y a fortiori de la existencia de Dios es esencial en la condición humana. Por eso Jesucristo afirmará ante los saduceos tramposos que Dios no es de muertos sino de vivos.

El problema viene cuando alguno se aparta de Dios intentado ponerse en su trono para comprobar después que se ha quedado suspendido en el vacío. Con ese rechazo de Dios algunos se montan un circo en la cabeza negando la otra vida, el alma espiritual y la ley moral natural. Entonces se inventa el Halloween como imitación de la Comunión de los santos: la común participación de todos los bautizados en las cosas santas, como son los sacramentos, y la comunión entre personas unidas por la gracia a Jesucristo. Por eso el Catecismo enseña que la Iglesia es más que la cúpula de San Pedro, pues acoge a los fieles vivos en la tierra, a las almas que se purifican con esperanza cierta de llegar al Cielo, y a los bienaventurados que gozan ya de Dios.

Y del ser más vivo que jamás haya existido celebrados su nacimiento porque es el Hijo de Dios encarnado. También al comienzo los Apóstoles tropezaron con los espiritualistas que imaginaban con torpeza que Jesucristo se había revestido de carne mortal pero no era verdadero hombre. Mateo y Lucas, en primer lugar, y luego Juan lucharon contra ese gnosticismo -semejante a los actuales neopaganismos de Haloween, esoterismos, y misticismos- afirmando la verdadera encarnación del Logos y su perfecta Humanidad, semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Hacia esta gran verdad de nuestra fe nos encaminamos ahora en este Adviento.

Tiene razón la escritora italiana Susana Tamaro cuando agradece la profunda sencillez del Papa Francisco por abrir espacios de esperanza en la vida de millones, que regresan a la fe de la Iglesia, única que es «capaz de ofrecer respuestas concretas a la desesperación contemporánea». Esta Navidad será una nueva ocasión de mostrar la alegría del Evangelio que el Papa Francisco nos muestra en la reciente Exhortación Apostólica.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico


miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Papa Francisco abre puertas

Al publicar La alegría del Evangelio el Papa quiere abrir más las puertas de la Iglesia para dar esperanza al mundo actual en crisis de fe y de humanidad.

            La exhortación La alegría del Evangelio es un programa para la Iglesia al cumplirse la primera década del siglo XXI. Trabaja sobre el programa propuesto por Juan Pablo II al comienzo del nuevo milenio. Precisamente por la continuidad con Juan Pablo II y Benedicto XVI el Papa Francisco puede marcar una renovación importante en la evangelización y conversión en todos los fieles, empezando por los eclesiásticos con más responsabilidades.
            La nueva Evangelización no es una operación cosmética para ganar espacios de influencia en competencia con ideologías como el consumismo, el materialismo o el agnosticismo. No. El Papa Francisco tiende las manos para invitar a los alejados, a los agnósticos, a los descartados para que encuentren el lugar de la esperanza.
            El papa Benedicto XVI decía que la fe se encuentra en la calle de la verdad, donde hay varias viviendas más o menos confortables, más o menos habitadas. La de los escépticos se ha ido llenando con aquellos cristianos que han cruza esa calle desde el hogar de la Iglesia, aunque también de muchos hombres desengañados con el frío mundo contemporáneo, que está demostrando no tener entrañas para acoger a toda la familia humana, como sabemos al eliminar a los hijos no nacidos o al descartar a  los ancianos. En cambio, la casa de la fe tiene capacidad para muchos más hijos de Dios y por eso sus moradores abren las puertas y salen a la calle para hacer la revolución de la ternura, nos dice Francisco.
            Al terminar el Año de la fe, el Papa ha exhortado a recuperar la frescura original del Evangelio superando las tentaciones del individualismo, de las crisis de identidad, o de la desunión, para sumar juntos edificando ahora el Reino de Dios. El Papa Francisco imprime un ritmo de urgencia para que los creyentes vayamos directos a lo esencial, que resume con una palabra de sabor porteño: primerear, es decir, tomar la iniciativa o priorizar, apartando con vigor telarañas de la mente y ataduras del corazón que distancian  de los hermanos y de Dios.
            Es una propuesta exigente de volver a lo esencial del Evangelio. Por eso me parece que sobran interpretaciones parciales de sus palabras para forzar cambios notables en la recepción de los sacramentos o para contraponer la doctrina moral a la práctica pastoral. Muchas cosas decimos ahora sobre la exhortación aunque lo aconsejable es leerla con atención sin perder la visión de conjunto para no perderse las riquezas de esta fe de puertas abiertas.
            El escultor español Pablo Gargallo hizo famosa la imagen del Profeta, esa conocida escultura de recio hierro forjado, figura de un Juan Bautista austero con la mano alzada para llamar atención y con la boca bien abierta proclamando la verdad de Dios y la salvación de los hombres por Jesucristo. Así aparece hoy Papa Francisco al poner en nuestras manos la exhortación titulada La alegría del Evangelio. Así será si los creyentes nos ponemos en camino saliendo e invitando a los hombres a entrar en el hogar de la fe, la esperanza y la caridad.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Papa-Francisco-abre-puertas_0_2174782502.html