En la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, el Papa
Francisco señaló a este último santo como «el Papa de la familia». Se unía así a
la convicción popular que reconoce la continua atención de Juan Pablo II a la
familia durante toda su vida. Primero como sacerdote cuando fue preparando a
muchos jóvenes hablándoles del amor humano limpio que desemboca en una familia
cristiana.
Después en sus numerosos escritos enraizados en una
concepción personalista y principalmente sobrenatural empapados en el Evangelio
de Jesucristo, tratando con profundidad y extensión del amor humano en la
unidad de la persona que valora al otro por «quien es» -es bueno que tú existas
y qué angustia si no fuese así- más que por «lo que tiene». Luego lo repetirá
tantas veces en su magisterio episcopal y después con su magisterio pontificio.
Será suficiente recordar la Exhortación Familiaris Consortio, la Carta a las
familias, Mulieris dignitatem, etc. Singular trascendencias tienen además sus
enseñanzas sobre el amor humano en sus audiencias semanales para desarrollar la
teología del cuerpo.
La entrega de san Juan Pablo II a las familias constituye un
freno a las corrientes hedonistas y a las ideologías de género que descomponen
a las personas y amenazan la integridad de la sociedad. Sin embargo, las
enseñanzas del «pontífice de la familia» no tienen carácter reactivo frente a esas
tendencias de una época, porque son la aplicación del Evangelio al matrimonio y
a la familia en el nuevo milenio. El camino de la Iglesia pasa por el hombre
tal como Jesucristo se lo ha confiado siendo instrumento de salvación para
todos en cualquier época de la historia.
Mientras la Iglesia prepara el Sínodo sobre la familia para
octubre afloran pareceres y opiniones acerca de la acción pastoral acerca del amor
humano: desde la preparación de los jóvenes al matrimonio hasta el trato con cuantos sufren las consecuencias
de un matrimonio roto, pasando por la asistencia habitual a los matrimonio en
su camino de santidad. Muchas ideas y propuestas afloran ahora como la espuma
pero tiempo habrá de reposarlas dejando que el Sínodo, con Romano Pontífice a
la cabeza, aplique la alegría del Evangelio al matrimonio y la
familia.
De momento bastará recodar aquéllas palabras proféticas de
Juan Pablo II en la Eucaristía de Canonización en la madrileña plaza de Colón
durante su último viaje a España: «Surgirán muchos frutos de santidad si la
familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la
vida».
Jesús Ortiz
http://www.analisisdigital.org/2014/05/26/juan-pablo-ii-papa-de-la-familia/