Juan Pablo II no ha perdido actualidad durante estos años desde su muerte, que conmovió al mundo entero, a su beatificación y ahora por su canonización, junto con Juan XXIII.
Juan Pablo II
se despidió de España en mayo del 2003 un año antes de morir y nos dejó un
legado de fe y de humanidad imborrable. Casi dos millones de personas
acudieron a los dos actos centrales del
quinto viaje apostólico de Juan Pablo II a España, desarrollados en Madrid. El Papa
mantuvo un encuentro con los jóvenes el sábado en el aeródromo de Cuatro
Vientos y celebró el domingo la Eucaristía de Canonización de cinco nuevos
santos españoles en la madrileña plaza de Colón. Eran las doce de la mañana del
sábado 3 de mayo y Juan Pablo II, entre aplausos y lágrimas, canciones de
tunos, niños vestidos de guardias suizos y banderas de España y del Vaticano, volvía
a España.
«La paz esté
contigo, España», dijo el Santo Padre al iniciar su quinta visita pastoral a
nuestro país. Aquel sábado el Papa estaba feliz y cariñoso pero, al despedirse
a media tarde del domingo, estaba aún más conmovido: «Os llevo a todos en el
corazón». Cerca de treinta horas muy intensas separaban esos momentos. Juan
Pablo II renovó el llamamiento a Europa para vivir de acuerdo con sus raíces
cristianas: «Estoy seguro de que España aportará el rico legado cultural e
histórico de sus raíces católicas y los propios valores para la integración de
una Europa que, desde la pluralidad de sus culturas y respetando la identidad
de sus Estados miembros, busca una unidad basada en unos criterios y principios
en los que prevalezca el bien integral de sus ciudadanos».
Por la tarde el
Papa llegaba al aeródromo de Cuatro Vientos, donde un millón de jóvenes le
recibió con cantos y guitarras, con entusiasmo y gritos de: «Esta es la
juventud del Papa» o «Juan Pablo II te quiere todo el mundo». El mensaje del
Papa a los jóvenes fue una invitación a seguir a Cristo, a responder a la
vocación y a convivir en paz con todos, alejándose de toda forma de
nacionalismo exasperado y de violencia ciega, mostrándoles el poder del amor y
la fuerza del perdón. ¿Nos suena esto hoy?, porque parece que algunos no se han
enterado todavía.
En este
encuentro había jóvenes muy distintos por sus ideas, cultura y procedencia
pues, entre otras, se veían banderas de México, Argentina o Polonia. Se hacía
patente que su común denominador era la fe en Jesucristo, el amor a la Virgen
María y la esperanza de un mundo mejor. En particular tenían la profunda
convicción de que Juan Pablo II era un líder espiritual auténtico, un ejemplo
de fidelidad de Jesucristo y de coherencia para hacer un mundo más humano.
El domingo
siguiente un millón de fieles siguió con solemnidad la ceremonia de
Canonización de los cinco nuevos santos españoles. Desde el amanecer las cuatro
arterias que confluyen en la plaza de Colón estaban abarrotadas de personas
formando como una gran Cruz humana cuyo centro es Cristo en el altar de la
Eucaristía celebrada por el Santo Padre, el centenar largo de los obispos, y cerca de tres mil sacerdotes. Juan Pablo II
propuso seguir el ejemplo de los santos canonizados y aseguró a los españoles
que: «Surgirán nuevos frutos de santidad si la familia sabe permanecer unida,
como auténtico santuario del amor y de la vida», y recordó a todos, en
particular a los más jóvenes que: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a
Jesucristo». Al final de la Misa Juan Pablo II se despidió con emotivas palabas
y exhortó a ser testigos fieles de Jesucristo: «Con mis brazos abiertos os
llevo a todos en mis corazón (...) ¡Hasta siempre, España! ¡Hasta siempre,
tierra de María!», mientras quedaban en el aire las notas de una Salve rociera.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico
http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Ultimo-Juan-Pablo-II-Espana_0_2258774101.html
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