sábado, 19 de diciembre de 2015

¿Qué hago con mi voto?



Votar es algo serio y por eso cada uno sopesa a quién votar. Dentro del abanico de partidos e ideologías el voto no es resolver un crucigrama o un sudoko pues no hay una solución exacta, y por eso no encuentro un partido que me convenza y ellos lo saben: por eso apelan al voto útil o simplemente a impedir que gobierne el contrario. Con más razón ningún partido político puede encarnar la doctrina católica sobre las cuestiones sociales. Sin embargo, me parece que hay grados  de acercamiento o al menos de no rechazo expreso a esos valores en el respeto de la persona humana.

Ahora los obispos españoles no se pronuncian pues consideran que lo documentos publicados en los últimos años son suficientes para orientar la decisión de los católicos. Quizá esto implica un frío distanciamiento de partidos que decían inspirarse en ideas cristianas y que han demostrado lo contrario, como el Partido Popular, el PNV vasco o la CiU catalana.

Necesariamente hay que aterrizar a la hora de votar conociendo las propuestas de los partidos sobre la vida, la educación y la familia como temas capitales. Y tendré que informarme de su programa no en los platós de televisión sino leyéndolos con espíritu crítico mientras recuerdo las experiencias recientes. Aquí un católico responsable se encuentra con serias dificultades y la tentación de no votar a ninguno que también es un modo de participar en estas elecciones. Además, una cosa es el incumplimiento de los compromisos, otra la ambigüedad y otra las propuestas contrarias a la ley natural, de la que todos se olvidan pues su ideología no parece admitir la existencia de supuestos prejurídicos, es decir, morales o de naturaleza y condición humana. Añadamos a esto que el laicismo agresivo o el de guante blanco ignora la ley natural y lucha frontalmente contra todo lo católico.

A la vista están los embates a las creencias jibarizando los Belenes, como la alcaldesa Carmena de Ahora Madrid; la supresión de imágenes en los tanatorios como en la Valencia de Ribó; la eliminación de los conciertos con escuelas de inspiración cristiana como la Junta de Andalucía de Susana, o el acoso a la clase de religión libremente elegida en la escuela. No digamos el mantra de acabar con los Acuerdos con la Santa Sede y modificar el artículo 16 de la Constitución, o la demagógica propuesta de suprimir el IBI para las instituciones eclesiásticas, ocultando que no es un favor sino la legislación vigente aplicada también a las fundaciones de los partidos políticos y los sindicatos.

Todo el populismo participa de esa asechanza a lo católico intentando construir una sociedad postcristiana en la que Dios sea irrelevante en la vida pública y en la educación, confiando en que eso ayudará a eliminar a Dios de las conciencias. Parece que no han cambiado desde la aquella propuesta marxista de eliminar la “alienación religiosa” como condición para acabar con las demás alienaciones a fin de instaurar el paraíso comunista, ya experimentado por cierto en la URSS durante setenta años, en la China de Mao o en el Vietnam de Pol Pot. De todo ello dan testimonio silencioso las calaveras apiladas en interminables galerías. Porque cuando los hombres quieren establecer el paraíso en la tierra suelen traer el infierno que, al decir de Sartre, “son los otros”. Y ahora la versión podémica actual quiere tomar el cielo al asalto, corrigiéndose después diciendo que llamarán al timbre, para no asustar al votante ingenuo. Un esperpento.


A la vista de todo esto un católico coherente no buscará una perla política sino aplicará los principios para votar, hoy y ahora, aquella opción que más se acerque al bien común integral de la persona humana y tenga menos rechazo de la ley natural expresada en la defensa de la vida, la libertad de educación y el fortalecimiento de la familia. Desde luego no conviene votar mirando la televisión y menos con las tripas, sino con la cabeza despejada y con mucho corazón.

Jesús Ortiz

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/hago-voto_0_2620537941.html

domingo, 22 de noviembre de 2015

¿Estamos en guerra con el yihadismo?

¿Estamos en un escenario de guerra frente al yihadismo de Estado Islámico? Después de los atentados en París voces autorizadas hablan de guerra, y no faltan razones, mientras otros se resisten a ello para no dignificar a los terroristas fanáticos ni a su entorno islámico

Me parece que no debemos concederles el regalo de afirmar que estamos en guerra. Eso es lo que creen los yihadistas que se suicidan después de llevarse por delante a docenas de jóvenes en Bataclan con sus fusiles de asalto. Pero no son soldados sino asesinos que imponen su fanatismo a tiros.

Rebobinar
Quizá empezaron en las casas de un barrio periférico viendo películas y videojuegos violentos y aumentando después las dosis de sangre para estimular sus escuálidos cerebros. Después y desde esas viviendas con poca vida familiar conectaron con algunos fanáticos retorcidos en las redes que les inocularon su odio hacia Occidente envuelto en la religión islámica. Esos fanáticos manipuladores de jovencitos les narraron cuentos preciosos sobre un paraíso lleno de placeres sensuales, y a ellas las atrajeron con la ilusión de servir a una religión pura y llena de certezas. Detrás de ellos se podría encontrar a jerarcas árabes que nadan en una opulencia obscena en sus mansiones en países del Golfo Pérsico. 

Desde hace décadas han extendido el fanatismo islámico hacia el norte como Siria e Irak y hacia el oeste como el norte de África.
Gracias a sus petrodólares quieren extender el islamismo y destruir la cultura occidental pero sin mancharse directamente las manos mientras disfrutan de las ventajas de Occidente libre en sus escandalosas mansiones situadas en urbanizaciones exclusivas del sur de España. Hay pues un hilo conductor desde la Meca a París, Madrid o Nueva York tendido por algunos jeques árabes.

Esos fanáticos son simples terroristas inmersos en unas redes tejidas a la sombra de la negra bandera de Estado Islámico. No tienen la nobleza de los combatientes en una guerra en la que unos ejércitos miden sus fuerzas dando la cara con valentía e ingenio para superar el miedo y vencer. Por eso pienso que no estamos en guerra con Estado Islámico, o como quieran llamarse, ni con la religión mahometana: somos víctimas del terror irracional que va tocando a cada familia. Y no nos vamos a estar quietos pues hay que repelar las agresiones y atacar las raíces en los guetos, fuentes de financiación y guaridas de las alimañas.

Luchar con más autoestima
Esta nueva situación en el Occidente democrático no debería llevar a la pasividad sino a poner más medios para aniquilar a las alimañas yihadistas en sus guaridas. Tenemos unos Cuerpos de Seguridad cualificados y unos ejércitos preparados aunque se eche en falta la valentía de ir a por ellos calculando el costo de impopularidad que inevitablemente traerá, azuzado además por los populismos que buscan las causas del terrorismo dentro de nuestra civilización. Un país agredido por lobos organizados o solitarios –hoy es Francia, ayer España, y mañana cualquier país civilizado- tiene derecho a la represalia y a la defensa preventiva. Pero tiene que tener convicción  y autoestima, algo que falta en la España actual enferma de rencores, y en una Europa que no reconoce sus raíces cristianas.

Ya se están atacando las bases del pomposo Estado Islámico, con una incipiente coalición de ejércitos para derrotar a los terroristas en sus guaridas. Y habrá que acabar con el comercio de su petróleo, con el tráfico internacional de armas aun renunciando a sucios beneficios para unos Estados poderosos y otros mediocres. Además Europa tendrá que desarrollar nuevas políticas de integración para acabar con los guettos musulmanes en nuestras ciudades: tendrán que optar por integrarse de verdad o marcharse de unos países que odian. Y una prueba de ello debe ser la denuncia por parte de los islamistas verdaderamente religiosos de todos los fanáticos extremistas en sus comunidades, porque una vez más se cumplirá aquello de “cría cuervos y te sacarán los ojos”.

En fin, no deberíamos conceder a los terroristas la satisfacción de considerarlos soldados sino asesinos que deben ser descubiertos y destruidos. Aunque algunos gobernantes a nivel medio y bajo se resistan a ello no cabe más solución que buscarlos pisando sus tierras pagando el tributo con algunas vidas de soldados que habrán muerto defendiendo la civilización occidental, es decir, el futuro de la humanidad.


Jesús Ortiz López 

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/guerra-yihadismo_0_2604939482.html

martes, 3 de noviembre de 2015

Sínodo y Sacramentos

Al terminar el Sínodo el Papa Francisco indica que no se debe juzgar con superficialidad los casos difíciles ni las familias heridas por desarreglo matrimonial. Una llamada de atención para vivir la caridad con las personas que han fracasado en su matrimonio. 


Sabemos que disminuye el número de matrimonios canónicos y civiles mientras aumentan las parejas de hecho y los divorcios, todo ello por falta de capacidad para el compromiso, condicionado por las circunstancias laborales y sociales. Además algunos divorciados se vuelven a casar civilmente entrando en una situación irregular que les aleja de los sacramentos, mientras que un número todavía más reducido desea recuperar su participación en la vida eclesial. 

El Sínodo agradece la fidelidad matrimonial
Sin embargo el problema número uno del matrimonio en la Iglesia es que Dios no ha entrado en muchas familias y tampoco ha calado la doctrina conciliar que lo define como un verdadero camino de santidad para la mayoría de los fieles. En comparación con esto los demás problemas tan conmovedores resultan pequeños y pueden llegar a enmascarar la realidad. De ahí que el titular del Sínodo podría ser que agradece a tantas familias que son fieles a su vocación matrimonial pese a tantos obstáculos.
Hace años que la Iglesia tiende la mano a las personas divorciadas vueltas a casar o con problemas de identidad sexual. Los obispos, sacerdotes y seglares se esfuerzan en acercarles al corazón de la Iglesia en parroquias, movimientos y grupos de asistencia que confortan a muchos, principalmente a quienes han padecido el trauma del divorcio y el abandono por parte del otro cónyuge, tantas veces el marido. No es verdad que los sacerdotes y fieles pongan pegas a estas personas cuando en realidad ocurre todo lo contrario: se les abren las puertas y se les brindan nuevas oportunidades para reforzar su fe en coherencia con la doctrina de la Iglesia y las normas morales objetivas. Ciertamente pasaron ya los tiempos en que algunos pastores les trataban con dureza, porque ahora sucede todo lo contrario.

Discernir las situaciones personales
El Sínodo reconoce en el número 85 que esa caridad pastoral según las diversas situaciones personales viene de lejos: «San Juan Pablo II ha ofrecido un criterio integral que permanece como la base para la valoración de estas situaciones: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido” (Familiaris Consortio, 84)». Recuerda también que la ley de la gradualidad impulsada por Juan Pablo II es bien distinta de una supuesta gradualidad de la ley, como si no fuera igual para todos. 

Sacramentos para ser santos
Ahora bien, si hay que  evitar la superficialidad al tratar estos casos, con más razón hay que hacerlo con los sacramentos instituidos por Jesucristo y entregados a su Iglesia para la fortaleza de de los cristianos en su camino de santidad. De ahí que sea rechazable la superficialidad de quienes tratan el sacramento de la Penitencia y la Eucaristía como simples ceremonias confortables para participar en el estatus social de los creyentes. Por eso la Confesión requiere un cambio de vida: examen sincero de conciencia sobre los propios pecados; dolor de contrición ante Dios manifestado ante el ministro de la Iglesia; propósito de enmienda para rectificar de hecho cualquier situación o estado de pecado; y hacer penitencia. Siempre la buena acción pastoral va unida a la valoración de los sacramentos y de la recta doctrina.

A ello se refiere el número 85 de la relación final del Sínodo cuando dice: «Los divorciados vueltos a casar deberían preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis, si hubo intentos de reconciliación, cómo está la situación del compañero abandonado, qué consecuencia tiene la nueva relación sobre el resto de la familia y la comunidad de fieles, qué ejemplo ofrece a los jóvenes que se deben preparar para el matrimonio. Una sincera reflexión puede reforzar la confianza en la misericordia de Dios que no se le niega a ninguno».

Gracias a Dios, en este Sínodo muchos padres han mostrado esa claridad de ideas sobre el sacramento del matrimonio como camino de santidad, lo cual implica: fidelidad al otro cónyuge, al Evangelio –muy explícito sobre el adulterio-, respeto a la doctrina católica, y una vida de gracia para ser Iglesia doméstica. Si esto se olvidara la acción pastoral quedaría convertida en bendiciones sonrientes de sacerdotes amiguetes, y la Iglesia aparecería como una multinacional de la filantropía de bonitas palabras vacías.
Hace cincuenta años el Concilio Vaticano II ha proclamado con firmeza la fe en Jesucristo afirmando que en este mundo tan cambiante y relativista hay cosas que permanecen, y que tienen su último fundamento en Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre. El matrimonio es probablemente la principal y es la tarea capital de la Iglesia para ser luz de las gentes.

Jesús Ortiz López  


http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Sinodo-sacramentos_0_2592340753.html

martes, 6 de octubre de 2015

El buenismo a debate

La mitología moderna está asumiendo tanto un ecologismo utópico como una tolerancia sesgada que van en perjuicio de la condición humana real. Son manifestaciones del buenismo complaciente  que descansa en el mito rousoniano del buen salvaje.

Pensamiento fragmentado
Cierto ecologismo radical señala al ser humano como el gran depredador de la naturaleza, hasta el punto de buscar un nuevo modo de vida al estilo Avatar. Vana utopía que sin embargo cala en la sensibilidad de muchos alimentada desde el cine, las novelas e incluso las pláticas eclesiásticas. Otro síntoma del buenismo moderno está presente en una tolerancia utópica que bendice cualquier comportamiento aunque contradiga lo más básico de la naturaleza humana y dañe a la sociedad, como es el caso de la ideología de género que produce frutos como el marasmo LGTB. Frente a esas concepciones fragmentadas del ser humano que desorientan a la sociedad por falta de sentido global la nueva encíclica Laudato si hace un planteamiento ético de la sensibilidad actual sobre el cuidado de la naturaleza, en todos los sentidos y no sólo respecto a los bosques o al consumismo.

Cambio de paradigma
Papa Francisco considera que la ecología es el estudio de las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan. También exige sentarse a pensar con honestidad acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad revisando modelos de desarrollo y consumo (cfr. n. 138).

Estructurada  en seis capítulos propone una conversión ecológica profunda que implica cambios de paradigma de los valores cotizados actualmente.  Esos grandes apartados tratan de: lo que está pasando a nuestra casa; el evangelio de la creación; la raíz humana de la crisis ecológica; la ecología integral; algunas líneas de orientación y acción; y acaba proponiendo una educación espiritual ecológica.

Esta encíclica descansa en la verdad de la creación y belleza de la naturaleza, de la bondad de las criaturas, y de la libertad responsable de hombre con la misión de cuidar todo eso. Supera así la ideología ecologista  interesada en rebajar dignidad del ser humano, hablando incluso de los derechos de los simios mientras defienden el aborto. Plantea el Papa exigencias a nuestro mundo desarrollado y tecnocrático pero con déficit de conciencia moral, enraizado en el antropocentrismo moderno que no quiere ver las normas morales universales.

Muchas adhesiones aunque también algunas críticas: en primer lugar por admitir el calentamiento global, algo no unánime entre los científicos, y también por su crítica a la economía de mercado que supondría una falta de realismo, dado que es el modo probado de sacar de la miseria a millones de personas cada año. Ciertamente tiene su riesgo señalar ejemplos prácticos como abrigarse más para no subir la calefacción y a la inversa en verano (entre otras razones porque el verano en Sevilla no es el de Oslo), o reutilizar objetos para no alimentar el consumismo.

Educación de las conciencias
Sin embargo, los críticos serenos reconocen   el planteamiento teológico y moral de la encíclica, acorde con la doctrina social de la Iglesia, que apela siempre a la conciencia de las personas. Sólo así surgirán remedios válidos aunque no sean perceptibles a corto plazo, pues se trata de cambiar el mundo desde dentro y no desde las estructuras, que naturalmente deben ser saneadas. Si consideran que hay dosis de angelismo en Laudato si también deberían admitir la primacía de la educación moral de las conciencias  sobre los remedios empíricos  inmediatos.

El antropocentrismo moderno denunciado en la encíclica exalta la libertad desvinculada de la ley natural, de las normas morales,  y de leyes de convivencia. Así deforma el sentido de la verdadera tolerancia que descansa sobre la base de las normas éticas que piden hacer el bien y evitar el mal, realidades objetivas, aunque en ocasiones no se penalice civilmente una determinada conducta a fin de evitar un mal mayor -tal ocurre con la blasfemia en Occidente- en las antípodas del integrismo musulmán, por defender la libertad aunque sea mal usada. Sin embargo la defensa indivisible de la libertad humana no implica admitir como derechos humanos a los hijos como juguetes para autorealizarse, el aborto selectivo, o el matrimonio  entre homosexuales; en definitiva los nuevos derecho sociales desvinculados de la naturaleza moral del ser humano.

Buenismo eclesial
En el ámbito eclesial se ha introducido algo parecido en forma del buenismo que pone entre paréntesis las normas morales, la verdad, y la justicia en detrimento del Evangelio de Jesucristo. Queda bien hablar de compasión, de caridad incluso, de misericordia, y mal recordar la conversión como camino ordinario hacia la santidad. Con esta perspectiva reductora se busca que los católicos divorciados casados civilmente participen de la Eucaristía, sin mencionar la necesaria contrición,  confesión y satisfacción, actos del penitente esenciales para recibir válidamente la absolución sacramental, salvo que alguno tenga una idea mecánica del sacramento. También se insiste tanto en la pastoral de acercamiento y atención de los alejados sin mencionar el proceso de conversión, confundiendo quizá la ley de la gradualidad con la gradualidad de la ley moral que no obligaría a todos por igual. Da la impresión de que algunos están muy empeñados en cambiar las normas morales de la Iglesia, del Evangelio, sobre moral sexual.  Y parecen ignorar la mala experiencia de la Iglesia anglicana que se acomoda al relativismo cultural imperante y sufre una sangría de abandonos.

Quien lea el Evangelio completo encontrará junto a la misericordia de Jesucristo también sus palabras exigentes contra las resistencias a la gracia de Dios. Solo unos ejemplos tomados de Mateo: “No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os despedacen” (Mt 7,6); “Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran” (Mt 7,14); “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21); “¡Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han obrado en vosotras, hace tiempo que habían hecho penitencia en saco y ceniza” (Mt 11,21). Son palabras salidas de la boca del Buen Pastor que no quiere que se envenenen con pastos nada verdaderos .

Todos conocemos el pasaje de la mujer pecadora tratada con verdadera misericordia por Jesús impidiendo primero que sea lapidada pero advirtiéndole después “Vete y a partir de ahora no peques más” (Jn 8,11). Los exégetas saben que este pasaje fue suprimido en algunos códices antiguos para evitar que se deformara la naturaleza del perdón en la Iglesia y la misericordia de Dios ambas ancladas en la verdad fundamental de que el mal aparta de Dios y de que todos debemos hacer el bien para ser gratos a Dios. Por todo ello la pastoral descansa necesariamente en la verdad moral y religiosa, porque la verdad y la misericordia van unidas. Basta escuchar al Papa Francisco para comprender cómo hace compatibles gestos llenos de compasión con fuertes palabras para proclamar la verdad del Evangelio. Al clausurar el Sínodo extraordinario en octubre pasado advertía precisamente sobre: «La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los "buenistas", de los temerosos y también de los así llamados "progresistas y liberales"».


Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


http://www.religionenlibertad.com/el-buenismo-a-debate-44062.htm

La familia en un tiempo nuevo

Ha comenzado el Sínodo ordinario sobre la familia. La Iglesia dispone de una radiografía de la familia en el mundo, y puede aportar soluciones para los casos difíciles en beneficio de la familia como institución clave de la sociedad y camino de santidad para los fieles.

            El Papa Francisco menciona en su Homilía del domingo de la inauguración el drama de la soledad inspirándose en Génesis pues Dios no ha querido que el hombre ni la mujer estén solos. Hoy muchos reviven aquella soledad por las rupturas matrimoniales y heridas en la indisolubilidad. Reconoce además que « El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social». El Evangelio muestra que Jesucristo restituye el plan original elevándolo a la dignidad de sacramento, es decir, está en medio del matrimonio y la familia con dones específicos para quienes se abren a su amor: «Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originante».

            Porque para Jesucristo el matrimonio no es un sueño de adolescentes o una utopía imposible para la mayor parte de los mortales. Las experiencias de las últimas décadas causadas por los intentos de redefinir el matrimonio y la familia resultan penosas y nadie las desea. De ahí que el Sínodo ponga en un escaparate el sentido original del matrimonio pues la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

            En definitiva, los matrimonios cristianos ofrecen su testimonio al mundo de que Dios puede estar en el centro del hogar con todos los sucesos ordinario y extraordinarios.  De modo que el gran drama del matrimonio es que Dios no cuenta para muchos y su proyecto vital camina en dirección distinta al plan del Creador, en vez de los casos particulares que desean una solución mediante una pastoral no apoyada en la verdad. Insiste el Papa una y otra vez en que debemos vivir la caridad con verdad, acogiendo y ayudando a quienes están en situación irregular y reconocen el valor de la gracia y del plano inclinado. 

Radiografía de la familia
Durante los últimos años la Santa Sede ha pedido a las diócesis datos concretos e información sociológica para saber la dimensión real de problemas muy variados. Ahora dispone de una fotografía de la familia en el mundo, y además una radiografía de las actitudes entre los fieles respecto al matrimonio y la familia. En el Sínodo de octubre de 2014 se abordaron esos problemas a fin de encontrar respuestas pastorales para desarrollar, dentro de lo posible, un plan integral para defensa de la familia,  de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia acerca de la santidad a que están llamados todos los fieles, siendo para la mayoría el matrimonio el camino real para encontrar a Dios.
           
Pastoral sin recetas generales
Como ha señalado el Vaticano, una cosa es el Sínodo mediático -y bien que lo vemos con esa extravagante pirueta del sacerdote homosexual apareciéndose en el día de la inauguración-, y otra el Sínodo real, donde se estudian los problemas y se buscan soluciones con la participación de 270 participantes, más 18 matrimonios y diversos expertos, que no buscan salir en los platós. Como es sabido, este Sínodo no tiene como finalidad revisar los planteamientos doctrinales sobre el sacramento del matrimonio y sus fines o sobre la naturaleza de la familia como institución esencial de la sociedad. Porque todo ello ha sido abordado repetidas veces desde el Concilio Vaticano II, en documentos específicos de Pablo VI, san Juan Pablo II, de  Benedicto XV, otros de la Conferencia Episcopal Española, y naturalmente en el Catecismo de la Iglesia Católica.

            Porque la acción pastoral no busca ofrecer recetas generales. Los sacerdotes tienen experiencia de que cada caso es distinto y cada persona vive de manera única sus aspiraciones y su fe. Pienso, por ejemplo, en el caso de un divorciado y casado civilmente que manifestaba su pleno acuerdo con la pastoral de la Iglesia en estos casos. Declaraba que su vida no ha sido precisamente un camino de rosas, con varias pruebas que ha podido sobrellevar gracias a la oración. Reconoce que en su situación personal no puede recibir por ahora la Eucaristía ni el sacramento de la Reconciliación, pero lo considera como un camino de purificación y una oportunidad para valorar más esos sacramentos. Reconoce que por ahora «no recibir los sacramentos -digamos de manera oficial y visible- no significa ser rechazado, absolutamente no». Sabe que la praxis de la Iglesia es para él camino de humildad porque con frecuencia nos preocupa más lo que los demás opinen de nosotros que lo que piensa Dios, de modo que «nada ni nadie nos puede impedir amar a nuestro Dios y elegirle a Él. Doy gracias a Dios».

            Comprobamos así que esa actitud responsable lleva a la serenidad después de los errores  y pruebas, aleja del victimismo de echar las culpas a los demás e incluso a la misma Iglesia, que actúa como experta en humanidad. Por ahí debe ir la madurez humana y la santidad personal. 


Jesús Ortiz López 

http://www.religionenlibertad.com/una-radiografia-de-la-familia-45252.htm

UN ESPEJO SOBERANO DE LA CONDICIÓN HUMANA

Esto puede ser la vida de la María Antonieta, primero archiduquesa de Austria y después reina de Francia, como esposa de Luis XVI. Lo muestra Zweig en su famosa biografía de esta desdichada mujer víctima de las sociedades secretas y francmasonería que envenenaron a las masas en la Revolución francesa. Una lección siempre presente.

Desde joven recibió una esmerada educación impulsada por su madre, la emperatriz María Teresa de Habsburgo. Siempre fue una joven impulsiva y encantadora con una capacidad ilimitada de disfrutar, una criatura irreflexiva, “la reina del rococó o muñeca del mundo elegante, que tenía miedo de aburrirse”, al decir de Zweig,

El pueblo francés la recibió con entusiasmo en París en 1773 después de vivir en Versalles con su marido durante tres años, hasta la muerte de Luis XV; ese pueblo que la siguió fascinado durante años hasta que fue envenenado por la Revolución de 1789. Y con la misma pasión irracional fue vilipendiada y destruida hasta morir en la guillotina en octubre de 1783, pocos meses después de su marido Luis XVI.

Bien se podría subtitular esta biografía irrepetible como “una lección inolvidable en cabeza ajena”, o “alcanzar la madurez mediante el sufrimiento”. Hasta poco antes sólo había jugado con la vida –cosa que no exige ningún esfuerzo- y jamás había luchado con ella, dice su biógrafo. También se podría decir que María Antonieta experimentó en su corazón sensible, pero sobre todo en su cabeza toda la maldad humana. Así, pasando por las más aborrecibles calumnias y humillaciones, maduró definitivamente su carácter hasta morir con la dignidad que corresponde a una reina.
El lector o la lectora encuentran en esta vida grandes temas para la reflexión acerca de la superficialidad y de la madurez, de los goces efímeros y del sufrimiento atroz, o de la dignidad frente a la terrible maldad humana. Una soberana lección para la posteridad.

Conviene no olvidar a tantos personajes que pululan alrededor de María Antonieta. Unos nefandos como Danton, Robespiere, Hebert, Beaumachais, Marat, o la falsa noble De la Motte con su lío del collar; y otros bondadosos como el mismo Luis XVI; unos heroicos y sacrificados como el gran amigo y amante barón Fersen, el barón Batz, o la martirizada princesa Lamballe; y otros tibios como el general Lafayette, o el cobarde pintor Luis David tránsfuga hacia la Revolución o hacia Napoleón según convenga; sin olvidar a otros traidores como el hermano del rey asesinado, el conde de Provenza, que se hizo con la corona en 1814. En eso quedó la revolución pues lo de  “libertad, igualdad y fraternidad” está escrito sobre todo con sangre ajena.

Stephan Zweig es un maestro de la narración, riguroso en las fuentes, nada complaciente con el personaje, pero apasionado por descubrir su alma; con una aguda captación psicológica, y un espíritu crítico apasionado contra la estulticia humana y la cretinización de las masas, convertidas en manada que destroza cuanto embiste con su furor envidioso. Crítico sobre todo con aquellos intelectuales que destruyen vidas con el libelos calumniosos de la peor ralea y deshumanizan a las gentes desde sus cenáculos para alimentar el Terror que han provocado. Así fue la famosa Revolución francesa, y la mayoría de las guerras, también en España, y la historia comienza a repetirse entre nosotros. Por eso es tan importante conocer el pasado y mirar el presente con inteligencia y pasión.

Jesús Ortiz López






http://www.clubdellector.com/entrada-de-blog/un-espejo-soberano-de-la-condicion-humana

martes, 19 de mayo de 2015

Teresa, una puerta al Dios real

Teresa de Jesús ha sido una mujer sabia y esto no se logra sin muchas pruebas y gracias especiales de Dios. El V Centenario de su nacimiento en Ávila atrae el interés de muchos por esta Santa tan venerada aunque menos conocida en su intimidad. Siguen siendo minoría quienes han leído sus escritos y los han meditado.

 “Las edades del hombre” ahora en Ávila
Una nueva edición de “Las Edades del hombres” por tierras castellanas acerca la figura de Teresa de Cepeda y Ahumada a millares de personas que pueden avanzar de la curiosidad inicial a una valoración más profunda de esta gran santa. El itinerario a seguir tiene su importancia, empezando por el Convento agustino de Santa María de Gracia donde su padre la ingresó en 1531 para formarse en la piedad y prepararse para ser una joven honesta aspirante a un buen matrimonio. No pensaba entonces ser religiosa. Aquí el visitante puede ver una proyección que interpreta con acierto sus pensamientos y luchas,  que solamente más tarde plasmará en el “Libro de la Vida”, en obediencia a su confesor.
A continuación el itinerario lleva a la Capilla de Mosén Rubí, un ámbito bien distinto al pequeño convento para exponer valiosas obras de arte relacionadas con la Santa, personajes que la trataron o influyeron en ella, y prendas personales. El visitante tendrá ocasión de contemplar otro audiovisual muy logrado, aunque no tan bien situado para su aprovechamiento, que representa a la Santa en su época y su proceso de acercamiento a Jesucristo. Este segundo capítulo se titula “La España de la contrarreforma” para analizar el contexto cultural, social y religioso en el que vivió Teresa. Aquí vemos el inicio de la Reforma del Carmelo, la gran empresa de Teresa como fundadora en la Iglesia.

Dos teologías se enfrentan entones, la de los luteranos y la de los místicos católicos. Lutero y Calvino radicalizarán la trascendencia de Dios, el “Dios solo”, mientras que la mística española no teme partir del hombre en su anhelo de Dios, descubierto tanto en la maravillosa obra de la creación como en la intimidad de la inhabitación por la gracia. La Humanidad de Jesucristo es camino habitual para encontrarle y tratarle de verdad.

De allí la visita encamina a la iglesia de San Juan Bautista donde fue bautizada –se conserva la excelente pila bautismal- pues era la parroquia frecuentada por su familia llevada por su padre Alonso de Cepeda. Este tercer ámbito sobresale por las obras de arte expuestas para ilustrar el proceso interior de Teresa que acentúa el valor del trato con la Humanidad de Jesucristo, no siempre bien entendido entonces por algunos confesores y teólogos un tanto espiritualistas y temerosos ante los círculos de iluminados. La Santa sabe que también “entre los pucheros anda Dios”. Destaca naturalmente el valor supremo de la redención por la Cruz, en una sala con varios crucifijos de talla de gran valor, destacando uno de Juan de Juni, otro de Gregorio Fernández, y otro de Pereira: un regalo para la vista y para la devoción.

En esa misma actitud de valorar todo lo humano vemos buenas imágenes  de la Virgen María, especialmente la de la Caridad de la catedral de Ávila ante la que acudió la Santa a la muerte de su madre para pedirle que ejerciera ahora con ella toda su ternura materna. Y también vemos imágenes preciosas de San José, cuya devoción extendió tanto Santa Teresa, con un magnífico lienzo de Zurbarán de Cristo coronando al gran Patriarca, y tallas de Pedro de Mena y de Salvador Carmona. Un capítulo sobre la Transverberación –un ángel con dardo de oro y fuego traspasa a Teresa dejándola abrasada de amor a Dios, como representa la talla de Pereda- permite captar algo del camino de oración y fenómenos místicos de un alma elegida para esa gran reforma que influirá decisivamente en toda la Iglesia.

“La mujer de lo imposible”
Junto a esta valiosa exposición sobre Santa Teresa las editoriales han reeditado las obras principales de la santa doctora y nuevos estudios para acercarla al gran público. Entre otras la editorial “Stella Maris” ha editado una nueva biografía titulada “La mujer de lo imposible”. Responde a la clásica pregunta ¿cómo pudo una mujer del siglo XVI, enferma y perseguida, fundar una nueva orden religiosa, escribir obras cimeras de la literatura castellana y convertirse en la primera Doctora de la Iglesia? Así el lector recorre los pasos seguidos por Teresa de Jesús desde sus primeros años felices en la casa paterna, huérfana de madre en la adolescencia, su tránsito de niña a mujer, su vocación y tantas dudas; también la introducción en una vida nueva como Fundadora con la extensión de la reforma y los muchos y graves problemas que encontrará; así como su faceta de escritora inseparable de su vida que merece ser nombrada Doctora de la Iglesia.

La sabiduría que destilan sus escritos hace gala de un extraordinario sentido común, una gran experiencia interior, pero sobre todo una participación regalada en la sabiduría divina que ilumina su alma. Una introducción histórica y frecuentes referencias sitúan al lector en la época, así como la sencilla cronología final que permite abarcar el curso de su vida. Pensando en otra edición habría que revisar algunas erratas frecuentes y fácilmente detectables que perjudican la calidad de esta obra.
Ante los fenómenos extraordinarios que recibe Teresa de Jesús sus confesores y allegados quedan tantas veces perplejos sin poder distinguir entre dones místicos o fenómenos patológicos. Se trata de una perplejidad que continuará siempre como algo providencial y que está pidiendo una definición personal bien sobre la naturaleza subjetiva de esos fenómenos o bien como realidad plenamente sobrenatural, que se escapa al resto de los mortales pero que señala al Dios más real que la vida misma.

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Teresa-puerta-Dios-real_0_2490350949.html

martes, 14 de abril de 2015

Lutero se equivocó

En Pascua los cristianos celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte en la Persona de Jesucristo muerto por la maldad humana y resucitado como Dios salvador de la humanidad.

La Iglesia católica vive pendiente del ecumenismo buscando la unidad histórica de los discípulos de Jesús tal como Él quiso, dotándola de las notas de ser una, santa, católica y apostólica, algo genuino y necesario para ser instrumento de salvación para los hombres. Pero la historia la hacemos también nosotros y a veces nos dedicamos a destruir lo que Dios hace. Por eso es importante sacar lecciones de la historia, maestra de la vida: la reforma luterana es un ejemplo de ello.

Las razones de Lutero
Martin Lutero no tenía razón aunque tuviera sus razones. La Iglesia de Roma conservaba hasta entonces todo el patrimonio recibido, el depósito de la fe tal como lo expresa el Credo o Símbolo apostólico y detalla el Símbolo Quicumque. Dios es Dios, es único pero no solitario: es Padre, es Hijo, es Espíritu Santo por conocimiento y amor infinitos.

No es que se parezca a las familias humanas sino que la familia es un reflejo de la vida íntima de Dios trino.  En efecto, la felicidad humana reside en amar y ser amados sobre todo cuando el eros está elevado por el ágape, es decir, la atracción humana por lo bello y lo bueno es enriquecida por la donación de Dios, una participación en su vida tripersonal por la gracia que concede a partir del Bautismo.

Así este misterio primordial fundamenta todo la realidad: la divinidad de Cristo; la encarnación la redención; la acción sobrenatural vitalizante del Espíritu Santo en la Iglesia fundada por Cristo; la resurrección de la carne, misterio asombroso superior a la mente humana pero fundamentado en la Resurrección gloriosa del mismo Jesucristo con poder sobre la vida y la muerte y la transformación de la materia; y finalmente el Símbolo afirma la Vida eterna como destino último para los hijos de Dio , completando el ciclo salvífico del Dios misericordiosos, pues todos somos creados por su amor. Vivimos en la tierra cooperando en la transformación del mundo y principalmente desarrollando la comunidad humana como ámbito de caridad y felicidad.

Pues bien, todo esto lo aceptará Lutero. Lo que no podía aceptar eran las desviaciones prácticas contrarias al Evangelio de muchos eclesiásticos e incluso de la cabeza visible. Sin embargo Lutero corrompió más de lo que pensaba y destruyó más que construyó. En términos de eficiencia esto es un fracaso sonado. Dividió a la Iglesia apartándose de Roma, alterando la buena doctrina que se mantenía incólume hasta entonces con el Magisterio, y destruyó la vida sacramental quedándose sólo con el Bautismo y la Eucaristía, y esto con matices.

Demolición en cadena
Al desgajarse con este cisma sembró la guerra y la destrucción desde las primeras comunidades nacionales sustentadas en la Europa de la cristiandad, y no pudo evitar que aparecieran entre sus seguidores multitud de divisiones –las diversas confesiones protestantes a centenares hasta hoy- mostrando que quien siembra vientos recoge tempestades. Además de este tremendo error de fondo y de forma, por orgullo y violencia, le faltó visión de conjunto. Cierto que las obras para levantar la nueva basílica de San Pedro y otras basílicas y catedrales en aquellos estados pontificios, se prestaron a corrupciones, a simonía, a mundanización de los estamentos eclesiásticos, y a inmoralidad.

Inmerso Lutero en su gran tala de árboles enfermos no supo ver la amplitud del bosque. Hacía siglos que la Roma decadente había sido arrasada por los pueblos bárbaros, dejando un montón de ruinas en piedras y desorganización social. Se estaba levantando con dificultad pero son altura de miras un mundo moderno impulsado por la fe cristiana dirigida por la Iglesia de Cristo. Las ruinas de Roma que hoy admiramos eran, aquel siglo XVI cementerios de una época muerta y estaba renaciendo el centro del mundo. Nada de esto quiso ver Lutero ofuscado por su pasión purificadora, que en realidad fue demoledora.

Han pasado seis siglos y nos emociona ver aquellas ruinas romanas, resto de una grandeza imperial superada pero sobretodo de la capacidad constructiva de la Iglesia universal. Y a pesar de los pesares una persona culta y con fe puede estar agradecida hoy a las jerarquías eclesiásticas que impulsaron las bellas artes –arquitectura, escultura, pintura música- , así como las ciencias y el derecho, dinamizando la cultura como manifestación humana de la grandeza infinita de Dios.


Jesús Ortiz López


http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Lutero-equivoco_0_2468753105.html

jueves, 12 de marzo de 2015

La gran mentira del aborto

En España crece el número de abortos hasta superar cada año los cien mil y practicado por chicas cada vez más jóvenes. Hasta el punto de que España se ha convertido en un importante abortorio europeo. Dos líneas de fuerza sustentan esta penosa situación: la primera, el engaño masivo  instalado en la sociedad, y la segunda considerar el aborto como algo inevitable. Gran engaño porque ni es un derecho, ni es una conquista social.

Engaño masivo

En el gran engaño del aborto participa el entramado social constituido por diversos colectivos. En primer lugar muchos sanitarios (médicos, enfermeras, clínicas) son partidarios del aborto y lo presentan a las mujeres como el único camino para solucionar su problema, ocultando información sobre otras salidas respetuosas con la vida y pruebas como el estudio de una sencilla ecografía.
            Buena parte de la administración pública implicada coopera con los profesionales del aborto dejando de informar sobre otras soluciones y derivando a determinadas clínicas particulares. En concreto, la Seguridad Social subvenciona el aborto con 500 euros cuando se practica antes de la semana doce y si es posterior o de riesgo  con 1800 euros, eso sí en las clínicas abortistas como para lavase las manos. Estos profesionales del aborto animan a las mujeres al aborto  con total frialdad asegurándoles que se recuperarán pronto y no pasa nada. Con frecuencia la protección de datos y la gestión de residuos humanos se realizan al margen de las normas establecidas. También los jueces suelen ser muy benévolos en las escasas condenas administrativas o penales a las clínicas abortistas.
            Parte importante de la opinión pública abortista está en manos de grupos de presión nacionales e internacionales que presentan la interrupción del embarazo como un derecho, llegando a condicionar las ayudas a países menos desarrollados a la promoción de la contracepción, como método para frenar el crecimiento de la población. Y a las naciones desarrolladas como España les presionan si quieren hacer un buen papel en el concierto internacional y en la opinión pública mundial.
            Hace años que los gobiernos de España reciben presiones de esas organizaciones internaciones –departamentos de ONU, de la Comunidad Europea, o la OMS- para desarrollar la legislación y establecer el derecho a la “interrupción voluntaria del embarazo”, con hipocresía disfrazada en las siglas IVE. Para cumplir con esos compromisos los gobiernos socialistas, con Zapatero a la cabeza de la progresía, han creado la actual ley del aborto a plazos y como derecho social de las chicas incluso sin consentimiento de sus padres. Aunque también el gobierno de Rajoy no ha querido cambiar la sustancia de esta ley Aído y se limita, en vísperas de elecciones, a un recorte cosmético totalmente engañoso, olvidando su anterior compromiso con buena parte de sus electores.
            Además, en las cadenas de televisión mayoritarias proliferan los programas, series o debates que presentan el aborto como progreso, manipulando la opción por la vida como algo intolerante y antipático. Lo mismo puede decirse de parte importante de la prensa escrita o digital.

Testimonio de las víctimas

La víctima principal de este gran engaño es la mujer, sobre todo joven, que recibe mucha presión del compañero o de sus allegados, hasta convencerle de que el aborto es la única solución eficaz para su embarazo. De las secuelas traumáticas que tendrá después nadie le habla, en medio de la conspiración de silencio para ignorar los testimonios de mujeres que abortaron y arrastran una vida traumatizada. Salvo que asuman su acción, busquen el perdón y perdonen, implicándose para ayudar a otras mujeres a preservar la vida naciente.
            Un ejemplo concreto, entre tantos, es el de Dalila que tenía dos hijos, uno de ellos bebé y quedó embarazada: «Tenía miedo de perder mi empleo y a mi pareja. Me sentía realmente sola, sentía que no tenía apoyo de alguien, ni siquiera de un apersona que me dijera “vas a salir adelante”. Mi pareja no me dio oportunidad, se negó totalmente. Aborté por él, pero no resultó porque se fue de todas formas. Y el trabajo también lo perdí poco después». Con 300 euros acudió a una clínica abortista: «es un lugar preparado para que salgas sin tu bebé, en el que nadie te pregunta si quieres hacerlo. Todo es inmediato. Es una experiencia horrible porque eres consciente de lo que está ocurriendo allí y en ese momento te pones a imaginar la cantidad de bebés que matan allí a diario y somos las madres las que lo permitimos».
            Diez años más tarde ha superado las secuelas gracias a las ayudas recibidas: «Acudir a una clínica para abortar no es la solución. Hay que pedir ayuda a organizaciones como RedMadre o a parroquias, que ofrecen apoyo psicológico, material, médico y jurídico para tener el niño. Los hijos son una bendición –termina- y las circunstancias en la vida cambian mucho». Ahora Dalila acude a las puertas de las clínicas abortistas para intentar ayudar a otras madres a seguir adelante con su embarazo. Con esas ayudas ahora está casada, he tenido una niña y encontró otro trabajo.

Testimonio de los rescatadores

La segunda línea de fuerza considera el aborto como inevitable por la existencia de tantos embarazos no deseados. La mentalidad contraceptiva es beligerante contra la vida y no se detiene a revisar su orientación inicial genocida. Cada vez inventa más barreras a la concepción que sorprendentemente siguen fallando y llevando inexorablemente al aborto como solución final. Esta mentalidad perversa no quiere reconocer que el aborto no interrumpe el embarazo sino que siega una vida humana en sus primeras fases en el seno materno.
            La opinión pública silencia la acción meritoria de tantas organizaciones dedicadas a defender la vida como RedMadre, Foro de la Familia, Pro Vida, entre tantas otras, que informan de verdad y rescatan de la muerte cada año a miles de criaturas y de la desesperación a otras tantas mujeres.
            La presidenta de Más Futuro, Marta Velarde, reconoce que «lo que nos cuentan estas mujeres es, en muchos casos, difícil de asimilar. Hay madres embarazadas de seis meses que quieren abortar por una malformación en una extremidad del bebé. El problema no solo son los padres o parejas que obligan a las mujeres a abortar, sino que muchos médicos de familia, profesionales de hospitales públicos y asistentes sociales aconsejan a las chicas que lo hagan, tal y como nos han indicado muchas jóvenes que, tras la información de los rescatadores, han visto que existen otras soluciones distintas a las de acabar con la vida de sus hijos».
            En resumen, como todos sabemos, el aborto nunca es una “interrupción voluntaria del embarazo”, la sociedad acepta el engaño masivo, y además no es algo inevitable porque tiene remedio, a condición de aceptar el problema -un verdadero cáncer en el cuerpo social-, y poner los medios para encontrar una solución humana. Todos conocemos también la afirmación del escritor Miguel Delibes cuando dijo que la aceptación social del aborto es una de las peores lacras de nuestra sociedad.
            Las manifestaciones a favor de la vida y de la maternidad recorren periódicamente las calles de las principales ciudades europeas, como Madrid, donde el 14M tendrá lugar otra con el lema “Cada vida importa”. Se suma a la muy numerosa del pasado 22N y los colectivos organizadores manifiestan que «queremos hacer patente que la voz de la vida pide y no dejará de pedir, un espacio en la vida española, también en la vida política, en las leyes y en las políticas públicas, hoy, mañana y siempre. Porque la defensa de la vida no debe ser discutible ni opcional; es algo irrenunciable y está por encima de situaciones políticas coyunturales». Es decir, la defensa de la vida y de la maternidad no es coyuntural para influir en los partidos, impermeables a la ética como han demostrado, porque es algo trasversal en el espacio y en el tiempo: es la defensa del hombre frente al suicidio moral colectivo.

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/gran-mentira-aborto_0_2451954793.html

miércoles, 18 de febrero de 2015

Presunción de inocencia también en la Iglesia


Viene de lejos la lucha de la Jerarquía contra los delitos torpes cometidos por eclesiásticos. San Juan Pablo II hizo mucho cuando aparecieron, aunque parece que no estuvo siempre bien informado; Benedicto XVI ha dado un paso de gigante reforzando los mecanismo para erradicar los casos de abusos; el Papa Francisco continúa y aumenta el esfuerzo desarrollado por sus predecesores con verdadero ahínco, hasta la tolerancia cero. No están solos pues no podemos olvidar el trabajo callado y eficaz de las diversas Congregaciones de la Santa Sede.

Otra cosa es que desde el principio hubo personas e instituciones, secretas o no secretas, empeñadas en destruir a la Iglesia: su prestigio moral, sus tareas de educación y misión, su economía; algo que han conseguido en buena parte, por ejemplo, en Estados Unidos e Irlanda. Porque no se airea tanto los numerosos casos de pederastia en el mundo deportivo, sanitario, educativo y político. Sólo algunos casos que pareen aislados pero no lo son. Y no por ello debemos juzgar a todo un colectivo profesional o vocacional.

La sensibilidad actual sobre esos tremendos casos fuera y dentro de la Iglesia lleva a destapar cualquier caso incluso sin las garantías debidas a la presunción de inocencia. Según las informaciones recientes un sacerdote de la diócesis de Sevilla ha sido denunciado por otro sacerdote sobre abusos a un joven por la información recibida de una mujer que parece no estar equilibrada. El miedo de la autoridad eclesiástica a ser fulminado (ya ha ocurrido en Uruguay) y a  la pena de telediario (lo sabe el obispo de Granada), ha llevado a suspenderle de sus funciones sacerdotales.

Sin embargo no parece que haya fundamento para semejante acusación de pederastia. Y aun en el caso de que más adelante se comprobada su fundamento el fondo de la presunción de inocencia sigue siendo válido. Hasta ahora, patinazo del señor Obispo, chivatazo timorato de un compañero, y una historia no probada. El resultado triste es que el sacerdote acusado e investigado después ha perdido su fama. Si el delito de pederastia es horrible, y más cometido por una persona consagrada, también lo es la calumnia.

Dice el Catecismo que «La maledicencia  y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Así, la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la justicia y la caridad» (2479), y añade que «Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su autor haya sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño públicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el que ha sufrido un perjuicio no pude ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia» (2487).

Y no solo la maledicencia es un grave pecado que exige reparación sino que constituye una violación del derecho a la buena fama recogido en el Código de Derecho Canónico como derecho fundamental en la Iglesia, aunque a veces cueste verlo realizado en el pasado y en el presente. Dice así: «A nadie le es lícito lesionar ilegítimamente la buena fama de que alguien goza ni violar el derecho de cada persona a proteger su propia intimidad», y «1.Compete a los fieles reclamar legítimamente los derechos que tienen en la Iglesia, y defenderlos en el fuero eclesiástico competente conforme a la norma del derecho. 2 Si son llamados a juicio por la autoridad competente, los fieles tienen también derecho a ser juzgados según las normas jurídicas, que deben ser aplicadas con equidad. 3 Los fieles tienen derecho a no ser sancionados con penas canónicas, si no es conforme a la norma legal» (Cánones 220 y 221).

En resumen luchemos contra los pecados de la carne y del espíritu; practiquemos la justicia frente a los delitos horrendos contra la libertad sexual y la buena fama; y huyamos de las historias no comprobadas. El Papa Francisco exige tolerancia cero y dice también que la Iglesia no condena para siempre. Eso.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico


http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Presuncion-inocencia-Iglesia_0_2438756136.html

sábado, 7 de febrero de 2015

De humanos y conejos

Conozco a una buena madre de familia numerosa muy desanimada por las palabras del Papa Francisco en el avión de vuelta de Filipinas diciendo que ser buenos católicos no lleva “perdonarme las palabras, a ser como conejos”. Otra esposa y madre que espera un hijo más tiene que soportar estos días que algunos conocidos le recuerden esas palabras del Papa Francisco como arma para acusarla de poco responsable,  aunque en realidad envidian su valentía y altas cualidades para no someterse borreguilmente a las opiniones ajenas.

He recordado que esas palabras no representan el pensamiento del Papa pues son una expresión coloquial al estilo suelto de los argentinos para expresar, quizá con poca perspectiva, que la Iglesia no impulsa a tener hijos a mansalva. Porque antes, en y después de esas palabras poco afortunadas su magisterio continuo es una defensa continua de la familia, del amor humano, y de la natalidad. Alto y claro lo ha dicho con palabras bien pensadas en su Discurso a los dirigentes del Parlamento Europeo : “La familia unida, fértil le indisoluble trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro. Sin esta solidez se acaba construyendo sobre arena, con graves consecuencia sociales”.

El escritor Olaizola ha publicado un divertido artículo sobre los perros y los humanos, a propósito de algunos que declaran machadas como “Ningún ser humano vale lo que un buen perro”, otra burrada de Pérez-Reverte. Olaizola  declara que ha tenido perros y sentido pena cuando mueren, e incluso procura no pisar hormigas, por respeto a sus amigos budistas; se llevarían un gran disgusto ellos pues piensan que los animales se reencarnan subiendo en la escala para acabar siendo humanos!, con gran disgusto de los idólatras de los perros. O de los orangutanes pues el sesudo pensador australiano Singer lleva años enriqueciéndose publicando libros e impartiendo conferencias sobre los “derechos de los orangutanes”, pero impulsando seriamente el aborto de las hijos humanos concebidos.

Esos no pueden ganar al Papa en la carrera ecologista pues Francisco enseña siempre, de acuerdo con la Biblia, el respeto al medio ambiente, el verdadero ecologismo no integrista llamando “a la responsabilidad personal en la custodia de la creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos del los hombres”,  también a los políticos europeos.

Vemos que andan juntos los orangutanes, perros, los burros,  e incluso los conejos, porque les une la naturaleza animal dominada por los instintos básicos: alimento, generación, y defensa. En cambio el ser humano, contra lo que puede  parecer por el comportamiento de algunos, tiene un alma espiritual y por ello dignidad y derechos, y además con la gracia es hecho hijo de Dios para la Vida eterna. También lo ha dicho el Papa Francisco en el Parlamento Europeo: “ Promover la dignidad de la persona significa reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie”.




miércoles, 28 de enero de 2015

LA RELIGIÓN ES FUENTE DE PAZ: AL MENOS LA CRISTIANA

El Papa Francisco afirma una vez más en Sri Lanka que “las creencias religiosas no pueden ser manipuladas para apoyar guerras“, a la vez que pedía que todos las religiones “denuncien los actos de violencia cuando se cometan“. Y eso a los pocos días de los bárbaros atentados en París a manos de islamistas fanatizados.
Parece elemental unir religión y paz, con tolerancia y convivencia, aunque es cierto que la historia humana arrastra innumerables episodios de violencia cometidos en nombre de unos supuestos dioses. Sin embargo ahora se hace más necesario recordarlo frente a los fanáticos de una parte, y a los laicistas dogmáticos de otra, que encuentran así una excusa para apartar la religión de la sociedad, de la vida pública y de la educación.
Rechazar a los fanáticos
Los fanáticos crecen al amparo de las religiones como la mala hierba en los jardines, unas veces en el islam, demasiadas, y otras en el hinduismo, y otras en el animismo, sin olvidar los amparados en el cristianismo. Es la sombra alargada de Caín que vaga errante por la tierra desde los comienzos, que quizá podría haberse justificado en el choque de ofrendas con su hermano Abel. No, ninguna religión puede amparar las guerras, la violencia, o la intolerancia.
Hacen bien los ulemas e imanes de las comunidades islámicas acogidas en el Occidente democrático en rechazar los crímenes en nombre de Alá, bendito sea. Parece que inauguramos ahora un tiempo nuevo de sensibilidad mundial frente a la amenaza  del llamado Estado Islámico, de Al-Qaeda, o de cualquier otra organización terrorista como Boko-Haram. A la cabecera de la condena deben estar las comunidades islámicas y trabajar cada día para que las larvas del fanatismo no aniden en el corazón de los niños y jóvenes, cosa que ocurre cuando se presenta al islam como única religión verdadera que debe imperar en la tierra por las buenas o por las mala: conversión o ejecución, como en Afganistán.
Así pues, tienen mucho trabajo por delante sus dirigentes para empezar esa nueva etapa desde las mezquitas, escuelas coránica y familias. A la cabeza de esos dirigentes habría que situar a los príncipes saudíes y de emiratos árabes, a los gobernantes de países islamizados como Malasia, y a los clérigos que dirigen la oración en la mezquitas. Quizá tengan que revisar algunas suras del Corán para mostrar limpiamente su coherencia interna y la incompatibilidad con el alfanje. Y como pide el Papa Francisco se atrevan a denunciar ante las autoridades civiles a quienes trabajan para captar a jóvenes para su guerra santa.
Los cristianos también hemos padecido etapas de fanatismo que surgen cuando el poder político se apropia de la religión, la mezcla con la ideología, y la impone por la fuerza. Todo en abierta contradicción con el Evangelio y el humanismo cristiano pacientemente trabajado desde esas raíces en los pueblos de Occidente y predicado por los misioneros en todos los continentes. El papa Juan Pablo II ya pidió perdón solemnemente en el año 2000 al inaugurar este tercer milenio, por los episodios de violencia en nombre de Dios. Algún gesto semejante podría hacer alguien en nombre del islam.
La paz cristiana
Pero tropezamos con el problema de que no hay una cabeza visible que hable y gobierne en nombre de esa religión. Los católicos seguimos al Papa como vicario de  Jesucristo en esta tierra desde Pedro, el primer constructor de puentes, elegido por el mismo Cristo. Algo que tenemos que agradecer por el inmenso bien que deriva y por la altura espiritual y moral, alcanzada por el Pontificado desde hace siglos. Además en el centro del cristianismo está la caridad como virtud más elevada que dirige la oración y la acción del cristiano con múltiples concreciones en la vida de Jesucristo, en sus gestos de perdón y en sus palaras de misericordia hacia el prójimo, a quien se tiende la mano, se le abre el corazón, y se le da razón de nuestra esperanza.
Capítulo aparte es el de la blasfemia, una aberración por la que algunos hombres se rebajan al nivel de las bestias, porque en el fondo suponen que hay un Dios poderoso que no pueden entender ni manipular. Los católicos padecemos cada día esas ofensas a Jesucristo, a la Eucaristía, a los sacramentos, a la Virgen María y a los santos, no en tierras extrañas sino en nuestras calles, en la televisión y en películas, o también en las revistas satíricas como Charlie Hebdo; las sufrimos con paciencia en actitud de desagravio hacia Dios y rezando por esos pobres miserables, pero no se nos ocurre emplear la violencia para castigar esa falta de respeto a las creencias, y de ninguna manera ningún dirigente religioso invita a ello
No olvidemos que los cristianos son los más perseguidos desde sus orígenes, mucho antes de que naciera el islam y se impusiera por al espada, a lo largo de la historia de Occidente y de Oriente, hasta desembocar hoy en las matanzas habituales en países africanos como Uganda, Egipto o Nigeria, por no hablar de la sangre de los mártires en Corea, Japón o la inmensa China. Por todo ello la Iglesia católica hoy, con el Papa a la cabeza, puede pedir con autoridad que se denuncien los actos de violencia amparados en la religión, como si Dios se despertara cada día con la espada en la mano.

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/religion-fuente-paz_0_2418958109.html

LA NAVIDAD A FONDO


“AQUÍ” es el adverbio  más repetido en muchos lugares de Tierra Santa. Aquí, en este mismo lugar, ha vivido Dios con nosotros. Ha contemplado este paisaje, ha pisado estos caminos, ha vestido como los demás, ha trabajado con manos de hombre, ha sufrido y ha reído. Increíble pero es la verdad. Ese “AQUÏ” destaca en la Basílica de la Natividad en Belén: Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est.

El Niño que salva

            Entrar en Belén de Judá hoy día es a la vez emocionante y desanimante. Porque el creyente percibe la falta de unidad entre los cristianos, que a veces llega a la hostilidad, especialmente grave ante esa cuna señalada con una estrella de plata –el brillo de Dios- y un espejo donde nos deberíamos mirar los hombres para ver si nos parecemos en algo a Jesús de Nazaret.

            Sin embargo, esa vivencia es un estímulo para pedir a Dios el don de la unidad que está por encima de las miserias humanas, y también para mirar a Jesús con una sinceridad profunda que convierta el propio corazón. En esa tierra de Jesús el peregrino advierte la mano cainita de los hombres pero sobre todo la mano de Dios que escribe derecho con renglones torcidos: los de los hombres a los que mira con misericordia. Sin ello la Tierra Santa no existiría hoy para los cristianos.

            Todos pueden sentir admiración por Jesucristo como el hombre bueno que ha enseñado una doctrina maravillosa, pero eso no significa creer en el Niño de Belén, como el Hijo de Dios encarnado para la salvación de todos los hombres, la Persona divina que obra a través de la naturaleza humana que ha asumido. Por ese Niño la Iglesia es la comunidad de los creyentes, de los perdonados, que predica a Jesucristo como el Salvador de los hombres.

            Gracias a esta fe la Navidad llega más allá del ternurismo, necesario pero insuficiente, y mueve a cambiar profundamente ejercitando virtudes muy concretas. Por ejemplo, la humildad para andar en la verdad, como decía Santa Teresa; y también afinando la propia conciencia que se mira en Jesús Niño, joven, o en la madurez, para no autoengañarse; por eso es tan útil el sacramento de la Penitencia practicado en este tiempo de Navidad, sobre todo  cuando uno lleva meses o años sin vivirlo.

            Junto a la humildad es tiempo de practicar la caridad que da vigor a las virtudes de la convivencia tan necesarias como ausentes en esta sociedad: la amabilidad con todos, perdonar y olvidar; dar gracias al prójimo; subrayar lo positivo y poner buena cara; adelantarse en el servicio… entre otras. Porque si no traducimos de este modo la mirada del Niño la Navidad degeneraría en unas simples fiestas de invierno, como algunos intentan con torpeza y fracaso.


Cielo y tierra unidos

            Asomados al portal de Belén, “la casa del pan” de Vida, los hombres podemos comprender que todas las cosas son buenas, y se puede hablar de un materialismo cristiano. La fe cristiana no desprecia las realidades nobles de la tierra porque ve en la naturaleza y en la historia la Providencia de Dios, en la materia y en el espíritu, en lo bueno y también en lo malo. El cristiano no es un ser especial que nada tenga que ver con los demás hombres, sino que trabaja con ellos para acercarles a Dios colaborando con los dones que recibe en los sacramentos.

            Con esta fe audaz lo ha expresado san Josemaría Escrivá: «El auténtico sentido cristiano —que profesa la resurrec­ción de toda carne— se enfrentó siempre, como es lógico, con la “desencarnación”, sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un “materialismo cristiano”, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu. ¿Qué son los sacramentos —huellas de la Encarnación del Verbo, como afirmaron los antiguos— sino la más clara manifes­tación de este camino, que Dios ha elegido para santificarnos y llevarnos al Cielo? ¿No veis que cada sacramento es el amor de Dios, con toda su fuerza creadora y redentora, que se nos da sirviéndose de medios materiales?» (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer,  n. 115).

            Queremos decir que la presencia de Jesús en Belén da un valor nuevo a todo lo humano. Al entrar en la tierra ha tomado sobre sí las realidades humanas nobles, dándolas plenitud de significado. El cristiano reconoce entonces el sentido divino del quehacer humano y, con el auxilio de la gracia, puede realizar obras con valor de eternidad contribuyendo a instaurar el Reino de Dios en el mundo. Entonces el “Feliz Navidad y deseo de todo lo bueno para el próximo Año 2015” tiene sustancia humana y cristiana.


Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Nino-salva_0_2405159470.html


 http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Cielo-tierra-unidos_0_2405159472.html

Los vuelos del Papa

Los viajes del Papa Francisco en avión proporcionan buenos titulares a la opinión pública. A la ida a Filipinas lo del puñetazo y a la vuelta lo de los conejos, en respuesta las preguntas de los periodistas. Francisco no renuncia decir lo que piensa en beneficio del impacto claro para la gente común; no ignora que algunos criticarán sus palabras y sigue adelante con su espontaneidad de párroco mundial.

Cualquier persona con sentido común sabe distinguir entre las enseñanzas doctrinales y morales de su elevado magisterio, como hace en la Exhortación ”Evangelii Gaudium”, de estas declaraciones directas para fijar una idea. El Papa Francisco no alienta ninguna violencia contra nadie pero afirma con claridad que la libertad de expresión sí ejerce violencia contra muchas personas mofándose de sus creencias y valores fundamentales. Francisco tampoco propone un freno a la natalidad de los católicos pues, en sintonía con Pablo VI y Juan Pablo II, no entiende la paternidad responsable como tener sólo un hijo por matrimonio. No, el Papa no está en las nubes porque vuela por encima de las nubes con la ayuda de Dios.

Jesús Ortiz

Francisco y la paternidad responsable


Francisco tiene gran capacidad para provocar titulares sorprendentes que necesitan ser desbrozados de la maraña mediática. Cierto que en el avión de vuelta de Filipinas ha dicho que «hacer hijos en serie» o que ser buenos católicos no lleva  «perdonarme las palabras, a ser como conejos», como matiz a su exhortación a que los matrimonio estén abiertos a la vida. Una vez más su lenguaje coloquial con periodistas en un vuelo debe ser bien entendido. Porque el Papa Francisco no apoya de ningún modo el control de la natalidad ni las políticas maltusianas para frenarla en países menos desarrollados, como ha dicho expresamente.

El Papa Francisco predica la paternidad responsable «en el mismo sentido y la misma sentencia», según el dicho teológico, que Pablo VI en la Humanae Vitae cuando mantuvo la doctrina permanente de la Iglesia en medio de las presiones para que la cambiara. Mensaje nuclear de sus encuentros en Manila con las familias ha sido mostrar «la alegría y esperanza de ver tantas familias numerosas que acogen los hijos como un verdadero don de Dios». Y en la posterior audiencia semanal en Roma ha alabado también la valentía de Pablo VI por rechazar las tesis de que «las familias con muchos hijos y el nacimiento de tantos niños sean la causa de la pobreza. Me parece –decía- una afirmación simplista». Si había que corregir algo él mismo lo ha hecho.

En torno a la paternidad responsable, entendida malamente de modo restrictivo, hay un problema práctico y un problema moral-doctrinal. Una mala praxis suele corromper los principios, es decir, una teoría verdadera en sentido griego. Y también una teoría errónea desemboca en una praxis torcida. De modo más coloquial podemos decir que un fin bueno no puede justificar unos medios inmorales, que sí deben justificase por su rectitud ética: el fin no justifica los medios.

Por eso la mentalidad contraceptiva de limitar voluntariamente el número de hijos a uno o dos, como es costumbre en  los países desarrollados como España a la cola de la natalidad, constituye ya un fin malo y por ello también los medios contraceptivos que buscan ante todo la seguridad: desde los anovulatorios modernos, pasando por los preservativos hasta llegar al aborto. Esta es la dinámica interior de esa mentalidad, aunque ciertamente no todos practiquen esos medios inmorales.

El Papa Francisco no frena la natalidad, y entiende la paternidad responsable como siempre: se ejercita con la voluntad de tener un hijo más o, si hay motivos graves distanciar otro nacimiento, sirviéndose de los métodos naturales, que por cierto los expertos valoran por su gran efectividad. Unas veces se utilizan rectamente para posponer un embarazo o para procurarlo cuando se desea otro hijo.  La buena praxis de la Iglesia y la pastoral por parte de los sacerdotes es mostrar la doctrina católica sin empujar, sin frenar y sin corregir la decisión en conciencia de los matrimonios, que nadie puede sustituir, dejando siempre un margen a la gracia de Dios.  En definitiva, el Papa viaja entre las nubes pero no está en las nubes, aunque algunos interesados lean en diagonal sus palabras.


Jesús Ortiz López . Doctor en Derecho Canónico 


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