En España crece el número de abortos hasta superar cada año
los cien mil y practicado por chicas cada vez más jóvenes. Hasta el punto de
que España se ha convertido en un importante abortorio europeo. Dos líneas de
fuerza sustentan esta penosa situación: la primera, el engaño masivo instalado en la sociedad, y la segunda
considerar el aborto como algo inevitable. Gran engaño porque ni es un derecho,
ni es una conquista social.
Engaño masivo
En el gran engaño del aborto participa el entramado social
constituido por diversos colectivos. En primer lugar muchos sanitarios (médicos,
enfermeras, clínicas) son partidarios del aborto y lo presentan a las mujeres
como el único camino para solucionar su problema, ocultando información sobre
otras salidas respetuosas con la vida y pruebas como el estudio de una sencilla
ecografía.
Buena parte
de la administración pública implicada coopera con los profesionales del aborto
dejando de informar sobre otras soluciones y derivando a determinadas clínicas
particulares. En concreto, la Seguridad Social subvenciona el aborto con 500
euros cuando se practica antes de la semana doce y si es posterior o de riesgo con 1800 euros, eso sí en las clínicas
abortistas como para lavase las manos. Estos profesionales del aborto animan a
las mujeres al aborto con total frialdad
asegurándoles que se recuperarán pronto y no pasa nada. Con frecuencia la
protección de datos y la gestión de residuos humanos se realizan al margen de
las normas establecidas. También los jueces suelen ser muy benévolos en las
escasas condenas administrativas o penales a las clínicas abortistas.
Parte
importante de la opinión pública abortista está en manos de grupos de presión
nacionales e internacionales que presentan la interrupción del embarazo como un
derecho, llegando a condicionar las ayudas a países menos desarrollados a la
promoción de la contracepción, como método para frenar el crecimiento de la
población. Y a las naciones desarrolladas como España les presionan si quieren hacer
un buen papel en el concierto internacional y en la opinión pública mundial.
Hace años
que los gobiernos de España reciben presiones de esas organizaciones
internaciones –departamentos de ONU, de la Comunidad Europea, o la OMS- para
desarrollar la legislación y establecer el derecho a la “interrupción
voluntaria del embarazo”, con hipocresía disfrazada en las siglas IVE. Para
cumplir con esos compromisos los gobiernos socialistas, con Zapatero a la
cabeza de la progresía, han creado la actual ley del aborto a plazos y como
derecho social de las chicas incluso sin consentimiento de sus padres. Aunque
también el gobierno de Rajoy no ha querido cambiar la sustancia de esta ley
Aído y se limita, en vísperas de elecciones, a un recorte cosmético totalmente
engañoso, olvidando su anterior compromiso con buena parte de sus electores.
Además, en
las cadenas de televisión mayoritarias proliferan los programas, series o
debates que presentan el aborto como progreso, manipulando la opción por la vida
como algo intolerante y antipático. Lo mismo puede decirse de parte importante
de la prensa escrita o digital.
Testimonio de las
víctimas
La víctima principal de este gran engaño es la mujer, sobre
todo joven, que recibe mucha presión del compañero o de sus allegados, hasta convencerle
de que el aborto es la única solución eficaz para su embarazo. De las secuelas
traumáticas que tendrá después nadie le habla, en medio de la conspiración de
silencio para ignorar los testimonios de mujeres que abortaron y arrastran una
vida traumatizada. Salvo que asuman su acción, busquen el perdón y perdonen,
implicándose para ayudar a otras mujeres a preservar la vida naciente.
Un ejemplo
concreto, entre tantos, es el de Dalila que tenía dos hijos, uno de ellos bebé
y quedó embarazada: «Tenía miedo de perder mi empleo y a mi pareja. Me sentía
realmente sola, sentía que no tenía apoyo de alguien, ni siquiera de un
apersona que me dijera “vas a salir adelante”. Mi pareja no me dio oportunidad,
se negó totalmente. Aborté por él, pero no resultó porque se fue de todas
formas. Y el trabajo también lo perdí poco después». Con 300 euros acudió a una
clínica abortista: «es un lugar preparado para que salgas sin tu bebé, en el
que nadie te pregunta si quieres hacerlo. Todo es inmediato. Es una experiencia
horrible porque eres consciente de lo que está ocurriendo allí y en ese momento
te pones a imaginar la cantidad de bebés que matan allí a diario y somos las
madres las que lo permitimos».
Diez años
más tarde ha superado las secuelas gracias a las ayudas recibidas: «Acudir a
una clínica para abortar no es la solución. Hay que pedir ayuda a
organizaciones como RedMadre o a parroquias, que ofrecen apoyo psicológico,
material, médico y jurídico para tener el niño. Los hijos son una bendición –termina-
y las circunstancias en la vida cambian mucho». Ahora Dalila acude a las
puertas de las clínicas abortistas para intentar ayudar a otras madres a seguir
adelante con su embarazo. Con esas ayudas ahora está casada, he tenido una niña
y encontró otro trabajo.
Testimonio de los
rescatadores
La segunda línea de fuerza considera el aborto como
inevitable por la existencia de tantos embarazos no deseados. La mentalidad
contraceptiva es beligerante contra la vida y no se detiene a revisar su
orientación inicial genocida. Cada vez inventa más barreras a la concepción que
sorprendentemente siguen fallando y llevando inexorablemente al aborto como
solución final. Esta mentalidad perversa no quiere reconocer que el aborto no
interrumpe el embarazo sino que siega una vida humana en sus primeras fases en
el seno materno.
La opinión
pública silencia la acción meritoria de tantas organizaciones dedicadas a defender
la vida como RedMadre, Foro de la Familia, Pro Vida, entre tantas otras, que
informan de verdad y rescatan de la muerte cada año a miles de criaturas y de
la desesperación a otras tantas mujeres.
La
presidenta de Más Futuro, Marta Velarde, reconoce que «lo que nos cuentan estas
mujeres es, en muchos casos, difícil de asimilar. Hay madres embarazadas de
seis meses que quieren abortar por una malformación en una extremidad del bebé.
El problema no solo son los padres o parejas que obligan a las mujeres a abortar,
sino que muchos médicos de familia, profesionales de hospitales públicos y
asistentes sociales aconsejan a las chicas que lo hagan, tal y como nos han indicado
muchas jóvenes que, tras la información de los rescatadores, han visto que
existen otras soluciones distintas a las de acabar con la vida de sus hijos».
En resumen,
como todos sabemos, el aborto nunca es una “interrupción voluntaria del
embarazo”, la sociedad acepta el engaño masivo, y además no es algo inevitable
porque tiene remedio, a condición de aceptar el problema -un verdadero cáncer
en el cuerpo social-, y poner los medios para encontrar una solución humana.
Todos conocemos también la afirmación del escritor Miguel Delibes cuando dijo
que la aceptación social del aborto es una de las peores lacras de nuestra
sociedad.
Las
manifestaciones a favor de la vida y de la maternidad recorren periódicamente
las calles de las principales ciudades europeas, como Madrid, donde el 14M
tendrá lugar otra con el lema “Cada vida importa”. Se suma a la muy numerosa
del pasado 22N y los colectivos organizadores manifiestan que «queremos hacer
patente que la voz de la vida pide y no dejará de pedir, un espacio en la vida
española, también en la vida política, en las leyes y en las políticas
públicas, hoy, mañana y siempre. Porque la defensa de la vida no debe ser
discutible ni opcional; es algo irrenunciable y está por encima de situaciones
políticas coyunturales». Es decir, la defensa de la vida y de la maternidad no
es coyuntural para influir en los partidos, impermeables a la ética como han
demostrado, porque es algo trasversal en el espacio y en el tiempo: es la
defensa del hombre frente al suicidio moral colectivo.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico
http://www.religionconfidencial.com/tribunas/gran-mentira-aborto_0_2451954793.html