martes, 6 de octubre de 2015

El buenismo a debate

La mitología moderna está asumiendo tanto un ecologismo utópico como una tolerancia sesgada que van en perjuicio de la condición humana real. Son manifestaciones del buenismo complaciente  que descansa en el mito rousoniano del buen salvaje.

Pensamiento fragmentado
Cierto ecologismo radical señala al ser humano como el gran depredador de la naturaleza, hasta el punto de buscar un nuevo modo de vida al estilo Avatar. Vana utopía que sin embargo cala en la sensibilidad de muchos alimentada desde el cine, las novelas e incluso las pláticas eclesiásticas. Otro síntoma del buenismo moderno está presente en una tolerancia utópica que bendice cualquier comportamiento aunque contradiga lo más básico de la naturaleza humana y dañe a la sociedad, como es el caso de la ideología de género que produce frutos como el marasmo LGTB. Frente a esas concepciones fragmentadas del ser humano que desorientan a la sociedad por falta de sentido global la nueva encíclica Laudato si hace un planteamiento ético de la sensibilidad actual sobre el cuidado de la naturaleza, en todos los sentidos y no sólo respecto a los bosques o al consumismo.

Cambio de paradigma
Papa Francisco considera que la ecología es el estudio de las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan. También exige sentarse a pensar con honestidad acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad revisando modelos de desarrollo y consumo (cfr. n. 138).

Estructurada  en seis capítulos propone una conversión ecológica profunda que implica cambios de paradigma de los valores cotizados actualmente.  Esos grandes apartados tratan de: lo que está pasando a nuestra casa; el evangelio de la creación; la raíz humana de la crisis ecológica; la ecología integral; algunas líneas de orientación y acción; y acaba proponiendo una educación espiritual ecológica.

Esta encíclica descansa en la verdad de la creación y belleza de la naturaleza, de la bondad de las criaturas, y de la libertad responsable de hombre con la misión de cuidar todo eso. Supera así la ideología ecologista  interesada en rebajar dignidad del ser humano, hablando incluso de los derechos de los simios mientras defienden el aborto. Plantea el Papa exigencias a nuestro mundo desarrollado y tecnocrático pero con déficit de conciencia moral, enraizado en el antropocentrismo moderno que no quiere ver las normas morales universales.

Muchas adhesiones aunque también algunas críticas: en primer lugar por admitir el calentamiento global, algo no unánime entre los científicos, y también por su crítica a la economía de mercado que supondría una falta de realismo, dado que es el modo probado de sacar de la miseria a millones de personas cada año. Ciertamente tiene su riesgo señalar ejemplos prácticos como abrigarse más para no subir la calefacción y a la inversa en verano (entre otras razones porque el verano en Sevilla no es el de Oslo), o reutilizar objetos para no alimentar el consumismo.

Educación de las conciencias
Sin embargo, los críticos serenos reconocen   el planteamiento teológico y moral de la encíclica, acorde con la doctrina social de la Iglesia, que apela siempre a la conciencia de las personas. Sólo así surgirán remedios válidos aunque no sean perceptibles a corto plazo, pues se trata de cambiar el mundo desde dentro y no desde las estructuras, que naturalmente deben ser saneadas. Si consideran que hay dosis de angelismo en Laudato si también deberían admitir la primacía de la educación moral de las conciencias  sobre los remedios empíricos  inmediatos.

El antropocentrismo moderno denunciado en la encíclica exalta la libertad desvinculada de la ley natural, de las normas morales,  y de leyes de convivencia. Así deforma el sentido de la verdadera tolerancia que descansa sobre la base de las normas éticas que piden hacer el bien y evitar el mal, realidades objetivas, aunque en ocasiones no se penalice civilmente una determinada conducta a fin de evitar un mal mayor -tal ocurre con la blasfemia en Occidente- en las antípodas del integrismo musulmán, por defender la libertad aunque sea mal usada. Sin embargo la defensa indivisible de la libertad humana no implica admitir como derechos humanos a los hijos como juguetes para autorealizarse, el aborto selectivo, o el matrimonio  entre homosexuales; en definitiva los nuevos derecho sociales desvinculados de la naturaleza moral del ser humano.

Buenismo eclesial
En el ámbito eclesial se ha introducido algo parecido en forma del buenismo que pone entre paréntesis las normas morales, la verdad, y la justicia en detrimento del Evangelio de Jesucristo. Queda bien hablar de compasión, de caridad incluso, de misericordia, y mal recordar la conversión como camino ordinario hacia la santidad. Con esta perspectiva reductora se busca que los católicos divorciados casados civilmente participen de la Eucaristía, sin mencionar la necesaria contrición,  confesión y satisfacción, actos del penitente esenciales para recibir válidamente la absolución sacramental, salvo que alguno tenga una idea mecánica del sacramento. También se insiste tanto en la pastoral de acercamiento y atención de los alejados sin mencionar el proceso de conversión, confundiendo quizá la ley de la gradualidad con la gradualidad de la ley moral que no obligaría a todos por igual. Da la impresión de que algunos están muy empeñados en cambiar las normas morales de la Iglesia, del Evangelio, sobre moral sexual.  Y parecen ignorar la mala experiencia de la Iglesia anglicana que se acomoda al relativismo cultural imperante y sufre una sangría de abandonos.

Quien lea el Evangelio completo encontrará junto a la misericordia de Jesucristo también sus palabras exigentes contra las resistencias a la gracia de Dios. Solo unos ejemplos tomados de Mateo: “No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os despedacen” (Mt 7,6); “Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran” (Mt 7,14); “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21); “¡Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han obrado en vosotras, hace tiempo que habían hecho penitencia en saco y ceniza” (Mt 11,21). Son palabras salidas de la boca del Buen Pastor que no quiere que se envenenen con pastos nada verdaderos .

Todos conocemos el pasaje de la mujer pecadora tratada con verdadera misericordia por Jesús impidiendo primero que sea lapidada pero advirtiéndole después “Vete y a partir de ahora no peques más” (Jn 8,11). Los exégetas saben que este pasaje fue suprimido en algunos códices antiguos para evitar que se deformara la naturaleza del perdón en la Iglesia y la misericordia de Dios ambas ancladas en la verdad fundamental de que el mal aparta de Dios y de que todos debemos hacer el bien para ser gratos a Dios. Por todo ello la pastoral descansa necesariamente en la verdad moral y religiosa, porque la verdad y la misericordia van unidas. Basta escuchar al Papa Francisco para comprender cómo hace compatibles gestos llenos de compasión con fuertes palabras para proclamar la verdad del Evangelio. Al clausurar el Sínodo extraordinario en octubre pasado advertía precisamente sobre: «La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los "buenistas", de los temerosos y también de los así llamados "progresistas y liberales"».


Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


http://www.religionenlibertad.com/el-buenismo-a-debate-44062.htm

La familia en un tiempo nuevo

Ha comenzado el Sínodo ordinario sobre la familia. La Iglesia dispone de una radiografía de la familia en el mundo, y puede aportar soluciones para los casos difíciles en beneficio de la familia como institución clave de la sociedad y camino de santidad para los fieles.

            El Papa Francisco menciona en su Homilía del domingo de la inauguración el drama de la soledad inspirándose en Génesis pues Dios no ha querido que el hombre ni la mujer estén solos. Hoy muchos reviven aquella soledad por las rupturas matrimoniales y heridas en la indisolubilidad. Reconoce además que « El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social». El Evangelio muestra que Jesucristo restituye el plan original elevándolo a la dignidad de sacramento, es decir, está en medio del matrimonio y la familia con dones específicos para quienes se abren a su amor: «Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originante».

            Porque para Jesucristo el matrimonio no es un sueño de adolescentes o una utopía imposible para la mayor parte de los mortales. Las experiencias de las últimas décadas causadas por los intentos de redefinir el matrimonio y la familia resultan penosas y nadie las desea. De ahí que el Sínodo ponga en un escaparate el sentido original del matrimonio pues la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

            En definitiva, los matrimonios cristianos ofrecen su testimonio al mundo de que Dios puede estar en el centro del hogar con todos los sucesos ordinario y extraordinarios.  De modo que el gran drama del matrimonio es que Dios no cuenta para muchos y su proyecto vital camina en dirección distinta al plan del Creador, en vez de los casos particulares que desean una solución mediante una pastoral no apoyada en la verdad. Insiste el Papa una y otra vez en que debemos vivir la caridad con verdad, acogiendo y ayudando a quienes están en situación irregular y reconocen el valor de la gracia y del plano inclinado. 

Radiografía de la familia
Durante los últimos años la Santa Sede ha pedido a las diócesis datos concretos e información sociológica para saber la dimensión real de problemas muy variados. Ahora dispone de una fotografía de la familia en el mundo, y además una radiografía de las actitudes entre los fieles respecto al matrimonio y la familia. En el Sínodo de octubre de 2014 se abordaron esos problemas a fin de encontrar respuestas pastorales para desarrollar, dentro de lo posible, un plan integral para defensa de la familia,  de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia acerca de la santidad a que están llamados todos los fieles, siendo para la mayoría el matrimonio el camino real para encontrar a Dios.
           
Pastoral sin recetas generales
Como ha señalado el Vaticano, una cosa es el Sínodo mediático -y bien que lo vemos con esa extravagante pirueta del sacerdote homosexual apareciéndose en el día de la inauguración-, y otra el Sínodo real, donde se estudian los problemas y se buscan soluciones con la participación de 270 participantes, más 18 matrimonios y diversos expertos, que no buscan salir en los platós. Como es sabido, este Sínodo no tiene como finalidad revisar los planteamientos doctrinales sobre el sacramento del matrimonio y sus fines o sobre la naturaleza de la familia como institución esencial de la sociedad. Porque todo ello ha sido abordado repetidas veces desde el Concilio Vaticano II, en documentos específicos de Pablo VI, san Juan Pablo II, de  Benedicto XV, otros de la Conferencia Episcopal Española, y naturalmente en el Catecismo de la Iglesia Católica.

            Porque la acción pastoral no busca ofrecer recetas generales. Los sacerdotes tienen experiencia de que cada caso es distinto y cada persona vive de manera única sus aspiraciones y su fe. Pienso, por ejemplo, en el caso de un divorciado y casado civilmente que manifestaba su pleno acuerdo con la pastoral de la Iglesia en estos casos. Declaraba que su vida no ha sido precisamente un camino de rosas, con varias pruebas que ha podido sobrellevar gracias a la oración. Reconoce que en su situación personal no puede recibir por ahora la Eucaristía ni el sacramento de la Reconciliación, pero lo considera como un camino de purificación y una oportunidad para valorar más esos sacramentos. Reconoce que por ahora «no recibir los sacramentos -digamos de manera oficial y visible- no significa ser rechazado, absolutamente no». Sabe que la praxis de la Iglesia es para él camino de humildad porque con frecuencia nos preocupa más lo que los demás opinen de nosotros que lo que piensa Dios, de modo que «nada ni nadie nos puede impedir amar a nuestro Dios y elegirle a Él. Doy gracias a Dios».

            Comprobamos así que esa actitud responsable lleva a la serenidad después de los errores  y pruebas, aleja del victimismo de echar las culpas a los demás e incluso a la misma Iglesia, que actúa como experta en humanidad. Por ahí debe ir la madurez humana y la santidad personal. 


Jesús Ortiz López 

http://www.religionenlibertad.com/una-radiografia-de-la-familia-45252.htm

UN ESPEJO SOBERANO DE LA CONDICIÓN HUMANA

Esto puede ser la vida de la María Antonieta, primero archiduquesa de Austria y después reina de Francia, como esposa de Luis XVI. Lo muestra Zweig en su famosa biografía de esta desdichada mujer víctima de las sociedades secretas y francmasonería que envenenaron a las masas en la Revolución francesa. Una lección siempre presente.

Desde joven recibió una esmerada educación impulsada por su madre, la emperatriz María Teresa de Habsburgo. Siempre fue una joven impulsiva y encantadora con una capacidad ilimitada de disfrutar, una criatura irreflexiva, “la reina del rococó o muñeca del mundo elegante, que tenía miedo de aburrirse”, al decir de Zweig,

El pueblo francés la recibió con entusiasmo en París en 1773 después de vivir en Versalles con su marido durante tres años, hasta la muerte de Luis XV; ese pueblo que la siguió fascinado durante años hasta que fue envenenado por la Revolución de 1789. Y con la misma pasión irracional fue vilipendiada y destruida hasta morir en la guillotina en octubre de 1783, pocos meses después de su marido Luis XVI.

Bien se podría subtitular esta biografía irrepetible como “una lección inolvidable en cabeza ajena”, o “alcanzar la madurez mediante el sufrimiento”. Hasta poco antes sólo había jugado con la vida –cosa que no exige ningún esfuerzo- y jamás había luchado con ella, dice su biógrafo. También se podría decir que María Antonieta experimentó en su corazón sensible, pero sobre todo en su cabeza toda la maldad humana. Así, pasando por las más aborrecibles calumnias y humillaciones, maduró definitivamente su carácter hasta morir con la dignidad que corresponde a una reina.
El lector o la lectora encuentran en esta vida grandes temas para la reflexión acerca de la superficialidad y de la madurez, de los goces efímeros y del sufrimiento atroz, o de la dignidad frente a la terrible maldad humana. Una soberana lección para la posteridad.

Conviene no olvidar a tantos personajes que pululan alrededor de María Antonieta. Unos nefandos como Danton, Robespiere, Hebert, Beaumachais, Marat, o la falsa noble De la Motte con su lío del collar; y otros bondadosos como el mismo Luis XVI; unos heroicos y sacrificados como el gran amigo y amante barón Fersen, el barón Batz, o la martirizada princesa Lamballe; y otros tibios como el general Lafayette, o el cobarde pintor Luis David tránsfuga hacia la Revolución o hacia Napoleón según convenga; sin olvidar a otros traidores como el hermano del rey asesinado, el conde de Provenza, que se hizo con la corona en 1814. En eso quedó la revolución pues lo de  “libertad, igualdad y fraternidad” está escrito sobre todo con sangre ajena.

Stephan Zweig es un maestro de la narración, riguroso en las fuentes, nada complaciente con el personaje, pero apasionado por descubrir su alma; con una aguda captación psicológica, y un espíritu crítico apasionado contra la estulticia humana y la cretinización de las masas, convertidas en manada que destroza cuanto embiste con su furor envidioso. Crítico sobre todo con aquellos intelectuales que destruyen vidas con el libelos calumniosos de la peor ralea y deshumanizan a las gentes desde sus cenáculos para alimentar el Terror que han provocado. Así fue la famosa Revolución francesa, y la mayoría de las guerras, también en España, y la historia comienza a repetirse entre nosotros. Por eso es tan importante conocer el pasado y mirar el presente con inteligencia y pasión.

Jesús Ortiz López






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