jueves, 31 de marzo de 2016

Pascua: Renacer a la esperanza



Las cosas no pintan bien tanto en la superficie como en el fondo, y esto afecta a la coherencia con la fe en la vida social y en la omnipresente política. Cabe arroparse con la queja perezosa, o ponerse a trabajar con más brío. Como hace un buen deportista, un agricultor, un pescador, o un cristiano responsable. La Pascua es una ocasión para renacer a la esperanza.

Abrir las puertas
Con estas palabras exhortaba Juan Pablo II al mundo en el comienzo de su pontificado, y así pide ahora el Papa Francisco una Iglesia de puertas abiertas, que salga a la calle. Quien cierra la puerta del alma se queda a oscuras, como el que cierra puertas y ventanas a la luz del día, pues el sol sale para todos y es bien real; sin embargo quien se encierra voluntariamente llega a negarlo y se renuncia a la esperanza. Sin embargo no sería difícil superar esa triste situación abriéndose a la acción de Dios que habla con más claridad de lo que a veces nos parece. No olvidemos que el rechazo al Dios real, no imaginado, no se debe sólo a elevadas cuestiones intelectuales o científicas sino sobre todo a una voluntad individual que se resiste al bien. Hay pocos ateos teóricos pero muchos prácticos.

Parece que el genio de Goethe, aunque no era un hombre ateo, no sentía la necesidad de ser salvado por la fe cristiana, pues no se consideraba un hombre pecador, porque no creía en un Dios personal, como él mismo reconoció. Es una carencia que tienen ahora otras personas que se consideran vagamente religiosas pero no cristianas, y en realidad tienen una fe empobrecida: no se relacionan con Dios ni con su Iglesia que, en palabras del Papa Francisco es la Casa de la misericordia.

El optimismo cristiano
La esperanza es natural al hombre y se encuentra reforzada en los creyentes como virtud o don de Dios que quiere para todos la bienaventuranza o vida divina, y ofrece los medios de la gracia para alcanzarla. Descubrimos así la importancia de confiar en los demás, en los instrumentos de Dios como son los sacramentos y la misma Iglesia, como apoyo para el camino y garantía de llegar a la meta del Cielo bien acompañados. En otras palabras, la esperanza es el optimismo cristiano, que garantiza el futuro sin vuelta atrás y un presente equilibrado con una paz que el mundo no puede dar.

La vida cristiana ha sido comparada tantas veces con el deporte porque también exige sacrificios para alcanzar una meta que vale la pena y trasciende este mundo. Hay que evitar la respuesta tibia ante la llamada a la santidad; el camino mediocre de quienes no desean enfrentarse a Dios pero tampoco quieren exagerar en la vida cristiana. Porque siempre habrá que luchar contra las malas inclinaciones de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza que se pueden vencer con la ayuda de Dios. La Pascua es una llamada a vivir con una esperanza más segura porque Dios derrocha sus gracias a quien se le acerca con un corazón contrito, convencido de que así puede cambiar las sombras de su vida presente[1]

Pequeñas y grandes esperanzas
Como decimos, la sociedad actual presenta signos de haber equivocado la esperanza y de caer en la desesperanza, en la medida en que pierde el sentido de las realidades últimas y de su destino eterno en Dios. El Papa emérito Benedicto XVI hacía un análisis profundo de la situación histórica para enseñar con su magisterio el camino de la verdadera esperanza, porque los hombres no podemos vivir solo de las pequeñas esperanzas terrenas.  Porque el progreso científico y el bienestar social actúan muchas veces como narcóticos que alejan de la realidad y generan nuevos problemas. Como la pérdida del sentido de la vida, el trabajo absorbente como peldaño para el triunfo personal en detrimento de otras facetas más importantes (el matrimonio, los hijos y la familia). También se añaden, entre otros, los problemas del desarraigo, la emigración, el hambre y la pobreza, la soledad, el creciente número de suicidios, la violencia juvenil y el terrorismo. Podemos decir que una sociedad sin valores es una sociedad sin futuro.

El sacramento de la Reconciliación, la Confesión, tiene una gran importancia para mantener viva la esperanza grande. Decía san Juan Pablo II que sería presuntuoso pretender recibir el perdón prescindiendo del sacramento instituido por Cristo precisamente para el perdón. Y ahora el Papa Francisco dice lo mismo en el reciente libro-entrevista realizada por Tornielli, titulado «El nombre de Dios es misericordia»: «Cuando se experimenta el abrazo de misericordia, cuando nos dejamos abrazar, cuando nos conmovemos: entonces la vida puede cambiar, pues tratamos de responder a este don inmenso e imprevisto».

Dios y la rapera
Siempre se puede volver a Dios, como reconocía aquella rapera, Blanca, que ha creado el grupo Portavoces del Cielo. En una entrevista reconoce que aquello «Era pura soberbia, en plan venimos de lo alto, sin nada que ver con la religión». Pero en la JMJ en Colonia empezó a conocer a Dios más de cerca; tenía algo de fe aunque creía en un Dios que estaba en lo alto, que no tomaba parte en mi vida de forma tan directa, personal.

Dice que el rap también puede ayudar a hacer oración: «Las letras, claro, tienes que escribirlas. Y eso te obliga a meditar». Aunque también le gusta el canto gregoriano porque piensa que hay sitio para todo tipo de ritmos. Por ejemplo dice que en una exposición del Santísimo «no te vas a poner a rapear; no pega en un momento tan solemne, tan recogido». Su canción Talitha Qumi está basada en el Evangelio, en el pasaje de la hija de Jairo. Empieza así: «Levántate niña/ alégrate oveja… Me gusta la figura del buen pastor. Ovejas sí, borregos no». En resumen considera que «Si llevas una vida cristiana, harás un rap cristiano y los católicos tenemos que estar ahí»[2].


[1] Estos párrafos pertenecen al libro «Preguntas comprometidas» , J.ORTIZ LÓPEZ, Ed. ADADP. Barcelona. 2015, del autor de este artículo.
[2] En la misma obra, págs.131-134.
 

http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Renacer-Esperanza_0_2682331760.html

miércoles, 16 de marzo de 2016

Yo soy esas sisters asesinadas



Cinco Misioneras de la Caridad han sido asesinadas en Yemen por su fe cristiana a manos de fanatismo islámico. Son: Sister Anselm de la India, Sister Judith de Kenia, Sister Margarita de Ruanda, Sister Reginette también de Ruanda. No olvidamos sus nombres y a su tiempo figurarán en el elenco de los santos mártires del siglo XXI. Verdaderamente son mártires porque permanecieron allí después de haber recibido amenazas, según ha confirmado el Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin. Y el Papa Francisco aseguró el domingo siguiente durante el Ángelus que las religiosas asesinadas eran mártires que habían derramado su sangre por la Iglesia. Ellas han muerto por Jesucristo y por el prójimo a causa del odio al cristianismo.


Son las penúltimas, porque cada día hay nuevos asesinatos de religiosos y laicos, misioneros, en algún país fanatizado por las hordas del fundamentalismo islámico. Si el siglo XX ha llenado el mundo de mártires, en mayor número que en los primeros siglos, este siglo nuestro no le va a la zaga. Y tan solo estamos empezando.


Me parece que por ahora los cristianos no saldremos a las calles a decir «Yo soy esas sisters asesinadas» para manifestar nuestra rabia. Y menos lo esperamos de los partidos en Occidente –tan temblorosos ante el nombre de Dios o de la Iglesia- así como de buena parte de la prensa. Porque sabemos que la cristofobia está en la entraña de ciertos organismos internacionales, como en determinadas divisiones de la Unión Europea y en Naciones Unidas, en las que impera el laicismo para configurar unas sociedades postcristianas sin Dios.


Sembradores de paz

Los cristianos también somos víctimas del Daesh y otras siglas del marasmo terrorista. Ciertamente no perdemos la vida aunque sí sufrimos al ver nuestras creencias perseguidas e incendiadas en tantas iglesias del África, de la India, o de algunos países de Extremo Oriente. Hay un abismo entre las víctimas mortales y perseguidas en sus países, como Siria o Irak, y los que vivimos cómodamente en Occidente, pero sí hay un hilo conductor de sufrimiento en la misma fe.


Esa rabia nuestra podría llevar a decir y hacer barbaridades pero bien saben los terroristas islamistas que no haremos ninguna salvajada: hoy no empuñaremos las armas allí lejos, ni emplearemos aquí cerca la calumnia para destruir la fama de los adictos a la cristofobia, como sí hacen ellos con la Iglesia. De una parte lo impide la caridad cristiana que nos lleva a ser sembradores de paz, la Alegría del Evangelio, y a trabajar a largo plazo. Por ejemplo, con la ayuda de Dios y la sangre de los mártires, los cristianos en África han crecido en el siglo XX pasando de 9 millones a los 541 actuales, - algo impresionante- y se calcula que llegarán a  1,1 mil millones en 2050 . Pero también es verdad que no vamos a permanecer inactivos. Hay muchos modos de ganar las batallas. El mundo entero lo ha podido comprobar en tiempos de Juan Pablo II cuando cayó el muro de Berlín, algo inhumano y antidios, sin necesidad de tener divisiones acorazadas en el Vaticano. Tenemos otras fuerzas. 


Jesús Ortiz López


http://www.religionconfidencial.com/tribunas/Martires-siglo-XXI_0_2673332659.html

miércoles, 9 de marzo de 2016

Un aniversario del Beato Álvaro del Portillo


El día 11 de marzo se cumple un aniversario del nacimiento de Álvaro del Portillo, beatificado en Madrid hace año y medio. Un pequeño recuerdo conocido puede ayudar a la reflexión sobre nuestra situación político social.

            En 1934 un grupo de universitarios daba catequesis en el Puente de Vallecas. A la salida del local se dispersaron para visitar a algunas familias pobres del lugar. Pero unos extremistas les esperaban con porras y piedras para darles una paliza, al grito de «Muera el fascio». Unos de ellos era Álvaro del Portillo. Recibió un fuerte golpe en la cabeza con una llave inglesa que le produjo una herida que más tarde se infectó y tardó en curar varios meses, produciéndole dolores de cabeza. Otro de ellos, Manuel Sainz de los Terreros fue golpeado y pateado cuando cayó en el suelo. Le robaron el reloj.

            Estos universitarios enviaron después una carta al diario ABC para explicar los sucesos, declarando que su labor en el barrio era benéfica y apolítica, pero también que la fuerza pública que andaba por el lugar asistió pasivamente a las agresiones. Aquellos comunistas se habían adueñado de la calle y estaban dispuestos a imponer el terror por todos los medios a su alcance.

            Así se las gastaban esos individuos infestados con la ideología comunista que simplifica la realidad social dividiendo entre los ricos, o el capital, y los pobres o los trabajadores explotados. Afloraba con naturalidad la lucha de clases y el odio a la religión con maneras tan poco democráticas como la descrita, con quienes sólo querían confortar a familias y sembrar algo de paz en el barrio.  Ayer y hoy no resulta difícil justificar las agresiones físicas o verbales propias de delincuentes insociables. Después vino lo que vino.

            Porque está en el núcleo del marxismo la división de la sociedad en clases, siendo ellos los que traen el cambio y el progreso, con la utopía de una sociedad sin desigualdades, y enfrente el capitalismo o como quieran etiquetarlo. Es un proceso elemental pero tristemente eficaz de despersonalizar el proceso, pues de este modo la conciencia se autotranquilliza viendo sólo a un enemigo, al que se puede agredir.

            Un aliado necesario es la manipulación del lenguaje, algo propio de los totalitarismos, que piensan por los demás y dicen lo que hay que hacer. Hablaban de sociedad sin clases, educación popular, amor libre, o alienación religiosa. Con el paso del tiempo el camaleón cambia de color pero no de piel. Porque en el fondo sí hay dos clases de personas: quienes creemos en la libertad y la respetamos,  y la de los enemigos de la libertad para conquistar el poder como sea. Por eso el mundo ha sufrido los gulags, los campos de concentración, lo genocidios, y los populismos con la farsa de los nuevos derechos sociales.


Jesús Ortiz

http://www.religionenlibertad.com/aniversario-del-beato-alvaro-del-portillo-48249.htm