En noviembre hacemos memoria de
los muertos en la paz de Dios y también de los que ha sufrido muerte violenta,
como son tantos mártires españoles. Hace poco se ha publicado el martirologio
matritense dirigido por Mons. Martínez Camino, un trabajo de investigación y
documentación que contiene más de 400 biografías. Ha trabajado con datos de mártires
eclesiásticos dejando para más adelante a los civiles; no de la Guerra civil,
como bien dice, sino del siglo XX en España, pues no fueron combatientes en
ningún bando.
No son combatientes en guerra
Señala en la introducción que
esta obra recoge «la peripecia biográfica y material básica de todos los
sacerdotes y seminaristas relacionados con la diócesis de Madrid-Alcalá
que fueron víctimas de la persecución del siglo XX por ser tales,
con independencia de que sus muertes hayan sido reconocidas
como martiriales de modo canónico o puedan llegar a serlo».
Como es sabido, las víctimas en España
han sido: 12 obispos, 4.200 sacerdotes y seminaristas y cerca de 3.000
religiosos y religiosas, junto con miles de laicos: son ya cerca de 2.000
los que han sido elevados a los altares. En Madrid el número de sacerdotes
y personas consagradas se acercan a los 1.000. Unos 400 han sido
beatificados o canonizados, la mayoría religiosos o religiosas.
Esto es historia documentada y no
un manual para sembrar sal en las heridas del pasado. Algo contrario por cierto
a la Ley de la Memoria histórica, que no parece memoria
porque olvida el mal causado por ambas partes en aquella guerra fratricida; y
tampoco es histórica porque ignora la realidad compleja de los hechos
ocurridos.
Sembradores de maniqueísmo
El maniqueísmo es una patología
del corazón que alimenta el odio al contrario y necesita distorsionar la
realidad, como intenta esa funesta ley. Porque los
dos bandos hicieron víctimas y represalias abominables. Hoy prima destacar las
del franquismo y hacer homenajes a los muertos del Frente Popular. Mal signo
que falta a la verdad. Ciertamente las cunetas recibieron víctimas republicanas
-también del bando nacional-, mientras que las tapias de los cementerios
recibieron los cuerpos de muchos más cristianos coherentes hasta la muerte.
Como botón de muestra de las
salvajadas vale recordar un testimonio terrible de los milicianos en Alicante
en 1936: aquellos del mono se divirtieron con una broma espeluznante con un
niño para que contara las orejas cortadas a los «fascistas» que habían
torturado antes de asesinarlos. Otro ejemplo es la diócesis de Barbastro, donde
fueron asesinados nueve de cada diez sacerdotes, casi la totalidad de los
religiosos y numerosos laicos. Entre ellos el gitano cristiano Ceferino
González «El Pelé» y el obispo Florentino Asensio, escarnecido y martirizado
hasta lo indecible. Con razón se ha escrito que Barbastro ha sido la capital
española del martirio.
Entre la abundante bibliografía histórica sobre este período,
cabe recordar la obra de Gonzalo Redondo, «Historia de la Iglesia en España
1931-1939. Tomo II. La Guerra Civil (1936-1939), reeditada en 1993; la de
Vicente Cárcel Ortí «La Iglesia durante la II República y la guerra civil
(1931-1939), también se sigue publicando la clásica obra de Mons. Antonio Montero,
titulada «Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939», y también,
entre otras, la de José Luis Alfaya «Como un río de fuego» sobre la persecución
religiosa en Madrid.
Jesús Ortiz López
http://www.clubdellector.com/entrada-de-blog/nunca-mas