lunes, 16 de octubre de 2023

La eterna pregunta

Dios no queda tan lejos según el libro de los ingenieros franceses Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré. Con un buen marketing editorial se pone de moda la eterna pregunta ¿Dios existe?[1]. Un planteamiento semejante encontramos en la obra de José Carlos González-Hurtado, Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios[2].

Estos autores piensan que el desarrollo actual de las ciencias arroja luz sobre la existencia de un creador infinitivamente inteligente que explica la existencia del universo. Consideran que ya es “casualidad” que aparecieran los primeros elementos de la materia y mucha más “casualidad” que se hayan dado las condiciones para que la vida exista, y que la tierra sea el balcón del universo, con unas condiciones óptimas para la vida y la observación del más allá.

Buscando porqués

La pregunta eterna ¿Dios existe? es naturalmente humana porque buscamos los porqués de las cosas, las razones de su existir, y las causas que lo hacen realidad. Son cuestiones universales aunque la mayoría de las veces no se hacen explícitas sino implícitas ante los sucesos, los accidentes, el misterio de la vida o el misterio de la muerte.

A partir de esa búsqueda las ciencias buscan las causas según su parcela de la realidad y el método propio de cada una pues no es el mismo para la genética que para la astrofísica, para la historia o para la teología. Precisamente la filosofía busca las causas últimas de cada realidad y de todo en su conjunto, con su método propio a partir de los hallazgos de las ciencias empíricas, como la física, la psicología o la sociología.

Las ciencias humanas aportan datos y conclusiones pero no pueden demostrar absolutamente la existencia de Dios, pues se quedan a las puertas, ya que Dios no es objeto de experimentación científica, precisamente por no ser material y estar fuera del mundo. Tarea de la filosofía es recoger las aportaciones de los científicos y los desarrollos racionales para dar el salto de los fenómenos a su fundamento último. La cuestión principal es buscar el fundamento o razón de ser de todo lo que existe: no busca las causas inmediatas de los hechos o de los fenómenos sino la causa última y más universal, es decir, la causa eficiente que explica el ser de una realidad y del todo y que también es causa final de todo. 

Los científicos comprueban que el espacio, el tiempo y la materia no tienen en sí la razón de su ser, y apuntan más bien a que tienen un origen y un final, el big bang y la entropía están comúnmente aceptadas y comprobadas como materia, que pide fundamento y ésta es precisamente la pregunta es filosófica. ¿Hay una causa eficiente capaz de fundamentar ontológicamente la realidad y dar razón suficiente a nuestra inteligencia? ¿O quizá todo es producto del azar?

Buscando el fundamento

El filósofo encuentra que cada cosa no tiene en sí misma su fundamento porque ha sido causada “desde fuera” de sí misma, y que el azar o la casualidad pospone la cuestión sin resolverla; no hay que detenerse en el dedo que señala (las ciencias empíricas) sino mirar a la luna.

Insistamos en que esa eterna pregunta es una cuestión vital pues toda persona se la plantea tantas veces ante el milagro de la vida, de las leyes del universo, de la condición espiritual del ser humano, del sentido de la vida, del más allá de la barrea de la muerte, del reencuentro con los seres queridos, del valor del amor, y un largo etcétera. Siempre cabe permanecer en la duda aunque esta se considera como un agnosticismo falto de impulso o valentía para plantear en firme las últimas preguntas. Además, la respuesta a la existencia de Dios no nos deja indiferentes porque afecta la vida personal, al sentido religioso, a la ética y a la sociedad. Si Dios existe yo no puedo vivir como si Dios no existiera.

La importancia vital de la pregunta desemboca en la verdadera cuestión más allá de la existencia de Dios pues no es otra que la naturaleza de este Ser supremo, su realidad trascendente no mezclada con el mundo, su carácter absoluto, su carácter personal, su inteligencia y su voluntad, su verdad y su amor. Esto sí que es definitivo y decisivo para la vida de cada persona y de las relaciones con el prójimo así como la configuración de la sociedad.

Quién es Dios

En suma, es importante la pregunta sobre la existencia de Dios como ser supremo y ésta desemboca en quién es Dios, cuál es su realidad, qué me pide, y qué relación puedo tener con él. Y así entramos en el ámbito de la religión como relación confiada con Dios que habla y espera respuesta, que quiere el bien de cada persona y que concede sus dones a quienes se le acercan con humildad, es decir, reconociéndose como criaturas que no tienen en sí la razón de su ser, y que somos llamados gratuitamente a la existencia y a ser felices en el amor.

Esta es la visión judeocristiana de la religión, de la antropología humana, del sentido de la vida, y de la llamada a colaborar con Dios personal en la perfección del universo creado en estado de desarrollo. Gracias por tanto a los avances de las ciencias empíricas, a las técnicas que facilitan la vida, al desarrollo de los derechos humanos, y a las respuestas de la filosofía que siguen buscando la verdad inagotable, porque el hombre es siempre más.  

Y José Carlos González-Hurtado, afirma que «vistas las evidencias científicas que se acumulan en la Física y en la Cosmología, en las Matemáticas o en la Biología, la mayoría de los científicos son teístas o religiosos, que viene a corroborar el dicho de que, «cuanto más ciencia, más Dios».  


Jesús Ortiz López

 https://www.religionenlibertad.com/blog/769976265/La-eterna-pregunta-sobre-Dios.html

 



[1] Dios-LaCiencia-Las Pruebas. Olivier Bonnassies-Michel-Yves Bolloré. Ed Funambulista.

[2] Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios. José Carlos González-Hurtado. Voz de Papel, Madrid, 2023.

jueves, 5 de octubre de 2023

Vestida de sol

Aquel profesor universitario mostraba la catedral de Sevilla y algunas iglesias cercanas a un joven compañero procedente de un país no cristiano que estaba admirado de la belleza del templo y de tantas obras de arte. Quiso confirmar su primera impresión sobre si las mujeres representadas en cuadros e imágenes eran divinidades o maternidades con una criatura en brazos (esto puede ocurrir ahora dada la ignorancia religiosa). El guía amigo le explicaba que no se trata de personas distintas sino de la misma Virgen María, venerada por los cristianos como Madre de Jesucristo, que los artistas imaginan en distintos momentos de su vida y según la sensibilidad de cada época.

 Un Velázquez

En el museo del Prado de Madrid se expone el cuadro de Velázquez que representa el misterio de la coronación de la Virgen María con una gran belleza y perfección. Creemos los católicos que la llena de Gracia y concebida sin pecado fue llevada por los ángeles a los cielos en cuerpo y alma sin experimentar la corrupción, y lo celebramos en la solemnidad de la Asunción que además en motivo de fiesta para muchos pueblos y ciudades (aunque algunos no sepan qué están celebrando). El cuadro de Velázquez destaca la Coronación de la Virgen como complemento de su Asunción como Reina y Madre de los hombres. En efecto, las letanías que acompañan el rezo del rosario en su honor la ensalzan como Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, de las vírgenes y de todos los santos.

La intuición del gran pintor apoyada en la fe representa a la Virgen recogida con recato mientras el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como emperatriz del universo en presencia de los ángeles que le hacen la corte.  La composición destaca por su sencillez que sigue la regla áurea según la cual cada gesto y punto están en su sitio en un equilibrio genial que transmite perfección, belleza y fe. 

Algunos expertos han explicado que el juego de triángulos apenas perceptibles, así como los colores cárdenos evocan el Corazón de María y el Corazón de Jesús que laten al unísono. Algo muy humano y a la vez divino que contribuye a la devoción a la Mujer representada en el Apocalipsis.

Una visión del Apocalipsis

En el capítulo doce el libro del Apocalipsis acude a imágenes, acciones y símbolos para expresar algo inefable aunque válido en sí mismo: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser alimentada mil doscientos sesenta días.

Y hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y el dragón combatió, él y sus ángeles. Y no prevaleció y no quedó lugar para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el que engaña al mundo entero; fue precipitado a la tierra y sus ángeles fueron precipitados con él.

Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: «Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche. Ellos lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio que habían dado, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por eso, estad alegres, cielos, y los que habitáis en ellos». ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha bajado a vosotros, rebosando furor, sabiendo que le queda ya poco tiempo.

Cuando vio el dragón que había sido precipitado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada un tiempo, y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la presencia de la serpiente. Y vomitó la serpiente de su boca, detrás de la mujer, agua como un río para hacer que el río la arrastrara. Y la tierra ayudó a la mujer, y abrió la tierra su boca y se tragó el río que había arrojado el dragón de su boca. Y se llenó de ira el dragón contra la mujer, y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. El dragón se detuvo en la arena del mar.

La piedad cristiana ve en esa Mujer a la Virgen María gloriosa que acompaña a su Hijo en el reinado del mundo. Pero hay más: la exégesis suele decir que esa Mujer es la Iglesia destinada a dar a luz a los hijos de Dios hasta el fin de los tiempos. Ciertamente sufrirá persecución a lo largo de la historia pero las puertas del infierno no prevalecerán.

Además, no hay oposición entre ambas interpretaciones puesto que la María es Madre de la Iglesia, de todos los salvados en la historia, y ha recorrido ya todo el curso de la salvación: ahora reina en el cielo con majestad de Reina y Madre. La Iglesia peregrina ya ve en la Virgen el camino y el final de la historia de la Salvación. La próxima solemnidad de la Asunción celebra precisamente esa visión de María como la mujer y reina del Apocalipsis.

El valor de la belleza frente al feísmo

«Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé», exclamaba Agustín en sus Confesiones. Sí, los expertos saben cuánto atrae el rostro hermoso de una mujer para hacer publicidad de un perfume, de un disco o de un coche. Porque la belleza entra por los sentidos y se dirige al corazón pasando por la inteligencia, y de este modo causa ese agrado que permite trascender y superar la vulgaridad a la vez que nos proyecta hacia la eternidad.

También es verdad que a veces la belleza se pervierte con fines torcidos sin respetar la dignidad de las personas. Sin embargo, Dios ama la belleza, Dios es el Gran Artista que nos atrae desde la Creación a su Perfección divina. Porque lo que seduce y atrae de la belleza es su origen divino, y «quien desprecia lo bello no puede rezar y será incapaz de amar», como escribió el teólogo Von Balthasar. Valoramos tanto las imágenes sagradas y la belleza de las catedrales: una larga historia de colaboración entre la fe y el arte para educar nuestros sentidos y elevarlos hacia Dios.

Se trata de una belleza no hueca sino consistente como es lo verdadero, lo bueno, lo real, y tratamos de educar el buen gusto dado que no todo es opinable o igualmente valioso. Sobre gustos no haya nada escrito, se dice a veces, aunque en realidad sí hay mucho escrito, hay expertos en estética, hay unas reglas, y se puede cultivar una sensibilidad personal que da plenitud a una persona.

Por desgracia actual hay intentos de establecer un feísmo como algo rompedor y neorromántico, que puede hacer gracia a algunos, sin darse cuenta del nihilismo al que aboca con frecuencia. Mientras la belleza llena el corazón y eleva a la persona -una música, un cuadro, un poema, un paisaje, una oración- el feísmo tiende a desintegrar y afecta negativamente a la dignidad de las personas. Por ello es un deber cultivarse y resistir a la vulgaridad sembrando el arte del buen hacer, aun sin ser artistas.

Volviendo a la Asunción y Coronación de la Virgen podemos reconocer el servicio que la fe y la devoción popular hace al arte, a la cultura, a la sociedad pues transmite para todos a través de la belleza una antropología y una teología dignas de ese nombre, dignas de la persona y dignas de Dios.

 

Jesús Ortiz López

 

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/vestida-de-sol/20230814173232046979.html#comentarios-46979


 

 

Breve historia del Opus Dei

 Se ha publicado una obra titulada Breve historia del Opus Dei[1], interesante porque es breve con formato de libro de bolsillo, y porque presenta el recorrido histórico de esta institución que incluye los pasos principales sin omitir nada sustancial, incluidas las dificultades.

Un amplio marco

«Una institución moderna de la Iglesia católica» es el subtítulo de esta obra. Lo muestra en su comienzo desde 1928 con el mensaje nuevo de la llamada a la santidad en medio del mundo, una verdadera y nueva espiritualidad de los laicos; el Vaticano II proclamará más tarde solemnemente ese mensaje para todos los fieles de búsqueda de la santidad en la vida ordinaria y de evangelización de las estructuras temporales.

Desde el comienzo se han sucedido importantes etapas del Opus Dei como las primeras labores, la expansión por España en los años cuarenta y la primera expansión internacional en los años cincuenta, seguida de otra a partir de los años sesenta, hasta llegar a la actualidad:  extendido por más de 60 países, con más de noventa mil miembros, más de dos mil sacerdotes, además de cuatro mil sacerdotes asociados en todo el mundo.

El Opus Dei es conocido y querido en todos los continentes por su mensaje y realidad de santificación de las familias, la educación a todos los niveles, la responsabilidad social y el cuidado de los necesitados elevando desde abajo y sembrando paz y esperanza en los corazones.

Propuesto este marco me permito hacer ahora tan solo una selección limitada de algunas dificultades que ha ido encontrando esta institución, a semejanza de lo ocurrido históricamente a otras parcelas de la Iglesia.

Dificultades del principio

Corría el mes de julio de 1936 en que arreciaba la persecución contra los católicos y Josemaría Escrivá pasó casi todo el mes de agosto en una buhardilla sorteando algunos registros de milicianos, pues podían ser fusilados. Siguieron otros traslados y acabó escondido en una clínica psiquiátrica situada en la calle Arturo Soria de Madrid. El año siguiente estuvieron refugiados en la Legación de Honduras en el Paseo de la Castellana. A finales de ese año 1937 siguió el consejo de pasar a Francia por los Pirineos para llegar desde allí a Burgos en la zona nacional. Hay abundante documentación de este accidentado trayecto en pleno invierno.

Al terminar la guerra civil solo estaban con él una docena de miembros pues otros siete habían abandonado y dos habían muerto. Tampoco pudieron seguir unas pocas primeras mujeres que tenían vocación antes de la guerra.

El fundador avanzó los pasos para el reconocimiento canónico del Opus Dei que desde el principio tuvo la aprobación del obispo de Madrid Monseñor Eijo y Garay. Fue aprobado como Pía Unión después de recibir denuncias en Barcelona por parte de los padres de algunos jóvenes que habían pedido la admisión en la Obra, que poco después rectificarían pues estaban mal informados.

Crecimiento con dificultades

El Opus Dei se fue extendiendo por España hasta el 1945 y después avanzó la primera expansión internacional. Ya instalado en Roma prosiguió dando pasos hacia la configuración jurídica como Instituto Secular, que llegó definitivamente en 1950 con un decreto de la Santa Sede. Mientras, se habían iniciado las obras en la casa central de Villa Tevere en medio de grandes penurias. Entre los años cincuenta y setenta sigue extendiéndose la labor por muchos países, como segunda expansión internacional, mientras aumentan los alumnos que se forman junto al Fundador en la Ciudad eterna.

Aparecen nuevas adversidades en Roma por parte de algunos padres de los primeros miembros italianos de Obra que llegaron a la Santa Sede, con acusaciones graves que no correspondían a la realidad. El fundador no perdió la tranquilidad, informó a la Santa Sede, trabajó y rezó acompañado de sus hijos, y consagró el Opus Dei a la Virgen en 1951 en el santuario de Loreto. Desde Milán el cardenal Schuster, que conocía bien la labor apostólica de la Obra, informó de nuevas acusaciones para desbaratar el Opus Dei llegadas incluso de la Curia romana para apartar a Josemaría Escrivá y separar las dos secciones de hombres y mujeres. Esta vez el cardenal Tedeschini informó al Papa Pío XII que mostró su asombro y le aseguró que no aprobaría ningún cambio en la configuración jurídica del Opus Dei.

El Concilio Vaticano II renovó la pastoral de la Iglesia con varias constituciones y decretos proclamando la llamada a la santidad para todos los fieles y destacando la misión laical de santificarse en el mundo e impulsar la evangelización de las estructuras temporales. El capítulo cuarto de la Lumen Gentium pone las bases para la creación de instituciones que promuevan esa vocación a la santidad en medio del mundo, como venía haciendo el Opus Dei desde los comienzos, e indica que se abran nuevos caminos para que puedan cumplir la  misión apostólica propia, como ocurrirá después con la creación de Prelaturas Personales para hacer efectivas esas labores y organización de sacerdotes para la atención pastoral de los fieles.

Desde el postconcilio

Los años setenta fueron difíciles en la Iglesia por interpretaciones sesgadas del Concilio, y también para el Opus Dei. En efecto, surgieron nuevas dificultades en el ámbito eclesiástico por no entender bien la libertad de que gozan los miembros del Opus Dei en los asuntos temporales, incluidos los modos de llevar a cabo el apostolado en libertad y con iniciativas personales.

Fueron de tal envergadura que el fundador impulsó un Congreso General especial sobre la evolución jurídica de la Obra pero los acuerdos no llegaron al papa Pablo VI. En 1970 decidió un conjunto de peregrinaciones a santuarios marianos para pedir a la Virgen el cese de esos problemas, en particular la que realizó en México a la Virgen de Guadalupe. No pidió sólo por el Opus Dei sino para que se aplicaran de modo correcto las constituciones y decretos del Concilio, pues se habían extendido muchas doctrinas y prácticas contrarias a los documentos conciliares y a la misma fe de la Iglesia.

A partir de entonces Josemaría Escrivá se multiplicó reuniendo a miles de personas a modo de catequesis, escribiendo cartas, y concediendo entrevistas, así como publicar algunos libros. Como es sabido falleció en junio de 1975, siendo beatificado en 1992 y canonizado en junio de 2002. Sus restos descansan en la Iglesia Prelaticia siendo innumerables las personas que acuden a su intercesión.

Como es sabido Álvaro del Portillo ha sido su principal colaborador desde 1935 e impulsor, junto con los Consejos del Opus Dei de la configuración jurídica definitiva como Prelatura Personal que se anunció el 23 de agosto de 1982 y se publicó el 28 de noviembre del mismo año mediante la Bula Ut sit de Juan Pablo II en aplicación de las indicaciones de la Lumen Gentium y de Prebiterorum ordinis . Hasta ahora los estatutos determinan los artículos por los que se rige la Prelatura aprobada por la Santa Sede.

Nuevas dificultades surgieron en España y otros países europeos a partir de 1983 con campañas virulentas de difamación contra el Opus Dei en prensa, televisión y radio. Quienes conocían más de cerca el Opus Dei sabían la sinrazón de esas calumnias, aunque en países con menos arraigo hicieron mucho daño como en Alemania y otros países cercanos, a pesar de las informaciones de las oficinas de información de la Prelatura, y de la defensa de quienes la conocían como el cardenal Höfner, arzobispo de Colonia,  o  participaban en sus labores. La Obra interpuso siete denuncias ante los tribunales civiles a los autores de documentales calumniosos, de las que obtuvo seis sentencias favorables.

En la actualidad

Situados ya en la actualidad, es sabido que el papa Francisco ha remodelado la estructura de la Santa Sede e indicado al Opus Dei que modifique algunos artículos  de esos Estatutos y que se integre en el Dicasterio del Clero para las relaciones con la Curia romana de acuerdo con la Constitución Praedicate evangelium, y el motu proprio Ad Charisma tuendum. El Prelado actual Monseñor Fernando Ocáriz ha estudiado con diligencia la adaptación de los Estatutos para presentar la acomodación al requerimiento del Santa Padre.

Aunque tan solo sea un breve paso por el desarrollo y expansión del Opus Dei cualquiera puede comprobar que durante décadas ha pasado por las dificultades ordinarias y extraordinarias propias de muchas instituciones de la Iglesia a lo largo de los siglos.

En disponibilidad y obediencia a la Santa Sede el Opus Dei seguirá expandiéndose en el mundo y creciendo en número de miembros porque para los que aman a Dios todo es para bien, según las palabras del apóstol Pablo. Su fuerza está en la libertad, la caridad y la comunión con el Papa y los obispos unidos, procurando discernir la guía del Espíritu Santo según los tiempos y las vicisitudes de la historia.

Se cumple lo del grano de trigo que cae en buena tierra para dar mucho fruto cuando todavía no ha cumplido cien años desde que Dios sembró esta llamada a la santidad plenamente laical en el corazón de san Josemaría Escrivá. Siempre continuará el eco de que aquella insistencia suya que marca el buen camino: Omnes cum Petro ad Iesum per Maríam.

 

Jesús Ortiz López

 

 

https://www.religionenlibertad.com/blog/921644462/Breve-historia-del-Opus-Dei-.html?preview=1

 



[1] Breve historia del Opus Dei. Carlos Javier Morales. Alianza Editorial 2023. 346 págs. El autor es miembro de esta Institución desde hace décadas y se ha documentado ampliamente a partir de las fuentes y de otros títulos publicados con anterioridad.

 

 

Un hombre no tan solo

Aquel sacerdote joven se encontraba solo en la habitación que ocupaba en el convento madrileño de los Paúles. Ordenaba unas fichas cuando vio la misión que Dios le confiaba y para la que se había preparado sin saberlo. Por eso era sacerdote y por eso barruntaba un querer divino desde su adolescencia y aun antes. Es el misterio del hacer divino en un alma que elige para una tarea determinada.

Una luz en octubre

Era el 2 de octubre de 1928 y esa visión no era algo pasajero o intuición personal sino algo definido que estaba por hacer a partir de la experiencia sobrenatural de Josemaría Escrivá. Aun huyendo del protagonismo el fundador tuvo que hablar muchas veces de esa luz para extender la llamada a la santidad para todos en el mundo, a través del trabajo y las ocupaciones ordinarias.

Hoy día es doctrina comúnmente admitida que los trabajos y las responsabilidades son cauce para el encuentro con Dios, no solo de modo genérico sino como llamada a la santidad y al ejercicio de las virtudes animadas por la caridad. Pero durante siglos y hasta los comienzos del siglo XX no era una realidad asimilada y practicada por la mayoría de los creyentes, y eran escasos los cauces pastorales para llevarla a la práctica.

Mirando hacia atrás, corría el siglo IV cuando nació Jerónimo en la provincia romana de Dalmacia. Marchó a roma para estudiar, como hoy hacen muchos jóvenes con el Erasmus, y allí descubre la fe y recibe el bautismo. ¿Qué hace después? Marchar a la Tierra santa de Jesús para sentirle cerca y se retira como ermitaño, en silencio, oración, sacrificio. No se le ocurre que puede santificarse en el mundo, como la mayoría de los primeros cristianos. Más tarde volverá a Roma y será secretario del papa Dámaso y años después regresará a Belén, con la tarea inmensa de traducir la Biblia desde el griego de los LXX al latín, conocida como la vulgata, utilizada durante siglos hasta la revisión y actualización impulsada por el concilio Vaticano II como la neovulgata. En suma, no estaba en la mente de muchos comprometidos la llamada a la santidad en el mundo

Si nos referimos ahora a la cultura griega vemos que no consideraba el trabajo como ocasión de encuentro con Dios. Hasta pensadores como Aristóteles y Platón minusvaloraban los trabajos artesanales y el comercio pues valoraban los referentes al gobierno de la polis y a la estrategia ante las guerras. Tantas veces después el trabajo ha sido considerado en negativo como una necesidad inevitable para sobrevivir o incluso como un castigo.

Llamada a la santidad en medio del mundo

La vocación ilumina el sentido del trabajo como colaboración con Dios en su obra creadora no acabada para que los hombres vayan más allá. Se trata de descubrir el valor santificador y corredentor de las tareas humanas vividas en unión con Dios. Esta perspectiva tiene capacidad para entusiasmar a un mundo cansado y es una vacuna contra la visión pesimista del trabajo, o de las utopías que tanto daño han hecho desde la modernidad.

Ese estar en el mundo como vocación a la santidad y al apostolado será proclamado durante toda su vida por Josemaría Escrivá desarrollando la institución y configuración del Opus Dei, con sus labores apostólicas y expansión a lo largo del mundo sin distinción de personas, razas o naciones.

Décadas después el concilio Vaticano II proclamará el mensaje de la llamada universal a la santidad en medio del mundo tanto en la Constitución sobre la Iglesia como en el Decreto sobre el Apostolado de los laicos.

Como es sabido, la realidad eclesial del Opus Dei está extendida por todo el mundo y sus miembros llevan a cabo muchas actividades formativas con toda clase de gentes y atendiendo especialmente a los necesitados. Sin embargo, el apostolado principal es el testimonio personal de una vida cristiana coherente con espíritu de servicio y aportación a la sociedad mediante las tareas profesionales y la vida familiar. Son las personas quienes encarnan el Opus Dei en su vida y actividades ordinarias como lo más natural del mundo.

Volviendo al sacerdote de Madrid concentrado en oración y absorto en la luz divina explicaba después que empezó a trabajar para llegar a las almas con ese mensaje como a tientas a pesar de la gran claridad de esa vocación. En los primeros años sólo tenía la gracia de Dios, veintiséis años, y buen humor, que decía como un resumen parco de una actividad en busca de almas llamadas a encarnar ese espíritu de búsqueda de la santidad en medio del mundo. A pesar de ser un espíritu bien definido al principio no tenía nombre ni instrumentos apostólicos sino la persona del fundador y algunas personas a quienes comunicaba ese proyecto divino.

La canonización de san Josemaría Escrivá

El Opus Dei se acerca ya a los cien años con mucha paz y un renovado impulso de fidelidad al carisma recibido por su Fundador. Oportuno recordar precisamente ahora aquel 6 de octubre de 2002 en Roma con la canonización de Josemaría Escrivá con las palabras de Juan Pablo II:

«Ciertamente, no faltan incomprensiones y dificultades para quien intenta servir con fidelidad la causa del Evangelio. El Señor purifica y modela con la fuerza misteriosa de la Cruz a cuantos llama a seguirlo; pero en la Cruz – repetía el nuevo Santo - encontramos luz, paz y gozo: Lux in Cruce, requies in Cruce, gaudium in Cruce!

»Desde que el 7 de agosto de 1931, durante la celebración de la santa misa, resonaron en su alma las palabras de Jesús: "Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32), Josemaría Escrivá comprendió más claramente que la misión de los bautizados consiste en elevar la Cruz de Cristo sobre toda realidad humana, y sintió surgir de su interior la apasionante llamada a evangelizar todos los ambientes. Acogió entonces sin vacilar la invitación hecha por Jesús al apóstol Pedro y que hace poco ha resonado en esta plaza: "Duc in altum!". Lo transmitió a toda su familia espiritual, para que ofreciese a la Iglesia una aportación válida de comunión y servicio apostólico. Esta invitación se extiende hoy a todos nosotros. "Rema mar adentro - nos dice el divino Maestro - y echad las redes para la pesca" (Lc 5, 4).

»Pero para cumplir una misión tan ardua hace falta un incesante crecimiento interior alimentado por la oración. San Josemaría fue un maestro en la práctica de la oración, que consideraba una extraordinaria "arma" para redimir el mundo. Aconsejaba siempre: "Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en «tercer lugar», acción" (Camino, 82). No es una paradoja, sino una verdad perenne: la fecundidad del apostolado reside, ante todo, en la oración y en una vida sacramental intensa y constante. Éste es, en el fondo, el secreto de la santidad y del verdadero éxito de los santos.

»Que el Señor os ayude, queridísimos hermanos y hermanas, a acoger esta exigente herencia ascética y evangelizadora. Os sostenga María, a quien el santo fundador invocaba como Spes nostra, Sedes Sapientiae, Ancilla Domini».

Volviendo al principio, aquel sacerdote que recibió la inspiración del Opus Dei en Madrid no estaba tan solo mientras oía las campanas de la cercana iglesia de Nuestra Señor de los Ángeles que celebraba a su Patrona. Un sonido que le acompañará toda la vida con la seguridad de cumplir una llamada específica de Dios, porque se han abierto los caminos divinos de la tierra.

Y cuando años más tarde llegó a Roma para estar junto a la Sede de Pedro pasó su primera noche en oración. Allí mismo tuvo lugar la solemne ceremonia de su canonización y estará definitivamente acompañado por los miles de personas de todas las lenguas, razas y colores que abarrotaban la Plaza de San Pedro, y ahora trabajan felices en medio del mundo.

 

Jesús Ortiz López

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/hombre-tan-solo/20231005025412047336.html