viernes, 3 de abril de 2020

Vuelta a Dios


Los programas religiosos aumentan exponencialmente la cuota de pantalla por televisión y lo mismo en las radios más humanistas así como en internet. Puede pensase que es una salida ante el obligado confinamiento, aunque hay algo más cuando las personas buscamos una esperanza en Dios más consistente que la resiliencia ante la adversidad. De ahí que la oferta diaria de Misas en streaming o en diferido consuela a las familias, a los ancianos en residencias, y a los conventos.
Muchos millones en el mundo enero han seguido la retrasmisión de la consagración de Portugal y España, en primer lugar, y al mundo entero a la Virgen de Fátima, que evoca un par de ocasiones solemnes para obedecer a la Virgen María y consagrarle el mundo, ante las guerras del siglo XX, con san Juan Pablo II, o ahora la pandemia que nos envuelve.

¿Por qué tenéis miedo?

La ceremonia penitencial presidida por el papa Francisco en el Vaticano ha sido impresionante y la hemos vivido como una llamada de Dios. La presencia del Cristo imponente del siglo XVI chorreando sangre y agua así como la mirada maternal de la Virgen Salus populi romani acogen la oración de los creyentes ante Jesús Eucaristía. La soledad de la Plaza de Sant Pedro no estaba vacía pues millones de miradas se empapaban con la lluvia fecunda de la contrición.

El Papa Francisco seguía como hilo conductor el evangelio de la barca a punto de naufragar en medio de la tempestad mientras los hombres se ven impotentes para frenar el acontecimiento: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe? El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos, solos, nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere».

La hora de las preguntas

Todo esto significa un mirar hacia arriba y para muchísimos una vuelta a Dios. Cuando un virus no vivo pone en cuarentena al mundo entero, las gentes se paran y comienzan a reflexionar sobre el rumbo de nuestra vida. ¿Somos tan inmortales como nos quieren hacer creer? ¿la felicidad está en los avances científicos? ¿no habremos descuidado alimentar el espíritu con el bien y la verdad? ¿avanzamos hacia delante o retrocedemos hacia atrás? ¿el relativismo gnoseológico y moral nos enriquece o nos empobrece como personas? ¿no estaremos ebrios de superficialidad mientras guardamos silencio sobre lo esencial? ¿qué ídolos estamos siguiendo? ¿no tendríamos que valorar los buenos ejemplos y prescindir de los malos tan presentes en la vida pública y en buena parte de los famosos? ¿en qué personajes hemos puesto nuestra confianza?

Estamos viendo que la ciencia es valiosa pero limitada y que la naturaleza puede superarnos en cualquier momento. Y ahora resulta que la religión no es tan prescindible como dicen algunos y que el cristianismo no se reduce a ceremonias y obligaciones. La fe no se queda en las sacristías sino que está en las calles, en los trabajos, en los hospitales, en las familias, configurando una realidad de sentido para nuestro caminar por la vida.

Todo esto apunta a que el entramado de una sociedad es fuerte cuando se apoya en el matrimonio y la familia, en la honradez en los trabajos, en las leyes justas apoyadas en la ley natural. Y al contrario, cuando la sociedad líquida vive en la espuma y se pone en manos de sectarios entonces se hace difícil la convivencia y crece la violencia física y verbal.

Terminaba el Papa Francisco su oración invocando a la Virgen María: «Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones»
Jesús Ortiz López



¿Se recuperará la Iglesia alemana?


El joven obispo Georg Bätzing ha sido elegido a la tercera por mayoría simple para sustituir a Mons. Marx como Presidente de la Conferencia Episcopal alemana. Lo primero que llega es su buen deseo de servir a la Iglesia en Alemania. Inmediatamente la prensa destaca que no descarta la ordenación diaconal de mujeres, y que la ideología de género es el desafío más importante de su mandato. Todo esto antes de que estallara la pandemia.

¿Avanzamos?

El comunicado matiza que para esa hipotética ordenación diaconal consultaría a la Santa Sede, ya que cambiaría la teología del sacerdocio y la pastoral de los fieles. Algo insistido desde hace años por algunos teólogos y por obispos que se consideran avanzados, y con capacidad para hacer avanzar a la Iglesia universal, creando una urdimbre en la Conferencia Episcopal y en las diócesis alemanas, y en otras Iglesias locales.

«El tema de las mujeres en la iglesia es la cuestión más urgente que tenemos», señalan que dijo Georg Bätzing en la revista matutina ARD, pues considera que las mujeres católicas esperan con impaciencia el progreso.

También manifiesta Mons. Bätzing que la ideología de género es el desafío más importante y urgente para que la Iglesia universal se ponga al día y responda a las mujeres católicas que esperan con impaciencia el progreso. Pero ¿quiénes son esas mujeres? Algunas o muchas religiosas con sus superioras a la cabeza, muchas mujeres insertas en el entramado de oficinas de diócesis alemanas, o con cargos importantes en departamentos de pastoral. Sin embargo, la mayoría de las mujeres alemanas pasan del tema porque sencillamente pasan de la Iglesia católica y de las Iglesias protestantes: han perdido la fe en el camino que transita desde el estado sólido al líquido y después al gaseoso.

Se comprende que al nuevo presidente de la Conferencia Alemana le preocupe la ideología de género, porque es un problema antropológico con graves consecuencias en la sociedad, que amenaza con destruir la identidad personal -y lo ha conseguido en miles de personas que no saben quién son-, y por ello el matrimonio y la familia. De ahí derivan la mayor parte de los problemas actuales de Europa y del mundo occidental, que avanza hacia el suicidio colectivo y la sustitución por otro tipo de cultura quizá cavernaria. De ahí la necesidad de desarrollar una pastoral esperanzada del matrimonio abierto a la vida, de la vida sacramental profunda y de la coherencia con la fe valiente como los primeros cristianos.

Más riesgos

El año pasado, el Papa Francisco escribió una carta señalando que la Iglesia no debe ajustarse a la moral y el pensamiento seculares modernos, y advirtió contra «un nuevo pelagianismo» que busca «poner en orden y en sintonía la vida de la Iglesia adaptándola a la lógica presente o la de un grupo particular».

Algunos prelados alemanes creen que manteniendo la fe en el estado gaseoso recuperarán a los fieles que se marcharon e incluso que atraerán a otros muchos. Pero la experiencia de cinco siglos muestra lo contrario. Lutero, que Dios tenga en su gloria, rompió la unidad de fe, de doctrina y de comunión con la Iglesia universal en Roma, urbi et orbi, y ya mismo comenzó la atomización en muchas iglesias a veces enfrentadas a muerte entre sí. Las guerras de religión que siguieron no fueron iniciadas por Roma. Desde entonces muchas Confesiones de la Reforma han decaído y hoy no encuentran diques de contención contra la sangría, ni siquiera cuando hacen concesiones a la ideología de género.

Finalmente se comprende que Mons. Bätzing quiera contentar a una porción de la Iglesia en Alemania, que es muy poderosa y avanzada, y quiera tener su confianza y la de los grupos católicos más influyentes. Nada que reprochar, aunque sin olvidar al mártir Thomas Becker o el Honor de Dios, según la conocida obra de Anouilh. Perseguido por Enrique II de Inglaterra fue acogido por el francés Luis VII, para volver después a su diócesis de Canterbury: «Vuelvo a Inglaterra para morir», e impugnó las decisiones de los obispos que acogieron las «constituciones» poniendo de manifiesto que nada había cambiado en él, y actuó como mediador de quienes se veían desposeídos de sus derechos. Murió asesinado por sicarios de Enrique II mientras celebraba Misa. Tiempos recios, que diría Santa Teresa.



https://www.religionenlibertad.com/blog/890988224/Se-recuperara-la-Iglesia-alemana.html