Hablaba por móvil con una persona mayor que vive desde hace años en una residencia para la tercera edad. Ya ha recibido las dos vacunas y crece su optimismo esperanzado. Sólo puede recibir una visita a la semana, por seguridad, normalmente la de su hijo. Y está contento, aunque lo que más agradece es tener Misa diaria, cosa que antes no podía ser.
¿Año de gracia?
Me decía que esta Navidad de la pandemia ha tenido muchas
ventajas para las familias porque al reducirse el número de personas en los
días principales, han conversado mejor y ha tenido más protagonismo el hecho
mismo del nacimiento de Jesús, sin tanto ruido y con menos gastos. Es decir, la
pandemia ha sido ocasión para que muchos se hayan centrado en su significado
plenamente cristiano, y se les haya abierto una puerta, o al menos una ventana,
a Dios y a los sacramentos.
Al final de la conversación espiritual me pide la Bendición
que supongo también valdrá mediante el móvil. Lo dicho: hay personas que
encaran el año de gracia 2021 y ahora la Pascua mejor que otros: un Año de
Gracia, como se dice tradicionalmente, porque no esperamos la felicidad de la
vacuna, de la lotería, o de la fortuna, sino de Dios que a todos ama, como
experimentan quienes viven a diario con fe y de la fe.
Parte importante de la felicidad en la tierra es tener la
conciencia tranquila y en la paz de Dios, algo que no resulta tan fácil de
conseguir hoy día. Porque el año pasado nos ha dejado unas leyes contra la
vida, contra la educación, contra la libertad. ¿Cómo podrán vivir tranquilos
ahora y en el futuro quienes son responsables de la muerte de inocentes, de
enfermos crónicos, de la descristianización de la sociedad? Ampliación del
aborto a las adolescentes, ley de la eutanasia, Lomloe o ley Celáa, entre otros
atentados a la convivencia social.
Se trata de una irresponsabilidad compartida pues parte de
la sociedad mal informada y manipulada acepta esas leyes, que les parecen
progresistas y como nuevos derechos. La ignorancia en estos temas capitales no
excusa de la responsabilidad grave a los ojos de Dios. Ya es hora de que los
ciudadanos sepamos que lo legal no significa moral, porque llevamos décadas
admitiendo consciente e inconscientemente que todo lo legal es moral, algo
completamente falso, como se muestra en las leyes inmorales e inhumanas que se
han establecido.
El catedrático Jon Juaristi ha escrito recientemente un
comentario a propósito de comentarios sobre la toma del Capitolio por las
hordas, como templo de la democracia: «El Capitolio no tiene nada de sagrado,
porque la democracia formal desacraliza todo lo que toca. Si a algo se parecen
las cámaras legislativas de los países democráticos no es al arquetipo del
Templo, sino al del Teatro, un Teatro donde los Representantes del Pueblo
representan ásperas deliberaciones que deberían terminar en catarsis cómicas
más o menos conciliatorias, aunque casi nunca se logren a la perfección».
¿Qué pasa en la conciencia personal?
Preguntado por las secuelas del terrorismo etarra, el obispo
actual de Burgos y antes de Guipúzcoa, Mons. Munilla en una entrevista de Confidencial
Digital, concretando sobre la novela «Patria» , respondía: «No he leído la novela,
pero sí he visto la serie. Necesitaría mucho espacio para expresarme de forma
matizada… pero voy a referirme aquí a un detalle que me parece muy importante,
y sobre el cual no he escuchado hablar a nadie: no hace ninguna justicia a la
verdad que Bittori -la viuda de Txato, principal protagonista
entre las víctimas del terrorismo- manifieste como última voluntad que no desea
tener un funeral cuando muera, porque ha perdido la fe, mientras
que Miren -exponente del fanatismo que justifica el terrorismo- se
muestre como una creyente practicante y máximamente religiosa. ¡Cualquier
parecido con la realidad es mera coincidencia! La historia ha demostrado
justamente lo contrario: las víctimas del terrorismo han mantenido su fe
religiosa en un grado infinitamente superior a los círculos proetarras, en los
que se produjo un alejamiento muy grande de la fe católica». (entrevista de
Álvaro Sánchez de León en Confidencial Digital).
Ese descendimiento moral con la aceptación del terrorismo de
ETA lleva a la desestructuración de la conciencia, que deja de distinguir entre
el mal y el bien, entre la vida y la muerte, entre víctima y verdugo. Esas
conciencias encontrarán también razones para el aborto, para la eutanasia, para
la manipulación de los jóvenes, y Dios se convertirá en una idea sin relevancia,
la fe como una añoranza del pasado infantil, y la convivencia una relación
culpable con los nuestros.
Pues bien, cuando una sociedad va aceptando el aborto, la
eutanasia, la manipulación y la mentira, sin reaccionar ha iniciado su declive,
va hacia el suicidio y pierde un par de generaciones hasta que surjan líderes
con principios, que han nacido y crecido en la resistencia moral y religiosa.
De momento ya se ven núcleos fuertes de resistencia moral por personalidades e
instituciones a modo de levadura que pueden transformar a la masa anónima en
ciudadanos comprometidos con el bien común y con los principios morales
universales.
Jesús Ortiz López