jueves, 24 de mayo de 2018

Con flores a porfía


«Con flores a María, con flores a porfía»: muchos hemos cantado de pequeños esas estrofas para honrar a la Virgen María, especialmente en el mes de mayo. Y sin saber qué eso de «con flores a porfía», que el Diccionario define como actuar «con emulación  y competencia», es decir, a ver quién lo hace mejor. Una ilusión de amor.
 
Ahora, en el mes de mayo el mundo católico mira a la Virgen María, la misma en cualquier advocación, en quien vemos ensalzada la condición humana sin pecado y la belleza de la virtud, algo que no todos llegan a comprender ahora por tener los sentidos estragados. Y en cada pueblo se venera alguna imagen de la Virgen con una advocación local, algo que habla de las raíces y frutos cristianos de Europa y del mundo al que llevó la fe.
 
Sin embargo todos, hombres y mujeres, sentimos el anhelo de belleza, de bondad, de verdad, porque es lo mismo, como intuye el corazón y vislumbra la filosofía. De ahí que recrearnos con las imágenes de la Virgen viene a ser como un colirio para nuestras enfermedades visuales y de pensamiento. Y se entiende perfectamente que desde el principio los artistas hayan plasmado la belleza ideal de María en cuadros de Guirlandaio, Fray Angélico, o Velázquez, sin olvidar las imágenes románicas llenas de expresividad, las Vírgenes blancas del gótico, o las maravillosas obras de Cano o Salvador Carmona. Este año de aniversario del gran Murillo recreamos en particular las «inmaculadas» tan famosas como piadosas, con una Virgen María muy joven y de gran belleza. Todas ellas son como un antídoto contra el feísmo que querría instalarse como algo normal.

Pascal afirmaba que el corazón tiene sus razones que la inteligencia no entiende, dado que el ser humano es un misterio abierto al infinito, capaz de grandezas y miserias en un mismo corazón. Pablo de Tarso invitaba a los creyentes a meterse en el corazón de Cristo para conocer el amor de Dios y reconocerse como hijos de Dios: «Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe -escribe-, enraizados y fundamentados en la caridad, para que podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que supera todo conocimiento, para que seáis colmados de toda plenitud de Dios». El Vaticano II viene a decir lo mismo: «el misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del Verbo encarnado». Y por la connaturalidad de la Virgen con Jesús entendemos la misión de la mujer como una barrera protectora contra el mal, como ha dicho el Papa Francisco. Si Eva desvió el camino del amor María deshizo el nudo y nos lleva a Jesús.  

El arte es un gran regalo de Dios a los hombres y los artistas son geniales constructores de belleza, que dijo san Juan Pablo II, y que nos ayudan a superar la vulgaridad y abismarnos en el misterio del ser. Es un hecho que el cristianismo se ha aliado con el arte durante siglos, y también ahora. Desde los primeros tiempos la Iglesia ha necesitado de los artistas para anunciar el Evangelio, y nunca ha menospreciado la palabra y la imagen, la música y la materia para difundir su mensaje. Lo contrario supondría incluso retornar a la herejía de los iconoclastas.

Si Dios es la belleza y el artista la busca incansablemente, el arte ha de encontrarse con Dios. La belleza, la verdad y el bien, se unen de modo sublime en la persona de Jesucristo. El mundo necesita la belleza y el arte debe contribuir a la Redención, sobre todo los artistas que de verdad creen en Dios, en Jesucristo y en la Iglesia. De ahí que Juan Pablo II les escribió en aquella Carta los artistas: «Os toca a vosotros, hombres y mujeres que habéis dedicado vuestra vida al arte, decir con la riqueza de vuestra genialidad que, en Cristo, el mundo ha sido redimido, redimido el cuerpo humano, redimida la creación entera». A los demás mortales se nos pide sólo una mayor capacidad de contemplación y más sentido crítico respecto al arte y al religioso en particular.

La sociedad tiene necesidad de grandes artistas y la comunidad cristiana necesita que tengan una buena doctrina y una vida coherente con la fe. Y probablemente todos necesitamos mucha magnanimidad para superar la vulgaridad en el arte sacro y en la liturgia. Mirar las imágenes de la Virgen María es la puerta para ver lo sublime y encontrar a Dios en Jesucristo.


https://www.religionenlibertad.com/con-flores-porfia-64540.htm

La levadura de los Jóvenes

El misionero Juan Pablo López Mendía, con veintiún años en Benín, consideraba que la huida de los jóvenes de la Iglesia en España contrasta con los africanos que llenan las iglesias: «Las Iglesias en África están llenas de jóvenes, pero aquí no hay nadie. Existe una generación que, junto a sus hijos, se ha ido de la Iglesia. Mientras España es una sociedad vieja, allí el 60% de la población tiene menos de 21 años. Ésa es la fuerza de un país». Aporta un dato pero no indaga en las causas pues es un asunto complejo.

La historiadora Roca Varea opinaba que «Lo de la Iglesia es imposible de explicar. La Iglesia -se lo dice una agnóstica respetuosa- es lo mejor y lo peor de este país. Tradicionalmente ha sido así y no la puedes quitar del medio porque es uno de sus pilares». Para añadir después que «La religión ofrece un sistema moral que cohesiona poblaciones. En el momento en que la religión deja de ofrecer ese sistema moral que cohesiona poblaciones, algún órgano social lo ofrece». Y pone como ejemplo el nacionalismo o el feminismo, que actúan como religiones políticas, que aparecen en el horizonte social diciendo lo que es bueno y lo que es malo.

Más que una moral
No le falta razón al decir que España -y añadimos que Europa y Occidente-, tienen pilares y raíces cristianas. Aunque no se trata sólo de una cuestión moral sino sustancialmente religiosa; es decir, el cristianismo es Jesucristo y no sólo una moral o unas Escrituras sagradas, algo puede costar de entender al agnosticismo. Eso ha querido subrayar la Iglesia desde Roma, con el documento «Placuit Deo» afirmando que la salvación obrada por Jesucristo -para todos los hombres- es mucho más que el buen ejemplo o una rectitud moral. Y anteriormente también la Conferencia Episcopal de España, publicaba el documento «Jesucristo, Salvador del hombre y esperanza de la sociedad», frente a cualquier relativismo religioso, propio del gnosticismo y agnosticismo.  

Ahora bien, desde esas posturas agnósticas se puede intuir el mundo trascendente de la religión, y específicamente en el cristianismo como algo sobrenatural al ser la manifestación histórica de Dios en Jesucristo, que ha fundado la Iglesia como comunión de lo divino y lo humano, ofrecida como camino de salvación; es más que esas utopías implícitas en las religiones humanas o en sus imitaciones como el nacionalismo, el feminismo, o el marxismo.

Y ciertamente cuando el cristianismo decae en algún lugar o cultura es sustituido por esos sucedáneos que ofrecen una cierta esperanza, aunque no logren llenar el corazón humano ni fundamentar la dignidad de todos los hombres y mujeres.

Jóvenes en la Iglesia
Volviendo al principio, me parece ese misionero señalaba que el buen futuro reside en los jóvenes. Y cuando una sociedad como Europa camina hacia el suicidio demográfico generando una sociedad de ancianos -imposible de sostener incluso económicamente en la sociedad del bienestar-, entonces esa sociedad tendría que apoyar con más fuerza a la familia y al matrimonio, primero con políticas favorecedoras de la natalidad y siempre con leyes que distingan el matrimonio de otro tipo de uniones.

Aunque muchos jóvenes se están alejando de la Iglesia -o quizá nunca han estado en ella al no ser bautizados por sus padres-, también es verdad que cada año se bautizan en España y en Europa miles de jóvenes que han encontrado a Jesucristo en la Iglesia. Y cada semana se reúnen millones de jóvenes y familias en torno a la Eucaristía y la caridad, que soluciona una buena parte de las bolsas de soledad y descarte. Y finalmente, las Jornadas Mundiales de la Juventud -como la siguiente en Panamá, con el Papa Francisco- reúnen a miles y miles de jóvenes, suficientemente preparados e ilusionados para celebrar la fe y transmitirla; con vocación de ser levadura que fermenta a la masa.

Siempre la esperanza sobrenatural y humana tiene la última palabra, y Dios sabe lo que se hace, incluso cuando los hombres no corresponden a los dones recibidos. Hay pues, continentes de la esperanza, como África, y esperanza también para el viejo continente.


https://www.religionconfidencial.com/tribunas/levadura-Jovenes_0_3152684728.html