La ministra de Educación, Isabel Celáa, culpa a la ley Wert
del galimatías con los libros de texto distintos en cada Comunidad. No tiene en
cuenta que hemos tenido siete leyes de educación en pocos años, la mayoría impulsadas
por Gobiernos socialistas, empezando por Felipe González, siguiendo con
Zapatero, y ahora con Sánchez en lontananza, bautizada como la Lomlce (y va de
siglas). Por cierto, un anteproyecto aprobado en vísperas del verano y con
prisas.
Pues bien, en los artículos de esta futura ley se orilla la demanda
social, es decir, la libertad de los padres para elegir, y se asfixia la libertad
de enseñanza, pues solo habla del derecho a la educación (y papá
Estado lo atenderá jibarizando a la concertada); y no podía faltar la
devaluación de la Religión como marca de la casa laicista. También omite las
necesarias provisiones económicas para hacer frente a cada puesto escolar, en
perjuicio de la concertada, pues en su obsesión por la estatal ya tirarán de
las arcas públicas para mantener sus escuelas.
Frenar la iniciativa social
Durante décadas la mayoría de esas Comunidades han impuesto
a los alumnos su pequeño relato doméstico, ocultando la realidad de la historia
de España. Así los textos escolares en Cataluña dibujan y enseñan que siempre
fueron una nación separada de España, que siempre les ha perjudicado, su relato
histórico no se ajusta a la historia, y no se ofrece una educación integral del
ser humano.
Porque los nacionalismos de algunas Comunidades son miopes
para la historia común y se obsesionan con sus costumbres. Y se suma que el
socialismo coincide con ellas pues tienen en su entraña una ideología
estatalizante de la educación, que lleva a frenar la educación concertada y a
impedir una visión trascendente de la persona. Y para este curso a Celáa le
faltan 26 mil profesores en la pública, no así en la concertada; ¿no será
porque los profesores prefieren incluso ganar menos y no sufrir el corsé de la
estatal?
Frenar la iniciativa social
ha sido siempre una querencia de los totalitarismos, tanto de izquierdas como
de derechas. Siempre ha soñado con la creación de un hombre nuevo para una sociedad sin Dios. Incluso han intentado
tandas veces construirla realmente, como aquella Nova Huta -en el barrio comunista de Cracovia- y su fracaso ya es
histórico. Ahora en China hacen lo mismo; Hitler quiso apropiarse de la mente
de las juventudes y también fracasó. La diferencia es que hoy las extremas izquierdas
inspiran y gobiernan en buena parte del mundo y la extrema derecha es bastante residual.
Ciertamente no está encendida
toda la comunidad, pues hay padres que rechazan educar a sus hijos en la
religión, sobre todo la católica. Recuerdo a una madre que advertía a otra
porque un hijo de ésta había hablado al suyo sobre la primera Comunión y de
Jesús, siendo ambos alumnos de una escuela laica. Exigía que no volviera a
ocurrir. Con todo, esta postura contra la religión es minoritaria pues más del
60 % de la población en España se declara católica aunque luego no practiquen. Más de 3.300.000 alumnos eligen Religión aunque las trabas puestas en algunos institutos y los tópicos laicistas lo impiden a veces.
Y algunos que ni siquiera bautizaron a sus hijos, rectifican cuando llega la
edad de esa primera Comunión, unos principalmente por razón ambiental pero otros
por darse cuenta del daño que han hecho a sus hijos. De todos modos, la Iglesia
defiende también la libertad de los padres para no elegir ninguna religión o la
religión que les parezca. Es un derecho primario de las familias.
Apariencia de diálogo
Pero no hay pacto educativo y esa
ley Celáa sería la octava ley de educación en pocas décadas, una inseguridad e
ineficacia que se refleja en los sucesivos informes internacionales sobre el
nivel de los alumnos españoles.
Comprobamos una vez más que el diálogo es un talismán engañoso en manos
del Gobierno de Pedro Sánchez. No lo desean en las formas porque no hay el
mínimo consenso, algo que exigía el socialismo en la oposición; y tampoco en el
fondo de esta contrarreforma reductora con una concepción cerrada de la persona
sin sentido de la trascendencia. No hay modo de llegar a un Pacto de Estado
sobre la Educación porque se trata de tener las manos libres para imponer una
ideología socializante, sin consenso con las partes implicadas.
Asistimos así a otro intento de
asfixiar el derecho de las familias, la libertad de enseñanza, y de hacer de la
concertada una de segundo orden. Por lo visto el socialismo tiene miedo de que
los padres católicos y la Iglesia les arrebaten la mente de los jóvenes, como
si fuera suya; es algo propio de los totalitarismos socializantes a lo largo y
a lo ancho de la historia. No hace tanto que el cardenal Blázquez pedía «que la
clase de Religión, se oferte como se viene ofertando, sin recortes y sin
trampas, porque los padres tienen la responsabilidad de elegir la educación
para sus hijos según sus convicciones». Parece que en este tiempo hay que
recordar y exigir cosas elementales pero ignoradas por el ministerio de mala
educación.
Jesús Ortiz López