miércoles, 29 de julio de 2020

Pensar y actuar en cristiano

A un novelista de éxito le hacían la siguiente pregunta: Si tuviera que marchar a una isla solitaria con un solo libro ¿cuál se llevaría? Su respuesta fue: Me llevaría la Biblia, porque me parece la novela más formidable, con un comienzo espectacular y un final impresionante.

No hace falta ser católico de misa diaria para para pensar de ese modo, y basta con tener sentido del misterio, capacidad de emocionarse, algo de sentido común, y poseer unas ideas claras para amueblar la cabeza. Será suficiente recordar las ideas contenidas en el libro de la Sabiduría o los Proverbios, los salmos, san Juan o las cartas a Timoteo, para caminar por la vida con un sentido y desarrollar una personalidad coherente.

Respuestas para los hombres de nuestro tiempo

Se ha publicado «Cristianos en la sociedad del siglo XXI», que recoge una entrevista con el Prelado del Opus Dei, monseñor Fernando Ocáriz. Ha sido realizada por Paula Hermida que ha investigado sobre antropología, ética, y familia, a partir de sus estudios de filosofía y teología; cuenta además con la experiencia interesante de ser madre de ocho hijos.

Me referiré tan solo a unas pocas ideas que aplican a nuestro tiempo el mensaje siempre válido de la Biblia, desde la perspectiva del carisma del Opus Dei en la Iglesia, que consiste en encarnar la santidad en la vida ordinaria con la responsabilidad y la soltura de quienes se saben hijos de Dios. Una santidad que es don de Dios y un poco de correspondencia, sin pretender dar lecciones a nadie. Giran en torno a los nuevos retos y nueva creatividad, la misión y el destino de la familia en el siglo XXI, la Iglesia en tiempos nuevos, y el alcance de la libertad.

Nuevos retos

Respecto a la pandemia el Prelado considera que es un tiempo para redescubrir quién soy y por qué vale la pena gastar la vida. Parece que el dolor no tiene sitio en nuestra sociedad y por ello la entrevistadora pregunta cómo encontrar sentido en medio de tantos enfermos contagiados y miles de muertos en penosas condiciones. En primer lugar, conviene no olvidar que el dolor no es algo natural pero tiene sentido en sí mismo, pues el sufrimiento unido a la Cruz es el camino más corto para identificarse con Jesucristo, responde Ocáriz.

Todos vamos cursando la asignatura de la Cruz aprendiendo a convivir con el dolor, incluido el sufrimiento desconcertante de los inocentes, porque llegan a participar del valor redentor del gran dolor de Jesucristo: asume desde la Cruz todo dolor humano en toda la historia, acogiendo a cada persona que sufre, incluidos naturalmente los que no encuentran ese sentido. De hecho muchas personas han descubierto ese valor salvífico durante la pandemia regresando a Jesucristo.

Esta situación de pandemia es ocasión para descubrir lo importante de la vida, la relación con Dios, la solidaridad, la entrega del tiempo a los demás, la cercanía con los familiares, y las ventajas de las tecnologías de comunicación, añade el Prelado. 

A la pregunta sobre la santidad en el mundo mediante el trabajo y las ocupaciones ordinarias del cristiano, monseñor Ocáriz responde que es misión de los cristianos poner a Jesucristo en la cima de las actividades humanas, no por soberbia sino por servicio. Es verdad que hay un alejamiento de la fe aunque la sociedad global tiene más luces que sombras; los fieles católicos sabemos que Jesucristo es Señor de la historia y concede sus gracias para cumplir nuestra misión evangelizadora, sin añoranzas del pasado y con una fidelidad dinámica al Evangelio.

Y cuando Hermida pregunta sobre la acción del demonio responde dando la vuelta: reconocemos que a veces actúa a sus anchas, pero ¡cuánta gente buena hay en el mundo! y no sabemos qué proporción se debe al mal uso de la libertad que ofende a Dios y abusa del prójimo. Recuerda el dicho: «Lo único que necesita el mal para triunfar en el mundo es que los buenos no hagan nada». En efecto, hay también en nuestro tiempo tantas personas comprometidas con el bien y la justicia social: «Quizá no hacen tanto ruido o su presencia no es tan vistosa, pero qué duda cabe de que son una fuente de bien y esperanza para la Iglesia y para el mundo», responde.

Preocupa a muchos católicos la marcha de la Iglesia al ver que es rechazada en algunos ámbitos, aunque conviene no olvidar su labor en favor de la dignidad de toda persona vista como hija de Dios. A veces parece que se da un atrincheramiento en la doctrina y en la moral, pero hay que tener visión de conjunto pues esta Iglesia encarnada en el siglo actual sostiene la dignidad de todas las personas y defiende una ecología verdaderamente humana. Su llama compartir, a vivir con austeridad, a la templanza abre puertas a la esperanza y la solidaridad.  La unidad con el Papa, ahora Francisco, es garantía de comunión verdadera, y a ello alude el Prelado en varias ocasiones, teniendo en cuenta además que algunos lo critican.

La disminución de las vocaciones preocupa a todos y sin embargo muchos jóvenes se deciden a seguir de cerca a Jesucristo con su integración en los movimientos laicales. Además muchas familias son verdaderas iglesias domésticas y semilleros de vocaciones. También durante la pandemia se han dado conversiones, vocaciones a lo Saulo, que dan testimonio y arriman el hombro en la Iglesia. La oración con esperanza encuentra siempre respuesta desde el cielo

Entrando en la cuestión sobre la fidelidad a todos los niveles y especialmente en el matrimonio, responde que esa cualidad no es inmovilismo y renuncia a otras oportunidades, pues la grandeza de la libertad no arbitraria sino precedida por un bien tan grande que no se abandona. La fidelidad es defensa de la persona frente a la vejez de espíritu, la aridez de corazón y el anquilosamiento mental. Añade que la vocación matrimonial es cooperación directa al cien por cien en el plan de Dios con la humanidad, y responsabilidad primer en la Iglesia.

¿Se puede vivir hoy la castidad? La realidad fabricada o manipulada no lo hace fácil, desde que se ha desvinculado el sexo del amor y de la donación. La revolución sexual y la pornografía accesible han alterado profundamente la percepción del amor y seguimos recogiendo los frutos de esa falsa liberación. Sin embargo, la sexualidad es un don de Dios, que capacita para la donación y entrega sin restricciones, ni frenos a la vida.

En este contexto de donación se puede entender el celibato sacerdotal, apostólico o consagrado, por razones teológicas y no solo prácticas, que también cuentan. Sostiene el Prelado que en este mundo actual tan respetuoso con la libertad ¿por qué se va a criticar el celibato libremente elegido por amor a Dios y disponibilidad de servicio al prójimo? Con sus palabras: «Naturalmente, para reconocer el celibato como don de Dios y no considerarlo una patología afectiva, es necesario comprender previamente el amor y, en consecuencia, el valor humano de la castidad».

El lector puede comprobar que Fernando Ocáriz no propone ideas sorprendentes sino el estímulo a trabajar por lo perdurable y bello de la vida, sin pesimismos ni optimismos infantiles, con fe y libertad, cultivando la amistad. Podemos advertir que el hilo conductor de estas propuestas es la libertad de espíritu y la esperanza en el poder transformador de la palabra de Dios contenida en la Biblia como el gran programa de vida válido para todos los tiempos.

Jesús Ortiz López

Cristianos en la sociedad del siglo XXI. Conversaciones con Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei. Ediciones Cristiandad, 2020.

 

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/pensar-actuar-cristiano/20200729004226032476.html


jueves, 23 de julio de 2020

La Iglesia en tiempos difíciles (I y II)

Durante estos meses, la Iglesia está haciendo un gran esfuerzo por sostener la esperanza de todos, en particular de los miles de personas infectadas, implorando con insistencia el final de la pandemia. No solo orando sino atendiendo a los enfermos y sus familiares, con sufragios por los difuntos, y movilizando a tantos voluntarios para recoger y suministrar alimentos a familias necesitadas.

Buena parte de la sociedad reconoce hoy ese servicio de la Iglesia a creyentes y no creyentes. Sin embargo muchos llevan tiempo desconcertados por voces que piden cambios en la doctrina, en la moral sexual, y en la vocación de los sacerdotes. No se comprende el celibato, se impulsa la ordenación de hombres casados, o el sacerdocio para las mujeres. Parecen temas distintos pero tienen su tronco común en la realidad del sacerdocio como hombre de Dios llamado a servir a todos.

Polémica artificial

El cardenal Sarah ha tenido varios encuentros con Benedicto XVI, intercambiado idea, inquietudes, y escritos, a la vez que manifiesta que «hemos rezado y meditado en silencio». Fruto de todo ello es un libro breve aunque llamado a influir durante mucho tiempo. Trata sobre el sacerdocio de Jesucristo encarnado en los sacerdotes desde la fundación de la Iglesia[1].

El cardenal Sarah es prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos,  y se propone mostrar la naturaleza del sacramento del Orden, precisamente cuando algunos vienen cuestionándolo desde hace décadas. Las ideas y exposición son también del cardenal J.Ratzinger que tanto ha disertado sobre el sacerdocio; y luego, como Benedicto XVI, ha enseñado cómo es la identificación de los sacerdotes con Jesucristo.

Como se recordará esta obra ha nacido con polémica, no tanto por sus autores sino por algún escándalo artificial -una cortina de humo- que impide conocer el contenido. Pues bien, ambos autores escriben desde lo más hondo de sus corazones, porque conocen bien los intentos de acabar con el sacerdocio de la Iglesia católica, rompiendo con la Tradición que procede Jesucristo.

Qué es ser sacerdote católico

Procuraré exponer algunas ideas de fe bien razonada que aportan los autores. La primera parte trata sobre el sacerdocio católico con ideas expresas de Benedicto XVI y Sarah durante esas largas conversaciones, con ánimo de atajar los ataques al sacerdocio. Es una teología que recorre el Antiguo Testamento y la radical novedad del sacerdocio de Jesucristo participado por los ordenados.

Benedicto XVI destaca que el ministerio del Nuevo Testamento no va ligado a la herencia familiar -como ocurría en el Antiguo Testamento con los levitas- sino a un don de Dios, una vocación con un fuerte compromiso de identificación plena con Jesucristo entregado en la Eucaristía, Esposo de su Iglesia, mediante un vínculo indisoluble, que viven también los sacerdotes con el celibato fiel.

En la segunda parte Sarah se adentra en el celibato sacerdotal, cuestionado por algunos como ariete para desarbolar el sacerdocio en la Iglesia. Presenta una mirada eclesiológica y pastoral sobre el sacerdote llamado a amar hasta el fin. Considera que hay un grave enfrentamiento con la doctrina de la Iglesia sobre el celibato que amenaza la continuidad sacramental del amor de Buen Pastor. Junto con Benedicto XVI destaca que la abstinencia sexual no es tanto funcional ni disciplinaria cuanto ontológica, es decir, que está en la naturaleza misma del sacerdocio católico.

El sacerdocio no es un derecho ni una obligación personal o comunitaria sino un don que Dios hace a algunos hombres como ministros suyos, para alimentar a su Pueblo desde la Eucaristía como sacramento fontal; añadiendo que el sacerdote no se limita a confeccionar y administrar los sacramentos sino a transmitir la Verdad de Jesucristo, el alimento de la Palabra, y a ser el Buen Pastor de los fieles. (Continuará).  

Jesús Ortiz López  

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/iglesia-tiempos-dificiles-i/20200604013015030206.html

 

La Iglesia en tiempos difíciles (y II)

Algunos fieles se encuentran desconcertados por voces que piden cambios en la doctrina, en la moral sexual, y en la vocación de los sacerdotes[2].

Presiones para que la Iglesia cambie

Con dolor señala Sarah que algunos teólogos parecen dispuestos a servirse de las carencias de los pueblos pobres como un laboratorio experimental de sus proyectos de aprendices de brujo. Palabras fuertes que responden a una realidad ya conocida: que la solución a la falta de sacerdotes no pasa por ordenar a hombres casados y menos por ordenar a de mujeres. Además de las razones ontológicas-teológicas está la experiencia de que cuando se rebaja la naturaleza del sacerdocio disminuyen las vocaciones. Y una parte del Pueblo de Dios queda a la intemperie sometida a la presión de una cultura positivista.

Sarah es africano y conoce bien que la solución a la escasez de clero pasa por la oración que pide humildemente a Dios vocaciones nativas, y pasa por ser hombres desposados con una sola mujer, la Iglesia, entregados en cuerpo y alma a todos los fieles. Donde esto se entiende y se predica hay vocaciones sacerdotales como en África donde han aumentado más del 30% en una década; en cambio en la Amazonia hay comunidades sin vocaciones desde hace un siglo.

El papa emérito y el cardenal afirman que más que clericalizar a varones probados o a mujeres acercándolas más al altar, lo que falta es oración y fervor apostólico en la comunidad. En Japón y Corea estuvieron dos siglos sin sacerdotes pero no inventaron atajos, pues fueron los laicos no clericalizados quienes transmitieron la fe desde la familia, con el Evangelio y la Cruz, con la catequesis y la comunidad orante. Ellos tuvieron claro que los sacerdotes de Jesucristo se caracterizan por: ser célibes, amar a la Virgen y obedecer al papa de Roma.

Por tanto la inculturación que algunos occidentales -por ejemplo en Alemania- invocan para la Amazonia, África y otros lugares, no consiste en adaptar el Evangelio, los sacramentos y el sacerdocio a su cultura, sino en transformarla con la fuerza de la gracia: oración, sacramentos, celo apostólico, formación de los laicos, y naturalmente la Cruz.

Claves sobre el sacerdocio

Algunas ideas que se repiten en esta obra son: el desafío eclesiológico actual está en superar la idea de una Iglesia meramente funcional o sociológica. El sacerdocio no es un derecho ni una obligación, ni una aspiración, porque es un don gratuito de Dios.

El celibato de los sacerdotes no es funcional sino ontológico y esponsal de Jesucristo con su Iglesia. El celibato no se entiende en un tiempo supersexualizado y positivista que no ve a Dios como realidad concreta. Por eso el mundo necesita sacerdotes célibes que sean un potente motor de evangelización. Entre todos -Jerarquía, sacerdotes y fieles- debemos potenciar el carisma femenino en la Iglesia y en la sociedad, con sus cualidades específicas de escucha, acogida, fidelidad, humildad, alabanza y espera, como la Virgen María. Hay que profundizar más en el potencial dinámico de carácter bautismal y de la Confirmación, porque la evangelización y el apostolado es tarea de todos.

Afirma Sarah que: «Entre el sacerdocio y el celibato existe un vínculo ontológico-sacramental. Cualquier debilitamiento de ese vínculo significaría poner en tela de juicio el magisterio del concilio y de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Suplico humildemente al papa Francisco que nos proteja definitivamente de esta posibilidad vetando cualquier debilitamiento de la ley del celibato sacerdotal, ni siquiera restringiéndolo a una u otra región».

Tres papas en sintonía

En efecto, esta es la enseñanza de los últimos pontífices en continuidad con el Magisterio de la Iglesia:

- San Juan Pablo II: «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia».

- Benedicto XVI : «Nuestro mundo, que se ha vuelto totalmente positivista, en el cual Dios solo encuentra lugar como hipótesis pero no como realidad concreta, necesita apoyarse en Dios del modo más concreto y radical posible (..) Por eso precisamente hoy, en nuestro mundo actual, el celibato es tan importante, aunque su cumplimiento en nuestra época se vea continuamente amenazado y puesto en tela de juicio».

- Francisco: «Prefiero dar mi vida antes que cambiar la ley del celibato. Personalmente, pienso que el celibato es un don para la Iglesia. Yo no estoy de acuerdo en permitir el celibato opcional».

Después de estas razones ¿habrá quien sea capaz de impulsar el abandono del celibato sacerdotal aunque sea restringido?, ¿habrá quienes sigan confundiendo a las mujeres con el sacerdocio ficción como si fuera una promoción?

Finalmente, en el apartado «A la sombra de la Cruz», esa obra concluye con una sentida oración, que incluye esas palabras: «Jesús crucificado, mira a la Iglesia, tu Esposa. Hazla hermosa y digna de ti. Qu sea conforme a tu corazón. Que todos puedan reconocer en ella tu rostro. Que todos los pueblos por fin reconozcan en ella la única casa común».

 

Jesús Ortiz López

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/iglesia-tiempos-dificiles-ii/20200611000621030251.html

 

  

 



[1] Robert Sarah. Con Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Desde lo más hondo de nuestros corazones

Palabra. Madrid, 2020. 175 págs.

 

[2] Robert Sarah. Con Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Desde lo más hondo de nuestros corazones

Palabra. Madrid, 2020. 175 págs.

 


¿Para qué sirven los santos?

De nuevo se celebra un aniversario de la muerte de Josemaría Escrivá elevado a los altares para la Iglesia universal el año 2002. Uno más entre los santos canonizados por la Iglesia a lo largo de los siglos, y uno de los destacados durante el siglo XX.

Fue elegido por Dios al comienzo de ese siglo para extender la llamada a la santidad a todos los cristianos, algo comúnmente admitido hoy día pero que entonces significaba una novedad ¿Hasta qué punto?

Los primeros cristianos

Desde el comienzo de la andadura de la Iglesia son muchos los santos que han vivido con fidelidad el Evangelio encarnado en la vida de Jesucristo. Basta echar una mirada a los primeros cristianos para reconocer que hubo muchos mártires perseguidos por el imperio de entonces, y ya nunca ha cesado la persecución especialmente en el siglo XX, el gran siglo de los mártires. Sellaron con su sangre la verdad del Evangelio, es decir, estaban tan seguros de haber encontrado el camino de la santidad, que no se echaron atrás ante los tormentos. Porque hay verdades tan verdaderamente fuertes que no pueden ser destruidas por la muerte, no son opiniones líquidas que desaparecen ante los peligros del mundo, y las amenazas de los poderosos.

Sin embargo, la mayoría de los primeros cristianos no fueron mártires y no por haber huido sino porque siguieron su vida normal, aunque completamente transformada en el fondo y en la forma. El documento conocido como Didaché destaca que aquellos discípulos de Cristo siguen en el mundo sin ser mundanos, trabajaban donde siempre, cumplían sus obligaciones como ciudadanos, formaban familias bien unidas en la fe, y procuraban tratar con caridad incluso a sus enemigos.

No eran como los demás sino que eran los demás, como recordará san Josemaría. Tenían las mismas costumbres pero llevaban un tenor de vida ejemplar y admirable para muchos: por su honradez, su limpieza de costumbres en medio de otras depravadas, y por sus virtudes; es decir, vivían en el mundo pero no eran mundanos, como enseñó el mismo Jesucristo y los apóstoles.

Destacaba san Josemaría que cada comunidad de fieles reunía a personas de todos los estratos sociales, pues estaban representadas en ellas todas las profesiones: había médicos como Lucas, juristas como Zela, financieros como Erasto, universitarios como Apolo, artesanos como Alejandro, comerciantes, vigilantes de las cárceles y sus familias, soldados y oficiales, o algún procónsul como Sergio Paulo: eran pobres y ricos, esclavos y libres, gente civil y militares como Sebastián.

¿Dónde está la novedad?

¿Qué interés tiene por tanto san Josemaría? Enlazar con esa novedad de aquellos primeros, difundiendo el mensaje da la búsqueda de la santidad en el medio del mundo con fuerza apostólica, que significa naturalidad, ejemplaridad, y ciudadanía. Y difundir no solo ese mensaje esperanzador sino desarrollar el modo real de vivirlo centrando su vida en Jesucristo. Porque durante siglos aquel espíritu evangélico de santidad para todos se había diluido -no tanto en las ideas y menos en las enseñanzas de la Iglesia-, por no encontrar un camino vocacional plenamente laical, con un desarrollo pastoral y ascético bien definido, para elevar el mundo desde dentro, siendo como una inyección intravenosa -escribía- en el torrente circulatorio de la sociedad: santificar el trabajo, santificarse con el trabajo, y santificar por medio del trabajo. El secreto no está tanto en la profesionalidad cuanto en la unión con Jesucristo, en la vida de oración, en el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas, y en la vida planteada como servicio a todos.

Puede que aún muchos no vean la diferencia entre este mensaje universal y lo que muchos cristianos han vivido durante siglos, al tener como referencia un alto ideal de santidad a semejanza de los religiosos, con una ascética y unos modos adaptados a los seglares.

El Espíritu ha suscitado en el siglo XX el Opus Dei, y también nuevos movimientos seculares que han mostrado la vocación a la santidad en el mundo como una posibilidad realmente nueva. El Concilio Vaticano II ha confirmado ese nuevo espíritu proclamando la universal llamada a la santidad para todos los fieles. Esto no quiere decir que sea una adaptación de los consagrados a los laicos, ni algo fácil consistente en rezar más y cumplir mejor con la Iglesia. No es así, porque lo que caracteriza a los nuevos apóstoles es transformar el mundo desde dentro, cultivando con naturalidad la amistad y las relaciones humanas, con vocación de poner a Jesucristo en la cima de las actividades humanas.

Jesús Ortiz López

 

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/sirven-santos/20200630232228030390.html