El Gobierno de Pedro Sánchez
presenta una proposición de ley sobre la eutanasia. Un camino rápido
para imponer su ideología sin debate público sobre un tema capital que toca a
todas las familias. Si fuera anteproyecto de ley tendría que contar con
el Consejo de Estado y el Comité de Bioética, entre otros, algo que rechaza porque
no quiere trabas para imponer su agenda ideológica.
Las trampas de la ley
¿La eutanasia es lo que más
preocupa a los ciudadanos? Pues no y sí, cuando mete las manos un Gobierno
ideologizado que utiliza desde el principio la puerta de atrás para hacerse con
el poder y transformar la sociedad. Es verdad que hace falta una regulación
sobre el tramo final de la vida para evitar abusos y homicidios como viene
ocurriendo en Holanda, Bélgica y otros países, que quieren ahorrar despachando
por la vía rápida a los que más gravan al sistema sanitario. Sin embargo, el
problema entre nosotros está en las trampas de la futura ley, aparentemente respetuosa,
pero con propósito de abrir la eutanasia libre en poco tiempo. Este Gobierno
«social y progresista» está marcando a los más vulnerables convenciéndonos de
que son un peso social.
Eutanasia blanca
Tratan de imponer un «genocidio o
eutanasia blanca» porque no aparece como la de los genocidas nazis contra
judíos, disminuidos, homosexuales y otros, reduciéndolos a ceniza negra en los
hornos crematorios. Ese genocidio era negro y directo, este de la eutanasia es
blanco al poner en papel blanco una ley con el cinismo de presentarla como
progresista. Además hablamos también de «genocidio blanco» porque pretende que
los profesionales de la sanidad manchen sus batas blancas suministrando
inyecciones y píldoras para despachar el suicidio asistido. Primero se aplica
la eutanasia respetando algunas cautelas y después se hará sin apenas control, como
viene ocurriendo en Holanda: cada año se multiplican los muertos por eutanasia.
Pasan de los problemas reales
Este Gobierno desarrolla a uña de
caballo el programa oculto pero bien conocido a la vez. No se ocupa de los
problemas del campo, ni de la pequeña y mediana empresa, ni del crecimiento del
paro especialmente entre los jóvenes, ni de los inmigrantes, ni de las ayudas a
las familias salvo algunas migajas, ni del creciente déficit público, ni de las
carreteras cada día en peor estado, ni de la digna representación de España en
la UE, entre otros muchos. Sí les interesa imponer la eutanasia, extender el
aborto -sin importarles los dramas vividos por las personas y familias
implicadas-, y sofocar la libertad de los padres para educar a sus hijos, que
por lo visto son del Estado, según la inefable Celáa.
Esa agenda ideologizada en el
peor sentido de la palabra marca la destrucción del tejido social: desintegrar
la familia, arruinar el matrimonio, incrementar el aborto, y no podía faltar la
eutanasia. Ya lo han intentado dos veces y ahora corren para conseguir su
objetivo sin admitir debate público, seguros de que van a conseguirlo. Por ello
debe ser ocasión para que la sociedad despierte y empiece a trabajar con fuerza
para sanear el tejido social. Es algo que compete a cada familia, a las
escuelas libres del intervencionismo estatal -aunque sobrevivan de milagro-,
todo sea para no caer en las garras del Leviatán.
Los amigos de la liberad, como
George Steiner que acaba de fallecer, conocen bien el totalitarismo encubierto
de los socialistas, y por eso decía: «En el ejercicio del poder, la especie
humana puede volver a la animalidad».
Jesús Ortiz López