«Personalmente nunca he sentido la tentación de poner en duda la existencia de Dios ni de atribuirle mis desgracias. Nunca pensé, ni un solo instante, que Dios me hubiese abandonado. Al contario, fue precisamente durante los momentos de mayor dureza cuando se vio fortalecida mi fe».
Hoy día Gaétan es un sacerdote católico
que ejerce su ministerio en Madrid como el Buen Pastor en una parroquia y entre
los enfermos. Su trayectoria vital ha sido muy dura pasando por casi todas las
penalidades que puede sufrir una persona, y que han consolidado su vocación y acercado
a Jesucristo en la Cruz. Declara que nunca ha tenido la tentación de acusar a
Dios de sus sufrimientos pues sabe bien que son causados por la maldad de
algunos hombres y porque no tenemos en este mundo ciudad permanente. Desde muy
niño deseaba ser sacerdote para ser las manos y el corazón de Jesucristo en
servicio de los demás, y ha relatado su experiencia de fe, convencido de que
Dios le ha guiado con mano invisible[1].
Dios en el banquillo
Para muchos la existencia del mal en el
mundo representa el gran problema para admitir a Dios y su Providencia en el
mundo. Se trata de un problema vital antes que intelectual debido a
experiencias duras y a una idea errónea de Dios. En cambio, son mayoría quienes
creen en Dios a pesar de los males abundantes en el mundo cuando se acercan a
las causas que los generan, con convicción personal y tradición de fe.
Abundan los testimonios de personas que
han sufrido males ordinarios, como la mayoría, y otros extraordinarios y han
optado por una visión positiva y de conjunto. Se comprende el rechazo de un ser
superior supuestamente bueno con los hombres ante grandes sufrimientos, pero el
pesimismo existencial no vale para mantener el sentido de la vida y de la
historia. Y descargar en Dios la responsabilidad del mal es quedarse en la
penultimidad de la vida, porque algo tiene que ver la libertad de los hombres.
Del exilio a sacerdote de Jesucristo
Gaétan ha tenido una vida apasionante
camino del sacerdocio en medio de grandes sufrimientos. Tuvo que huir de su
Ruanda natal a causa de la guerra tribal, y comienzo el periplo por varios
países como refugiado, especialmente en la República del Congo (antes Zaire) y
en la República Centroafricana siendo un milagro que haya sobrevivido. Y más
aún que sea un hombre sereno y sacerdote de Jesucristo guiado en verdad por la
mano invisible de Dios, y de muchas personas que encarnan al buen samaritano
como procura ser él mismo para los demás.
Da testimonio de que el sufrimiento no es
enemigo de la fe sino más bien al contrario. Quien ha perdido la fe puede
revisar el significado de su sufrimiento como una oportunidad de encontrarse
con Dios. «Ningún pasaje del Evangelio -señala- promete el paraíso en la
tierra. Y considera que la pregunta que deberíamos hacernos es ¿por qué el
hombre maltrata a sus semejantes? En el caso del genocidio de Ruanda, cada
machete que cortaba un cuello lo sujetaba la mano de una persona concreta».
La esperanza le sostuvo, y pudo
sobrevivir al cólera y a la malaria, al hambre y a la sed, a la soledad, a la
pobreza y a la precariedad. Considera que los sufrimientos, las humillaciones,
la cárcel, las expulsiones, la pobreza y la fatiga eran el camino del calvario
personal para unirse a Jesús. El sufrimiento, dice, le enseñó el amor al hombre
y el valor de la fe. Cada vez que empezaba a desesperarse encontraba alguien
que le solucionaba el problema: no han sido coincidencias sino la mano
invisible de Dios y la bondad de unas personas.
De la guerra a la paz
Las causas del mal hay que buscarlas en
el abuso de libertad de muchos hombres para sojuzgar a los demás. Gaétan señala
que hoy día gracias a la prensa, a la concienciación social y a los medios
tecnológicos disponibles, las personas de buena voluntad pueden socorrer a los
que sufren a miles de kilómetros: «Fue en los campos de refugiados donde
descubrí el sentido del voluntariado, del sacrificio, de la renuncia y de la
generosidad internacional». Incluso a pesar de los miedos y desinformación de
algunos. Por ejemplo, algunos obstaculizaban que los voluntarios americanos
vacunaran del cólera a niños y madres embarazadas, difundiendo rumores de que
tenían un plan maquiavélico para exterminarlos.
Recuerda en el prólogo la belleza de su
país y la bondad natural de sus gentes: «No comprendía cómo el pueblo que habitaba
aquel paraíso había podido pasar de una paz legendaria a una de las matanzas
más atroces de la historia reciente de la humanidad. De la paz se pasó a la guerra, de la guerra a
la fractura social, y de ahí al genocidio. Después, todo fueron penas y
miseria: el exilio para unos, la tristeza permanente para otros y la ruptura
interior para todos». Había marchado con 22 años y volvía por un tiempo, ya
sacerdote con 41.
Después de estar en el seminario de
Bangassou (República Centroafricana) y
en el de Bangui, fue admitido providencialmente en el de Madrid. Tras cuatro
años en este seminario Gaétan fue ordenado primero como diácono en la catedral
de Madrid en junio de 2003 y en septiembre de ese año como sacerdote en Bangassou,
lejos de su tierra natal y de su familia en Ruanda. En el año 2000, al comienzo
del tercer milenio, se decidió a escribir su historia en parte para apartar los
fantasmas, viendo su vida iluminada por la presencia de Dios en cada etapa de
su itinerario. Y se pregunta ¿será verdad que Dios nos susurra en nuestros
momentos de alegría y grita en nuestros sufrimientos?
Los años transcurridos en el exilio y
después de formación lejos de hacerle amargo y pesimista le habían enseñado a
poner su esperanza en Dios y en los buenos samaritanos: «Había comprendido que
el hombre es, siempre y en todas partes, igual: capaz de hacer el bien y el
mal, capaz de amar y de odiar, capaz de apostar por la vida o por muerte. Lo
que a mí me interesaba eran el bien, el amor y la vida, y eso se pueden
encontrar en cualquier lugar». Con su
experiencia como sacerdote ha publicado un nuevo libro titulado: «Un sacerdote
entre dos mundos» pues ha madurado con lo mejor de su historia africana y
también con lo mejor de nuestro Occidente cristiano, a pesar de los pesares.
Jesús Ortiz López
[1] Gaétan Kabasha Una mano invisible. De seminarista en el exilio a
sacerdote de Cristo.
Editorial Nueva Eva. Madrid 2021.
220 págs.