miércoles, 20 de noviembre de 2024

Santos y difuntos: sí a la vida

Estos días España está de luto por la muerte de más de doscientas personas, mayores, jóvenes y niños, a causa de la gota fría o DANA terrible que ha inundado las tierras del levante. No guardamos solo un minuto de silencio sino que muchos rezamos y ofrecemos sufragios por quienes han muerto sin esperarlo, confiándolos a la misericordia de Dios. 

Noviembre

Precisamente este mes comienza con la fiesta de «Todos los santos»: son aquellos que no están canonizados e inscritos en el elenco de los santos de la Iglesia, que también reconoce santos ortodoxos y otros hermanos separados, porque han dado muestra de fe, esperanza y caridad, heroicas.

Al día siguiente la Iglesia celebra el «Día difuntos» cuando muchos fieles visitan los cementerios donde los seres queridos esperan la resurrección de la carne. Es la fe de la Iglesia con una expresión que no entra en detalles sobre cómo será, pero está anclada en la Resurrección de Jesucristo, y en la promesa de la Vida eterna en Dios.

Todo el mes los fieles ofrecemos sufragios por los conocidos y desconocidos con el deseo de vaciar el Purgatorio, un estado real de esperanza en que los difuntos necesitan nuestras oraciones y sacrificios, especialmente la Misa.

Ante esta realidad de la muerte, de la vida eterna, del cielo, del infierno y del purgatorio, carecen de consistencia los actos de halloween, y otros como ensalzar la muerte para hacerse amigos de ella, inventar fantasías para impresionar sin tomarse en serio la vida, la muerte, ni el Cielo. Los muertos recientes por la DANA se merecen más respeto, y no jugar con la muerte ni con calabazas vacías.

Guerras interminables

Ciertamente las guerras recorren la historia de los hombres y están demasiado presentes hoy día en Ucrania y en Palestina por citar tan solo dos terribles heridas abiertas en la faz de la tierra,  aunque sin olvidar las guerras en el continente africano y en oriente. Con razón ha repetido el Papa Francisco que estamos sufriendo la tercera guerra mundial en pedazos.

Nos estamos acostumbrando a las noticias diarias sobre ataques cada vez más mortíferos y sofisticados. Sabemos que desde una consola se puede enviar un misil contra un edificio de viviendas, una escuela, o un hospital causando docenas de víctimas sin cargo de conciencia por parte de los agresores, o eso parece pues estos ataques no disminuyen sino aumentan.

La construcción día a día de la paz empieza por valorar más la vida ajena, cuando vemos las imágenes de los cadáveres envueltos en sábana, los ataúdes, o las fosas abiertas en los bosques. Queremos pensar en esas criaturas envueltas a diario en las explosiones, las ruinas, las huidas y las muertes. Los millones de desplazados muestran las cicatrices del mundo actual incapaz de defender los derechos fundamentales, que recluye en campos de refugiados a miles de personas y vivirán durante demasiados años en guetos inhumanos.

No acostumbrase a la cultura de muerte

No parece lo mismo pero la realidad el aborto y la eutanasia son también atentados diarios contra la vida, aunque los envolvamos en conceptos abstractos como el tan manido de «interrupción voluntaria del embarazo». Hay un salto mortal en la sociedad desde que se presentaron en la opinión pública casos penosos de mujeres que morían por «abortar en malas condiciones y otras que iban a la cárcel» hasta hoy con la aceptación social del aborto y la eutanasia.

Como tantas veces, muchos creadores de opinión mueven los sentimientos para ofuscar la inteligencia y seguir avanzando en la cultura de la muerte. Luego se despenalizan unos supuestos a la vez que cierto feminismo hace bandera de ese derecho que se introduce en la legislación. Al final llegamos hasta la Asamblea de Francia que establece el aborto como un derecho constitucional.

En nuestro mundo supuestamente civilizado se va imponiendo la eutanasia como una solución para el envejecimiento de la población, presentándola como un ejercicio de libertad y un derecho. Además, la cultura de muerte va destruyendo la conciencia moral de los jóvenes, que ya no sabrán distinguir entre el bien y el mal. Por este camino avanzamos hacia el establecimiento de la eutanasia como un derecho constitucional, igual que ya ha ocurrido con el aborto.

Trabajar por la vida

No son pocos los que trabajan por la paz en la política, la economía, el derecho, la sanidad, y asociaciones varias, en las que colaboran hombres y mujeres, jóvenes y mayores, los que vemos la transmisión de los valores humanos en defensa de la vida, del matrimonio, de la libertad en un ejercicio palpable de generosidad y de la solidaridad. Todos somos llamados en conciencia a renovar la sociedad, a defender la convivencia pacífica en el respeto de los derechos de todos, y a esforzarnos con esperanza para el progreso real en humanidad.

Las guerras siempre interesadas de unos pocos, que no quieren cargar con los muertos, con la aceptación social de los atentados a la vida como el aborto y la eutanasia constituyen la mayor regresión que puede acabar con la civilización occidental.

Sin embargo, también crece la oposición a esta cultura de muerte por parte de juristas, políticos, médicos, escritores, y artistas que siguen proclamando bien alto y con perseverancia que la vida es el mayor bien, la base de toda civilización digna de este nombre y siempre un don de Dios. Si muchos se empeñan en destruir el tejido social excitando la mentira y el egoísmo, otros muchos seguiremos proclamando el valor supremo de la vida humana.   

Jesús Ortiz López

https://www.religionenlibertad.com/blog/605242395/Santos-y-difuntos-si-a-la-vida.html


La sorprendente Iglesia

Recuerdo algunas conversaciones con un buen hombre que no tiene fe a pesar de tener instrucción y ser muy leído, sobre todo en cuestiones sobre religión. Con tantas explicaciones y enfoques de historia de las religiones; sobre el origen de la Escritura; sobre la fenomenología de la religión; sobre la historia del cristianismo, o la sorprendente historia de la Iglesia, han llegado a ser pantallas que le desorientan e impiden entrar en el meollo de la cuestión. 

No acaba de ser consciente de los prejuicios intelectuales, es decir, de paradigmas que complican la conclusión lógica de muchas pruebas, que en realidad frenan el salto a la fe. Quizá se puede resumir en que este amigo participa del prejuicio anti sobrenatural: no puede haber hechos no explicables por la razón, por las ciencias, y además un Dios grande no tiene porqué implicarse en la historia de los hombres.

Interpretaciones

En realidad ese prejuicio impide conocer a Jesucristo: admite que ha sido un gran profeta, un hombre admirable como ninguno, unas enseñanzas muy útiles… pero no es Dios en sentido estricto. 

De acuerdo con ese paradigma los milagros del Evangelio se pueden explicar por razones humanas o arreglos de los discípulos; las profecías bíblicas que hablan de Jesucristo admiten varias interpretaciones y la Iglesia ha elegido la más conveniente para asegurar la fe en Jesucristo. Las mismas Escrituras y el Nuevo Testamento -considera- están alteradas por la traducción del hebreo al griego, y escritas mucho tiempo después para mantener viva la memoria del Maestro.

Conocemos muchos casos como el de esta persona que en su búsqueda se fatigan y no llegan al camino de la fe. Ese misterio se puede entender quizá porque la fe no es resultado de razonamiento sino un don que, ciertamente, Dios no niega a nadie que se le acerque sin prejuicios, que está dispuesto al salto de fiarse, de dejar entrar a Dios en su vida, de cultivar el sentido de abandono ante la grandeza del Dios que sí interviene en la historia y llama a cada persona. 

Se puede comparar con el sol que luce para todos aunque muchos quedan a oscuras y sin calor por permanecer en la cueva, por aferrarse a su seguridad, por no atreverse a salir al exterior.

Qué pasa con la Iglesia 

Hay un punto más que se refiere a la sorprendente vida de la Iglesia. Los Evangelios muestran el propósito de Jesucristo de fundar la Iglesia y depositarla en manos de los discípulos, con la asistencia del Espíritu Santo que les envía. Ellos no inventaron la Iglesia y sí fueron enviados al mundo entero. Una empresa imposible para las fuerzas humanas y más de unos hombres y mujeres nada importantes, sin apenas medios humanos desproporcionados, y además perseguidos con furor durante siglos. No hay ningún caso semejante en otras religiones ni en empresas humanas.

«Hace años, una persona que no tenía mal corazón, pero que no tenía fe, señalando un mapamundi, me comentó: He aquí el fracaso de Cristo. Tantos años procurando meter en el alma de los hombres su doctrina, y vea los resultados: no hay cristianos.

»No faltan hoy los que todavía piensan así. Pero Cristo no ha fracasado: su palabra y su vida fecundan continuamente el mundo. La obra de Cristo, la tarea que su Padre le encomendó, se está realizando, su fuerza atraviesa la historia trayendo la verdadera vida, y cuando ya todas las cosas estén sujetas a El, entonces el Hijo mismo quedará sujeto en cuanto hombre al que se las sujetó todas, a fin de que en todas las cosas todo sea Dios (1 Co 15,28).» .

Muchos antiguos pensaban que la historia está sometida a fuerzas ciegas, que superan la voluntad humana y juegan con los hombres hasta desencadenar auténticas tragedias... Sin embargo, la Palabra de Dios revelada nos muestra que la historia no es resultado del azar sino manifestación de la Providencia divina y de la verdadera libertad de los hombres.

El amor de Dios está detrás de cada acontecimiento: provee en la tierra según la conveniencia de nuestro bien definitivo, que es el verdadero bien de la persona, aunque a veces el hombre no advierta su sentido, como enseña perfectamente el libro de Job. Además, lo que acontece a cada persona ilustra también la Providencia divina sobre la entera historia humana: la de cada época y toda ella en su conjunto. Providencia que, de modo muy particular, se manifiesta en la historia de la Iglesia, incluidas las persecuciones y las defecciones de los mismos bautizados.

La Iglesia peregrina

El peregrinar de la Iglesia en la historia es completamente peculiar a los ojos humanos. Aunque ha conocido épocas de crisis, siempre ha salido purificada y fortalecida en su misión universal, con la ayuda de Dios. Jalones importantes son la época de los primeros cristianos; el posterior desarrollo teológico de la fe; la crisis originada en los cismas de Oriente y Occidente; también los intentos luteranos por reformar que llevaron a la Iglesia a desarrollar la gran teología de los sacramentos instituidos por Jesucristo y administrados por los apóstoles desde el principio. 

Más tarde el racionalismo con el prejuicio anti sobrenatural ha obligado a profundizar en la Escritura, en la historia de la salvación, y en la pastoral; después con el desarrollo industrial y cultural de las sociedades modernas la Iglesia ha defendido la dignidad de las personas, ha desarrollado una teología del trabajo, una doctrina social pionera, la defensa de la familia, y la libertad de educación, entre otros muchos logros.

Ya en el siglo XX han crecido la preparación de los seglares más conscientes de su misión de transformar el mundo y elevar las estructuras en beneficio de una sociedad más humana; el Concilio Vaticano II ha supuesto un impulso sin igual para impulsar la búsqueda de la santidad en el mundo y la transformación de las estructuras haciéndolas más humanas.

El interés de los cristianos por la historia de la Iglesia lleva a conocer los dones y atenciones divinas, y también permite saber cómo han correspondido los hombres y mujeres con su libertad a los designios de Dios para la salvación de todos. Porque con su infinita sabiduría, Dios nos ha querido libres -también con la posibilidad de pecar- y que la historia esté efectivamente hecha por nosotros; y a la vez Él no ha querido sustraer su Providencia de ella sino que la gobierna con suavidad y fortaleza: «Todas las incidencias de la vida -las de cada existencia individual y, de alguna manera, las de las grandes encrucijadas de la historia- son como otras tantas llamadas que Dios dirige a los hombres, para que se enfrenten con la verdad; y como ocasiones, que se nos ofrecen a los cristianos, para anunciar con nuestras obras y con nuestras palabras ayudados por la gracia, el Espíritu al que pertenecemos.»  .

Las estimaciones humanas se han equivocado muchas veces respecto a la Iglesia cuando proceden de una fe poco formada, y no digamos si tienen su origen en la falta de fe. Desde esas perspectivas deficientes resultará inexplicable la permanencia de la Iglesia durante veinte siglos, pues las infidelidades, incoherencias, y persecuciones serían suficientes para hacerla desaparecer de la tierra. Pero no ha ocurrido de ese modo pues la Iglesia aparece hoy como un milagro permanente de la fe, al cumplirse en ella las palabras de Jesucristo: «Sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28,20).


Jesús Ortiz López


https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/sorprendente-iglesia/20241114010920050831.html