Sufrimos estas crisis
porque las bases de este Estado de bienestar son frágiles por su dependencia de
una antropología deficiente.
Aquel buen
hombre fue embarcado en el autobús con destino a Madrid para participar en
alguna de las diez manifestaciones diarias que recorren la capital. Con el
ajetreo sufrió un desmayo y fue atendido solícitamente en urgencias. Se le
pasó, pero el bus ya había regresado a su pueblo y Abilio exigía cena y una
cama para pasar la noche. En el hospital consiguieron por fin que fuera a una
casa de acogida y satisfacer así su demanda. Es un signo de que papá Estado nos
atenderá siempre, pase lo que pase.
El suceso
merece una reflexión acerca de la responsabilidad personal en este tiempo de
crisis económica. Se trata de la Prudencia, que algunos tomarán por una señora
de pueblo, pero no, es el nombre de una virtud cardinal bastante olvidada.
Dispone la razón para discernir, en cada circunstancia, el verdadero bien y a
elegir los medios adecuados para hacerlo. De este modo guía a las demás
virtudes, indicándoles su regla y medida, dice el actual Compendio del
Catecismo católico. Pues bien, la
actual crisis económica tiene raíces morales -falta de virtud- , como afirma Benedicto XVI y dicen algunos entendidos
con sentido común.
El Estado de
bienestar
Hace muchos
años que los países europeos han desarrollado el Estado de bienestar, que
garantiza unos servicios a los ciudadanos, especialmente en sanidad, educación,
vivienda y transportes, o manifestaciones, buscando votos por encima de todo.
Un buen logro que ha exigido más impuestos y una ingente maquinaria estatal a
todos los niveles, como comprobamos en la España de las autonomías.
Pero las
bases de este Estado de bienestar son frágiles por su dependencia de una
antropología deficiente. En lugar de avanzar en responsabilidad personal y en
virtudes ha crecido en irresponsabilidad, vicios y corrupción. Muestra de ello
son las leyes permisivas que favorecen
el divorcio y el aborto como derechos sociales; o la ideología de género como
cáncer silencioso que va destruyendo el matrimonio y de la familia.
Aprender a ser
responsables
Por todo
ello parece necesario hacer una cura de responsabilidad para que cada uno
administre sabiamente su libertad, arrime el hombro y aprenda a ser un ciudadano
ejemplar. Es difícil, pero vale la pena intentarlo por el bienestar de todos: la
culpa no es de los otros, sobran los victimismos y los indignados. Y cada uno
debe trabajar con honrada responsabilidad sin esperar que papá Estado le
resuelva la vida.
Jesús Ortiz López
http://www.analisisdigital.org/2012/10/04/crisis-de-responsabilidad/
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