Comprobamos ahora intentos varios para desvirtuar el sentido
cristiano de la Navidad. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid ha suprimido la
representación luminosa de la Sagrada Familia en la emblemática Puerta de
Alcalá de Madrid, y antes las figuras de la Sagrada Familia en Belén. En
cambio, algunos indignados por esa torpeza van colocando allí las figuras
tradicionales junto con el Misterio; porque si no celebramos este misterio del
Hijo de Dios que se hace hombre para salvarnos, sobran los regalos, las
burbujas, y la tramoya de “Cortylandia“ o similares.
Día tras
día abundan las columnas, artículos y cartas en la prensa o en la redes
sociales recordando el genuino sentido de la Navidad. Y genuino es lo que nace
proyectado en la existencia por encima de las ideologías o intentos de
distorsionar la realidad. Esto sí que es una marea de tradición cristiana que
el laicismo no puede detener con sus pequeñitos y ridículos intentos como unos
Mag@s vestidos con cortinas de ducha. Tanto en Madrid como en Valencia, en
Barcelona, y en los ayuntamientos bien conocidos de todos. Fracasan y
fracasarán como todos los que van contra el Evangelio desde hace veintiún
siglos.
Hace tiempo
que el socialista Francisco Vázquez escribía sobre la adulteración de la
Navidad como si esta tradición de fe cristiana fuera unas simples fiestas de
invierno. Y añadía que: “En estos años últimos los católicos nos hemos visto
engañados por unos y amenazados por otros, y siempre ninguneados por todos,
carentes del más mínimo gesto de atención o de cariño”. No exagera y pienso que
si somos coherentes tendremos que ningunear a los partidos que boicotean la
Navidad, engañan a las familias, o pretender asfixiar a las escuelas
concertadas. Así lo decía Vázquez: “Quienes tienen a gala para nada
relacionarse con la Iglesia, en justa reciprocidad reciban en las urnas su
mismo trato por parte de los católicos”. De modo que la responsabilidad no está
sólo en los políticos y sus manejos sino en ese pueblo de bautizados, que son el
setenta por ciento, y tienen capacidad para mantener o expulsar a las
ideologías enemigas de la libertad que confunden voluntariamente como trileros
la aconfesionalidad con el laicismo negativo.
Mientras el
Ayuntamiento madrileño intenta cambiar la Navidad reduciendo Belenes, la Autonomía
de Madrid monta su tradicional Belén en la Puerta del Sol, siempre renovado
como ahora con una evocación del Madrid de Carlos III, y recibe gran afluencia
de visitantes que hacen colas interminables con tal de disfrutar de la Navidad.
Dejando aparte los réditos de imagen que logra así la Cifuentes, quizá con ello
puede empezar a redimir sus políticas en contra la familia y a favor de la
ideología de género.
Por otra
parte, frente a los grandes almacenes como “El Corte Inglés“ afectados de
asepsia que intentan seducirnos con animalitos cantarines sin apenas Navidad,
muchos comercios pequeños exhiben con naturalidad sus Belenes y atraen más
clientes. Y no digamos en nuestros hogares con múltiples Belenes heredados de
los abuelos o traídos de la Tierra Santa y de lugares exóticos. Sin embargo ese
pueblo teóricamente católico se deja el sueldo en esas grandes superficies.
Una vez más
son las ocurrencias de cierta izquierda que intenta inútilmente disolver la
Navidad ocultando que celebramos el nacimiento del Niño Dios, que abre sus
brazos incluso a los que no le quieren recibir.
Jesús Ortiz López
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