J.H.Newman: un hombre nuevo (I)
Su apellido significa
precisamente «un hombre nuevo», un hombre renacido. Su canonización reciente lo
declara como nuevo santo, y propone como ejemplo del seguimiento honrado de
Jesucristo en la Iglesia.
Un hombre nuevo renacido primero
en el bautismo en la Iglesia anglicana, y más tarde convertido a la Iglesia
católica, donde encontró la plenitud de verdad y de medios de santificación,
porque fue descubriendo cómo discurre el encuentro real con Jesucristo
Salvador.
Una fe pensada y vivida
Estos días se escribe mucho sobre
el nuevo santo facilitando el descubrimiento de su inmenso influjo en la
Iglesia. En esta ocasión me permito señalar tan solo algunas líneas de fuerza
de su fe pensada y vivida. El Catecismo actual le cita en cuatro ocasiones
sobre la fe, la conciencia, la conversión y la adoración a Dios.
En un momento en que se sintió
morir manifestó «No he pecado contra la luz», de la fe recibida como regalo
de Dios. Newman sabe que la fe
responde honradamente a las verdades revelas sobre Dios, el hombre y el mundo, custodiadas
y vividas en la tradición de la Iglesia. Estudiando la vida de los primeros
cristianos, las enseñanzas de los Padres y la doctrina vinculante de los
Concilios, llega a la convicción de que todo ello se encuentra en la Iglesia de
Roma.
Al respecto enseña el Catecismo
que la certeza que da la luz de la fe es mayor que la de la razón natural y la
experiencia humana, porque tiene la garantía de Dios, y cita estas palabras de
Newman «Diez mil dificultades no hacen una sola duda» (J. H. Newman, Apología.
(n. 157). Valentía, por tanto, para pensar la fe sin detenerse en las
dificultades.
Una segunda referencia al nuevo
santo aparece al tratar de la conciencia, que refleja la luz para cada
actuar de acuerdo con el querer de Dios. En efecto, enseña el Catecismo que «La
conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce
la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha
hecho. (…) La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la
naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye
y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo
(Newman, Carta al duque de Norfolk 5) (n. 1778).
Tenía pues un sentido de la conciencia
como lugar de encuentro con Dios, en contraste con esa concepción tan extendida
de la conciencia como en reino de la subjetividad, que se sitúa por encima de
las normas morales y de las leyes divinas y humanas.
J.H.Newman: un hombre nuevo (II)
Newman siguió durante años un
proceso de conversión personal, buscando la luz más plena, la rectitud
de conciencia donde se encontraba a solas con Dios, y la purificación del
corazón frente a la vida mundana. Sabe con plena certeza que la verdadera dicha
no reside en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni
en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las
artes, ni en ninguna criatura, sino en Dios solo, fuente de todo bien y de todo
amor. Esta vez el Catecismo recoge estas palabras del nuevo santo:
«El dinero es el ídolo de nuestro
tiempo. A él rinde homenaje "instintivo" la multitud, la masa de los
hombres. Estos miden la dicha según la fortuna, y, según la fortuna también,
miden la honorabilidad… Todo esto se debe a la convicción de que con la riqueza
se puede todo. La riqueza por tanto es uno de los ídolos de nuestros días, y la
notoriedad es otro… La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido
en el mundo (…) ha llegado a ser considerada como un bien en sí misma, un bien
soberano, un objeto de verdadera veneración» (Newman, Sermones parroquiales, Sobre
la santidad, 5) (n.1723).
Finalmente, esa honradez
intelectual y esa valentía personal le llevan a reconocerse como criatura
agradecida de Dios, con esa humildad tan atractiva que vemos en los santos. Es
el respeto al Nombre de Dios, tan atacado a veces hoy día con la
blasfemia oral o gestual que incluso pasa por artística, cuando se pierde el
sentido de lo sagrado, algo que pertenece a la virtud de la religión. Ese
hombre que se reconoce con sencillez como criatura de Dios no caerá en el
endiosamiento orgulloso de quien no debe nada a nadie, y menos a Dios.
Esta vez el Catecismo recoge
otras palabras de J.H. Newman: 2144 Los
sentimientos de temor y de "lo sagrado" ¿son sentimientos cristianos
o no? Nadie puede dudar razonablemente de ello. Son los sentimientos que
tendríamos, y en un grado intenso, si tuviésemos la visión del Dios soberano. (…)
No tenerlos es no verificar, no creer que está presente» (Newman, ibidem, 5,
2).
Oportuna por tanto es esta
canonización pues arroja luz sobre dudas y errores teóricos y prácticos en temas
capitales para la vida personal y social: la honradez intelectual, la
conciencia recta, la conversión sincera a Dios, y la valentía personal para
reconocer la soberanía de Dios. Dios está en la conciencia y en la calle.
Jesús Ortiz López
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