El proyecto de Felipe II fue configurado por muchos hombres de ciencia, de conciencia, de cultura que imaginaron esta maravilla para asombro de la posteridad.
Entrenarse para contemplar
En un tiempo de viajes y prisas sentimos la necesidad de
frenar tanta movida y sosegar el espíritu. Parece necesario fomentar la escucha
y el recogimiento para centrar la atención y contemplar, algo que algunos dejan
para los que se apartan del mundo. En realidad hay que entrenare para ver,
escuchar, contemplar las infinitas manifestaciones de la belleza, el ritmo, el
orden que enriquecen a la persona: no estamos hechos para la velocidad ni para
el ruido sino para el sosiego y la armonía.
Quienes tenemos la dicha de visitar con
frecuencia el Monasterio de El Escorial experimentamos en cada ocasión un crecimiento
interior aunque no siempre seamos conscientes de ello. El proyecto de
Felipe II fue configurado por muchos hombres de ciencia, de conciencia, de
cultura que imaginaron esta maravilla para asombro de la posteridad.
A vista de pájaro se puede observar la perfecta armonía de
la traza con los patios y claustros rodeando la basílica, según el diseño de
Juan Bautista de Toledo y luego Juan de Herrera.
Monumento de fe y ciencia
Toda la ciencia de su tiempo se puso al servicio de una idea
grande y universal para la gloria de Dios y asombro de los hombres. Sin fe
sería imposible realizar esta maravilla y sin fe no se llega a entender el
sentido de esta creación. De entrada el gran Patio de los Reyes en su
austeridad pétrea representa a los hombres que durante muchos siglos buscado el
infinito y sentido último de la historia. En realidad representa aquellos tiempos
de la Alianza Antigua de Dios con el pueblo hebreo, que necesitaba libertad para
liberarse de la esclavitud a manos de los egipcios y sus dioses. Moisés fue el
elegido para encaminar al pueblo a través del desierto hacia la tierra
prometida por ese Yahvé misterioso, omnipotente y exigente que espera respuesta
confiada en su amor sin medida. Pasarían muchos siglos para que la humanidad
pudiera aliarse con el único Dios vivo saliendo de la tentación frecuentar de
un politeísmo que no puede salvar.
Los reyes de Israel reciben la mirada de los visitantes
antes de entrar en la basílica donde reside el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Son los reyes de Judá: Salomón, David, Josías, Manasés, Josafat y
Ezequías.
La austeridad fría de la piedra se abre al esplendor de las
pinturas que llenan todo el recorrido de abajo arriba, los frescos llenos de
color, las escenas de la historia de la salvación, la cúpula que inunda de luz
el templo, y la mirada se asombra ante el retablo que resume la vida de
Jesucristo en su misterio de gozo, de dolor, y de gloria de los pintores
Tibaldi y Zúcaro.
En el centro el tabernáculo atrae la atención por su
belleza porque ahí está el Dios-con-nosotros, como sabemos los creyentes, obra
de Jacomo di Trezzo. A los lados se encuentran los cenotafios del emperador
Felipe II con sus esposas, y de su padre Carlos I con las suyas, todas
sucesivas pues con frecuencia daban la vida a sus hijos y perdían la suya por
las enfermedades. Son obra de Pompeo Leoni, al igual que las imágenes en bronce
del retablo.
Debajo del altar se halla la cripta con los restos
mortales de los emperadores, reinas, y descendientes, perfectamente integrada
en la basílica, manifestando el tiempo ante la eternidad, las sombras ante la
luz, la muerte ante la Vida. Por cierto, que también los grandes hombres sufren
a lo grande como Felipe II en su larga enfermedad llevada con profundo sentido
cristiano participando intensamente en la Cruz de Jesucristo, quizá para
purificarse de sus pecados y ganar el Cielo. Ayudado por los religiosos jerónimos
que le atendieron y administraron los sacramentos últimos. Sit transit
gloria mundi.
Patio de los Evangelistas
Las guías de mano explican muchos detalles de este conjunto
monumental de armonía sin igual entre ciencia y fe: la biblioteca magnífica,
las salas capitulares, las capillas, la gran sacristía, y los patios. Vale la
pena detenerse en el patio principal o de los Evangelistas diseñado como una
síntesis de fe en Jesucristo el Salvador del mundo. El claustro bajo permite
seguir muchas escenas pintadas sobre la vida de Jesucristo desde la Anunciación
a María y la Encarnación hasta la Ascensión gloriosa y el nacimiento de la
Iglesia con la venida del Espíritu Santo.
Cuando lo permite la visita nos podemos acercar al templete
del centro, abierto y de proporciones perfectas, con las imágenes en piedra de
los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, de los que toma nombre
este patio. En realidad es el Patio de Jesucristo del que los Evangelistas
escriben sus palabras de vida eterna y los obras de quien es la Misericordia en
favor de todos los hombres.
Desde el claustro alto se puede ver en perspectiva el
diseño de este patio con los cuatro estanques en las cuatro direcciones que
representan los cuatro continentes conocidos hasta entonces, en cuyas aguas tranquilas
y transparentes se refleja Jesucristo Redentor, el templete rematado por la
cruz sobre la cúpula. Los dibujos trazados las plantas de boj elegante y duradero,
que se amolda a las manos expertas del jardinero representan el paraíso regado
por el proyecto salvador de Dios prometido a los proto parentes Adán y Eva,
porque Dios quiere salvar a todos. Era
la promesa del Mesías, Jesús el Rey de reyes y Señor de Señores.
La regla aurea está presente en toda la construcción
forjando la armonía perfecta de los materiales, los diseños, los patios, los
jardines, las torres. Entonces el visitante ha descubierto que hay otro modo de
encontrar el sosiego, el equilibrio personal, y la integración del arte, la
ciencia, la filosofía y la fe en una de las grandes maravillas de la humanidad.
El Escorial es una obra inmortal y por ello un puente para asomarse a la
eternidad.
Jesús Ortiz López
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