Esta decisión del Papa Ratzinger ha sorprendido a todos,
como se ve en las declaraciones de los personajes públicos, pero sobre todo nos
ha conmovido a quienes vivimos en comunión de fe y caridad con el Santo Padre
como vicario de Jesucristo.
Ante todo esta renuncia me parece un solemne ejercicio de fe porque Benedicto XVI cree firmemente que la
Iglesia está en manos del Espíritu Santo que la impulsa hacia su fin, en medio
de las tormentas del mundo y de la fragilidad de sus fieles, como hemos visto
con las traiciones en su propia casa y los pecados de algunos eclesiásticos;
como decía san Agustín la Iglesia va caminando, “entre los consuelos de Dios y
las persecuciones de los mundanos”. Así pues la Iglesia no quedará huérfana con
esta renuncia.
Me parece también un sólido
ejercicio de esperanza de Benedicto XVI que se mueve en una órbita superior
distinta a las de algunos eclesiásticos y desde luego a las empresas humanas. Sabe
que la salvación de los hombres viene de Jesucristo y no de las ideología
humanas que intentan sustituir a Dios construyendo falsos paraísos terrenos.
A Benedicto XVI le mueve también la caridad, el amor de donación, pues entiende que con su renuncia
cumple mejor la voluntad de Dios y el mandato de Jesucristo. Un amor el suyo que
se dirige a los creyentes pues ha establecido el proceso para que la elección
del sucesor sea ajustada al derecho, ordenada y con miras sobrenatural.
Benedicto XVI entrega
ahora una Iglesia más unida pues ha
dinamizado los empeños ecuménicos del Vaticano II y tendido puentes a los
disidentes; una Iglesia más santa pues
en estos años ha puesto los medios para purificarla de los escándalos de un
grupo reducido de ministros infieles a sus compromisos, aprobando también los
mecanismos para una comunicación más ágil y transparente, y una economía
eclesiástica más ordenada y saneada, que no enturbien su misión sobrenatural; una Iglesia más católica que ha llegado
a nuevos países y a nuevos millones de files con sus convocatorias semanales,
sus viajes -singularmente las JMJ dejando ya preparada la JMJ en Brasil-; sin
olvidar los millones de ejemplares difundidos de sus escritos que ocupan
durante meses las listas de libros más vendidos, como sabemos de “La infancia
de Jesús”. Finalmente Benedicto XVI deja una
Iglesia más apostólica como podemos comprobar al vivir intensamente este
Año de la fe, en torno a la doctrina de Jesucristo tal como la vivieron y
enseñaron los apóstoles y primeros
cristianos.
La renuncia se hará efectiva el próximo día 28 de febrero a
las 20 horas y se pondrá en marcha los mecanismos establecidos para la elección
del sucesor número 266 de Pedro, tanto en Código de Derecho Canónico, can 332 y
siguientes, y en la “Universi Domini Gregis”. Su retiro temporal a Castelgandolfo
significa, entre otras cosas, no querer interferir en las actividades de la
Santa Sede ni de los señores cardenales. El destino elegido por Ratzinger en un
convento es acorde con su espiritualidad y sintonía personal con san Benito-no
en vano unió su nombre al del gran santo de Nursia-, y quizá también por el propósito
de seguir escribiendo sobre Jesucristo, la Virgen María, y la Iglesia, sus
amores en la tierra.
Esta difícil decisión del Papa atrae las oraciones de los
fieles viendo, por encima de las noticias el corazón de Benedicto XVI que ha
sufrido mucho durante estos siete largos años, no tanto por las persecuciones
de los mundanos –que decía Agustín- cuanto por las infidelidades de los
cercanos, y las visiones estrechas de algunos colaboradores. Hoy la Iglesia es
más de Dios y por eso todos damos
gracias al Santo Padre, a la Virgen y a Jesucristo que cumple su promesa de
permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos. En España tenemos además
una deuda con Benedicto por habernos cuidado tanto en sus tres viajes y en la
inolvidable JMJ de 2011; por ello empezamos un tiempo de intensa comunión con
su persona e intenciones, de oraciones, y de fe para que el Espíritu Santo
actúe en esta hora.
Junto a todo esto, la renuncia de Benedicto XVI me parece un
ejercicio de libertad ligada en último término solo a Dios como hemos visto
tantas veces en los santos, que han
sorprendido moviéndose con una soltura desacostumbrada ante los poderes del
mundo. No extraña por ello que Joseph Ratzinger actúe ahora con una gran
valentía que abre caminos nuevos en la Iglesia y se hace independiente de las
costumbres y opiniones humanas.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho
Canónico
http://www.analisisdigital. org/2013/02/12/la-renuncia-de- benedicto-xvi/
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