martes, 15 de octubre de 2013

LA NECESARIA INMORTALIDAD

El pensador Javier Gomá ha publicado “Necesario pero imposible”, título no evidente que se explica en el texto y contexto. El hombre histórico necesita la inmortalidad, la supervivencia más allá de la muerte. Sin embargo es imposible realizarla en este mundo porque no nadie puede garantizarse a sí mismo la vida eterna. Aquí tenemos resumido el drama capital del ser humano.
Encerrados en la experiencia
            Una salida humana es la ejemplaridad, es decir, la vida personal realizada  con honradez de modo coherente con la condición humana y abierta a los demás, a la trascendencia, al absoluto. Por eso la ejemplaridad tendría un valor extensible o universal. Pero resulta que los hombres se han metido en el estrecho mundo de la “experiencia” tomada aquí como oposición a la ejemplaridad del hombre que encarna un ideal con significado universal digno de ser imitado y vivido.
            La experiencia de la modernidad, encerrada en lo empírico y efímero sin apertura, hace inútil la pregunta esencial sobre el absoluto. De este modo el hombre moderno no quiere arrodillarse ante Dios creyendo que perdería su dignidad. Más aún cuando tiene “experiencia” de sus silencios ante el mal que padecemos los hombres de mil modos; por eso reacciona con su silencio humano, que se ha llamado también la “muerte de Dios”. Ahora bien, entonces el problema de la inmortalidad o de la nostalgia de lo absoluto cae en el vacío tan proclive a la desesperación.
            Gomá ha trabajado a fondo este libro en unidad con otros anteriores para sugerir una esperanza basada en la super-ejemplaridad del galileo, como llama pudorosamente a Jesucristo, quizá para acentuar su humanidad modélica asequible a cualquier mentalidad, incluso no cristiana. Paradójicamente esa ejemplaridad suprema irradia desde la cruz mostrando el dolor de Jesucristo, su perdón y su amor, y también que Dios es coherente con la libertad humana pues ni siquiera entonces interviene para impedir el supremo mal. Así los hombres pueden conocer al Dios de la esperanza más allá de sus limitadas experiencias. Entonces la conciencia receptiva puede sobrellevar el enigma del dolor y vencer al mal con el bien. Por tanto, ese Jesucristo real mostrado en el Evangelio llega a ser el super-modelo, el super-ejemplo, porque es esencialmente Dios, como reconocen sus discípulos y sus mismos enemigos, y no hay razones verdaderas para probar lo contario.
Regenerar la sociedad
            Este pensador no escribe precisamente para creyentes convencidos sino para intelectuales modernos proponiéndoles la necesidad de una ejemplaridad pública bien fundada en la condición humana que pueda regenerar la vida política, la democracia y la sociedad. No es un idealista sin fuste sino un pensador empapado  de la cultura clásica con mentalidad cristiana, seriamente preocupado por la cultura actual.  Se trata de la ejemplaridad pública sustentada en las virtudes reales, no en la propaganda ni en la cosmética políticamente correcta; un  camino  lento pero seguro para vivir en sociedad.
            No extrañe que acuda a la ética de Aristóteles sobre la amistad como ligadura voluntaria de los hombres que saben atar su libertad con el compromiso de la amistad, que culmina la ética y la política. En términos más sencillos o más cristianos podríamos decir que la honradez personal unida a las convicciones firmes sobre la realidad del mundo y sobre la dignidad de la persona humana, la fe cristiana vivida, es el camino necesario pero no imposible para levantar una sociedad en la que se extienda la concordia, aproximándose al ideal de una “república de la amistad”, en sentido aristotélico. Es lo contrario de lo que estamos viviendo, como crisis económica, política y social, que tiene raíces morales.
            Javier Gomá no resulta fácil de leer pero tampoco tan difícil. Por ello vale la pena leer este ensayo y pensar después si estamos entre los que saben arrodillarse ante Dios y plantear la vida como servicio basada en la amistad y en la ejemplaridad. No lo dice tan claro el autor, quizá para no asustar a los liberales asépticos. Sin embargo, abre la puerta a la esperanza cristiana cuando está arropada por la caridad, esa virtud que vitaliza la justicia personal y social, y familiariza con Dios. Porque este mundo es transitorio pero completamente necesario para llegar a la inmortalidad contando con el juicio del Dios misericordioso que abre la puerta de la vida eterna. 

Jesús Ortiz López
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