Quedan pocas semanas
para que se tramite la reforma de la ley del aborto que se ha llevado por
delante la vida de 120 mil criaturas en el último año, y ha dejado un
sufrimiento permanente en las mujeres que cayeron en la tentación de
abortar quedándose solas con su pesar.
El Ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, lo sabe y quiere remediarlo
porque defiende la vida. Que así sea.
Mucho se habla del derecho de la mujer a decidir su embarazo
y mucho se ignora la realidad, más humana y matizada de esas madres que luchan
contra su tentación de abortar. Muchos utilizarían el drama humano de una mujer
de treinta y cinco años, embaraza de un hijo no previsto, y abandonada ahora
por su amigo actual que la impulsa a abortar dejándola sola para no complicar
más el matrimonio con su verdadera mujer.
La realidad, no la manipulación ideológica abortista, es que
esa mujer no quiere abortar, se arrepiente de haberlo intentado y decide
escribir al el Papa Francisco, contando su caso a pesar de llevar años sin
practicar. En realidad porque la fe recibida de pequeños nunca se abandona del
todo y aflora en los peores momentos de la vida alejada de la Iglesia.
Anna espera ingenuamente que algún funcionario de la Curia
Romana escuche su llamada de socorro y al menos rece por ella, aunque el abismo
de la cultura de la muerte. Y resulta que el funcionario, nada anónimo, hace llegar
la carta al Papa y éste toma cartas en el asunto llamando a la mujer. Al
principio ella cree que es una broma pero, por los datos que le da sólo
conocidos por ella y su familia, y la voz argentina de Francisco aunque sea en
italiano, le confirma que está hablando con el Papa; le dice que no ocurrirá
que el niño quede sin bautizar porque él mismo se presta a hacerlo con ella y
la familia, además de que cualquier sacerdote también lo bautizaría, puesto que
los hombres de clergyman, sotana o hábito no son como los presentan las
películas y las novelas maliciosas. El Cielo está abierto para Anna porque su
hijo será bautizado cuando nazca en primavera, nada menos que por el Papa
Francisco, y por decisión de ella se llamará Francisco si es niño. Estos
meses Anna recuerda muy bien que el Papa
le dijo que “los cristianos no nos debemos dejar robar la esperanza”. Esto pasa
en el Año de la fe.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico
http://www.analisisdigital.org/2013/10/03/anna-no-quiere-abortar/
La realidad es más rica que las ideologías
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