Ha comenzado el Sínodo
ordinario sobre la familia. La Iglesia dispone de una radiografía de la familia
en el mundo, y puede aportar soluciones para los casos difíciles en beneficio
de la familia como institución clave de la sociedad y camino de santidad para
los fieles.
El Papa
Francisco menciona en su Homilía del domingo de la inauguración el drama de la
soledad inspirándose en Génesis pues Dios no ha querido que el hombre ni la
mujer estén solos. Hoy muchos reviven aquella soledad por las rupturas
matrimoniales y heridas en la indisolubilidad. Reconoce además que « El amor
duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y
considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son
precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el
mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación
ambiental y social». El Evangelio muestra que Jesucristo restituye el plan
original elevándolo a la dignidad de sacramento, es decir, está en medio del
matrimonio y la familia con dones específicos para quienes se abren a su amor:
«Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos,
sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y
originante».
Porque para
Jesucristo el matrimonio no es un sueño de adolescentes o una utopía imposible
para la mayor parte de los mortales. Las experiencias de las últimas décadas
causadas por los intentos de redefinir el matrimonio y la familia resultan
penosas y nadie las desea. De ahí que el Sínodo ponga en un escaparate el
sentido original del matrimonio pues la Iglesia está llamada a vivir su misión
en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.
En
definitiva, los matrimonios cristianos ofrecen su testimonio al mundo de que
Dios puede estar en el centro del hogar con todos los sucesos ordinario y
extraordinarios. De modo que el gran
drama del matrimonio es que Dios no cuenta para muchos y su proyecto vital
camina en dirección distinta al plan del Creador, en vez de los casos
particulares que desean una solución mediante una pastoral no apoyada en la
verdad. Insiste el Papa una y otra vez en que debemos vivir la caridad con
verdad, acogiendo y ayudando a quienes están en situación irregular y reconocen
el valor de la gracia y del plano inclinado.
Radiografía de la
familia
Durante los últimos años la Santa Sede ha pedido a las
diócesis datos concretos e información sociológica para saber la dimensión real
de problemas muy variados. Ahora dispone de una fotografía de la familia en el
mundo, y además una radiografía de las actitudes entre los fieles respecto al
matrimonio y la familia. En el Sínodo de octubre de 2014 se abordaron esos
problemas a fin de encontrar respuestas pastorales para desarrollar, dentro de
lo posible, un plan integral para defensa de la familia, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia
acerca de la santidad a que están llamados todos los fieles, siendo para la
mayoría el matrimonio el camino real para encontrar a Dios.
Pastoral sin recetas
generales
Como ha señalado el Vaticano, una cosa es el Sínodo
mediático -y bien que lo vemos con esa extravagante pirueta del sacerdote
homosexual apareciéndose en el día de la inauguración-, y otra el Sínodo real,
donde se estudian los problemas y se buscan soluciones con la participación de
270 participantes, más 18 matrimonios y diversos expertos, que no buscan salir
en los platós. Como es sabido, este Sínodo no tiene como finalidad revisar los
planteamientos doctrinales sobre el sacramento del matrimonio y sus fines o
sobre la naturaleza de la familia como institución esencial de la sociedad.
Porque todo ello ha sido abordado repetidas veces desde el Concilio Vaticano
II, en documentos específicos de Pablo VI, san Juan Pablo II, de Benedicto XV, otros de la Conferencia
Episcopal Española, y naturalmente en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Porque la
acción pastoral no busca ofrecer recetas generales. Los sacerdotes tienen
experiencia de que cada caso es distinto y cada persona vive de manera única
sus aspiraciones y su fe. Pienso, por ejemplo, en el caso de un divorciado y
casado civilmente que manifestaba su pleno acuerdo con la pastoral de la
Iglesia en estos casos. Declaraba que su vida no ha sido precisamente un camino
de rosas, con varias pruebas que ha podido sobrellevar gracias a la oración. Reconoce
que en su situación personal no puede recibir por ahora la Eucaristía ni el
sacramento de la Reconciliación, pero lo considera como un camino de
purificación y una oportunidad para valorar más esos sacramentos. Reconoce que
por ahora «no recibir los sacramentos
-digamos de manera oficial y visible- no significa ser rechazado, absolutamente
no». Sabe que la praxis de la Iglesia es para él camino de humildad porque
con frecuencia nos preocupa más lo que los demás opinen de nosotros que lo que
piensa Dios, de modo que «nada ni nadie
nos puede impedir amar a nuestro Dios y elegirle a Él. Doy gracias a Dios».
Comprobamos
así que esa actitud responsable lleva a la serenidad después de los
errores y pruebas, aleja del victimismo
de echar las culpas a los demás e incluso a la misma Iglesia, que actúa como experta
en humanidad. Por ahí debe ir la madurez humana y la santidad personal.
Jesús Ortiz López
http://www.religionenlibertad.com/una-radiografia-de-la-familia-45252.htm
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