El día 11 de marzo se
cumple un aniversario del nacimiento de Álvaro del Portillo, beatificado en
Madrid hace año y medio. Un pequeño recuerdo conocido puede ayudar a la
reflexión sobre nuestra situación político social.
En 1934 un
grupo de universitarios daba catequesis en el Puente de Vallecas. A la salida
del local se dispersaron para visitar a algunas familias pobres del lugar. Pero
unos extremistas les esperaban con porras y piedras para darles una paliza, al
grito de «Muera el fascio». Unos de ellos era Álvaro del Portillo. Recibió un
fuerte golpe en la cabeza con una llave inglesa que le produjo una herida que
más tarde se infectó y tardó en curar varios meses, produciéndole dolores de
cabeza. Otro de ellos, Manuel Sainz de los Terreros fue golpeado y pateado
cuando cayó en el suelo. Le robaron el reloj.
Estos
universitarios enviaron después una carta al diario ABC para explicar los
sucesos, declarando que su labor en el barrio era benéfica y apolítica, pero
también que la fuerza pública que andaba por el lugar asistió pasivamente a las
agresiones. Aquellos comunistas se habían adueñado de la calle y estaban
dispuestos a imponer el terror por todos los medios a su alcance.
Así se las
gastaban esos individuos infestados con la ideología comunista que simplifica
la realidad social dividiendo entre los ricos, o el capital, y los pobres o los
trabajadores explotados. Afloraba con naturalidad la lucha de clases y el odio
a la religión con maneras tan poco democráticas como la descrita, con quienes
sólo querían confortar a familias y sembrar algo de paz en el barrio. Ayer y hoy no resulta difícil justificar las
agresiones físicas o verbales propias de delincuentes insociables. Después vino
lo que vino.
Porque está
en el núcleo del marxismo la división de la sociedad en clases, siendo ellos
los que traen el cambio y el progreso, con la utopía de una sociedad sin
desigualdades, y enfrente el capitalismo o como quieran etiquetarlo. Es un
proceso elemental pero tristemente eficaz de despersonalizar el proceso, pues
de este modo la conciencia se autotranquilliza viendo sólo a un enemigo, al que
se puede agredir.
Un aliado
necesario es la manipulación del lenguaje, algo propio de los totalitarismos,
que piensan por los demás y dicen lo que hay que hacer. Hablaban de sociedad
sin clases, educación popular, amor libre, o alienación religiosa. Con el paso
del tiempo el camaleón cambia de color pero no de piel. Porque en el fondo sí
hay dos clases de personas: quienes creemos en la libertad y la
respetamos, y la de los enemigos de la
libertad para conquistar el poder como sea. Por eso el mundo ha sufrido los
gulags, los campos de concentración, lo genocidios, y los populismos con la
farsa de los nuevos derechos sociales.
Jesús Ortiz
http://www.religionenlibertad.com/aniversario-del-beato-alvaro-del-portillo-48249.htm
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