lunes, 9 de mayo de 2011

JUAN PABLO II, UN GIGANTE DE LA FE




El nuevo beato es un espejo de Dios en el sentido de que refleja con limpidez algo del inefable Amor misericordiosos de Dios Uno y Trino. Su vida ha sido un seguimiento fiel de Jesús y un servicio a los hombres, empezando por los católicos, a los que se debía como Siervo de los siervos de Dios.

Ahora bien, la Iglesia lo beatifica no por los últimos años de su vida ejemplar sino por el conjunto de su respuesta a la vocación cristiana, que es vocación a la santidad, a ser espejo de Dios. Ciertamente lo ha sido en especial durante su dilatado Pontificado y en concreto durante su enfermedad y muerte vividas en unión con Jesucristo. Sin embargo el Decreto sobre la heroicidad de sus virtudes no se fija sólo en los momentos cruciales sino, basado en testimonios de quienes vivieron con él desde la juventud, sino en cómo vivía el heroísmo de lo ordinario. Y precisamente es en esta faceta esencial donde la Iglesia lo propone como modelo de santidad, no tanto como Papa sino como creyente.

Juan Pablo II y la cruz

La Iglesia vive la Cruz y la Luz que durante el Triduo Sacro de la Semana Santa por excelencia. Venera la cruz por haber sido el admirable trono de Jesucristo para culminar la Redención, calla durante el día del silencio de Dios estando en el sepulcro, y estalla de alegría al amanecer del tercer día, que ya será para siempre el Día del Señor, el Domingo. El "Alleluia" pascual resuena todos los días alabando a "Yahvé", pues ese Dios de la Alianza Antigua es Dios Trino conocido definitivamente en Jesús, Dios encarnado: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer», dice el apóstol Juan.

Pues bien, esa Cruz de Jesús está presente en la vida de Karol Wojtyla desde su infancia, durante su juventud, después como sacerdote, obispo, y después un modo especial como Vicario de Cristo. El que fue fotógrafo oficial suyo durante casi treinta años ha declarado que de, todas las fotografías hechas, se queda con una que muestra a Juan Pablo II en su capilla privada durante el Vía Crucis del Coliseo, el Viernes Santo de 2005, poco antes de morir: "en esa foto se le ve un poco de espaldas, abrazado con fuerza a un gran crucifijo apoyado sobre su rostro… Yo veo ahí todo su  pontificado, con el enorme trabajo realizado, su oración, su sufrimiento y su devoción a Cristo crucificado", ha declarado Arturo Mari.   

Por la Cruz a la Luz ha sido la gran celebración de su beatificación, en la octava de Pascua, cuando el mundo entero ha visto el tapiz con el rostro sonriente y atento del gran Papa Juan Pablo II rodeado de la aureola de los santos. Y no una corona al estilo tradicional sino como tenue resplandor de quien participa ya en plenitud de la santidad del mismo Dios Trino y de la compañía de la Virgen Santísima. A Ella dedicó muchas páginas de fe y amor, de doctrina católica sobre la Maternidad divina y de cariño entrañable de hijo. Entre otras, ahí queda la encíclica "Redemptoris Mater" y la carta "Rosarium Virginis Mariae", donde invita a redescubrir el valor de esta oración contemplativa siguiendo los misterios de la vida de Jesús y de María, presentando la novedad de los misterios de Luz. Los misterios de la vida pública de  Cristo desde el Bautismo a la Pasión, orientados a «vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria».

En su homilía, Benedicto XVI hablaba del "Totus tuus" en el que Karol Wojtyla inspiró su estar junto a la Cruz con la fortaleza de María: «Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un icono que se encuentra en el evangelio de Juan (19,25-27) y que quedó sinterizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyla: una cruz de oro, una "eme" abajo, a la derecha, y el lema "Totus tuus"».


El secreto de Juan Pablo II

La informaciones de los medios de comunicación han destacado la magnitud de las cifras de este dilatado Pontificado. Ningún Paspa se reunió con tantas personas como Juan Pablo II, en más de mil audiencias generales del miércoles en las que participaron más de 17 millones de fieles. Celebró 147 ritos de beatificación, en los que proclamó a 1338 beatos y 51 canonizaciones para un total de 482 santos. No hablemos de los millones de kilómetros, unas 15 vueltas al mundo, que hizo para   llevar la palabra de Dios a los creyentes y escuchar a los hombres en sus propios países.

El secreto de esa fuerza superior se encuentra en su intensa vida de oración. Ya como profesor del seminario llamaba la atención de sus alumnos, pues en los intervalos de clase se recogía para rezar en la capilla, como refiere su secretario durante cerca de cuarenta años, el hoy Cardenal Dzwisz añadiendo: «Yo pienso que no dividía su tiempo en "oración" y "trabajo", porque la oración le acompañaba siempre, hasta en las acciones más prosaicas. Muchas veces advertía que el Papa estaba rezando por las personas a las que había recibido en las audiencias, y que, cuando se despedía de ellas, las encomendaba a la Divina Providencia. Lo hacía tan discretamente que solamente los que estábamos más cerca podíamos darnos cuenta. Era algo extraordinario», ha declarado a la revista "Palabra". Y podía hacerlo porque dedicaba tiempos específicos, horas del día y de la noche, a la oración ante el Sagrario. Este ha sido su principal secreto y su fuerza, porque hablaba con Jesús como un hombre habla con su amigo.


Juan Pablo II, altavoz de Dios

Ya en el año 2005 asistimos al espectáculo nunca visto de oleadas de gentes, muchos jóvenes, rindiendo homenaje a Juan Pablo II el Grande. Roma ha conocido una densidad  nunca vista y se muestra como el corazón del mundo. Ahora, con su beatificación se ha repetido la pacífica invasión de Roma; no es una masa sino una comunión de personas que muestran la fe como algo que está en la calle, que  dignifica a cada uno, y que muestra la cara más amable de la sociedad. Las iglesias de medio mundo se llenaron entonces de creyentes y no creyentes rezando o pensando por el Papa y con el Papa Grande; y ahora se vuelven a llenar para dar gracias por su beatificación.

Cualquier plaza o calle ha sido buen lugar parar reunirse a cantar o rezar dejando mensajes de agradecimiento o de fe. Aquella fue una muerte que nos hace felices y nos une a los demás. Ahora, el beato Juan Pablo II sigue cumpliendo su misión señalando que Dios no se olvida de este mundo difícil porque nos ama. Su vida coherente con la fe atrae a los más jóvenes que buscan ideales grandes para enganchar su vida y cambiar el mundo. Pero hacen falta gigantes de la fe que acepten la llamada de Dios como ha hecho Juan Pablo II. Su beatificación es un gran altavoz de Dios que llama a los corazones para que salgan de la vaciedad y se incorporen al gran movimiento de la fe que mueve montañas. Seguro que la próxima JMJ 2011 en Madrid recogerá las vibraciones de esta beatificación mostrando al mundo que siempre hay esperanza.

Juan Pablo II, en la tierra de María

Juan Pablo II ya es beato, algo que para la mayoría de los creyentes significa que la Iglesia lo venera como un santo, pues ha reflejado en su vida a Jesucristo, viviendo heroicamente las virtudes, y en particular la caridad. Decía Benedicto XVI en la Homilía de la beatificación que: «Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su "timonel", el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar "umbral de la esperanza"».

No hemos olvidado que Juan Pablo II estuvo en España el año 2003 con sabor de despedida. Al volver sobre esa gran experiencia se puede ver que sus enseñanzas son actuales, especialmente para las familias y los jóvenes. Dos millones de personas acudieron aquel fin de semana de mayo de 2003 a los dos actos centrales del quinto viaje apostólico de Juan Pablo II a España, desarrollados en Madrid. En la Plaza de Colón el Papa propuso seguir el ejemplo de los santos canonizados y aseguró a los españoles que: «Surgirán nuevos frutos de santidad si la familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida»; recordó a todos y en particular a los más jóvenes que: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo».

Ahora, ante la JMJ 2011 tienen especial relieve sus últimas palabras en Madrid: «Santa María, Madre de los jóvenes, intercede para que sean testigos de Cristo Resucitado, apóstoles humildes y valientes del tercer milenio, heraldos generosos del Evangelio. Santa María, Virgen Inmaculada, reza por nosotros, reza por nosotros. Amén»


Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


2 comentarios:

  1. Con acentos muy personales, Benedicto XVI reconocía en Juan Pablo II a un hombre santo con una profunda vida interior, apoyada en la oración y el sufrimiento: "El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una "roca", como Cristo quería".

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  2. El tirón del nuevo beato ha sido y es excepcional. Es un líder moral para una generación, como dijo de él un admirado Gorvachov.

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