miércoles, 18 de abril de 2012

ANIVERSARIOS QUE CONMUEVEN



La niña Cristina ha escrito a Benedicto XVI : «Querido Papa, muchas felicidades por tu cumple. Rezo por ti para que nos dures muchos años, nos haces mucha falta. Cristina». No hace falta que nuestra felicitación de adultos sea muy distinta por estos 85 años de edad del Papa y los 7 de su Pontificado.


Abuelo del mundo

Estos años que va cumpliendo Benedicto XVI nos muestran que el Papa teólogo que, como los grandes maestros asistidos por Dios, es capaz de expresar grandes verdades y universales concretos con una gran sencillez, sirviéndose de imágenes que llegan a todos, como al comparar la Eucaristía con la energía desplegada en la fisión nuclear mencionada en una de las JMJ, o hablar ahora de del analfabetismo religioso que incapacita a muchos para acercarse a la verdad de Jesucristo. También cuando admitió espontáneamente en Valencia la denominación cariñosa de ser el abuelo del mundo. Y antes, desde el balcón o logia del la Basílica de San Pedro un Benedicto XVI  de estreno se ganó el corazón de creyentes y muchos no creyentes, al reconocer abrumado que «los señores Cardenales me han elegido a mí, un sencillo, humilde, trabajador en la Viña del Señor», como recuerda Mons. J.Echevarría en su reciente felicitación al Santo Padre.


Con esa misma sencillez de los grandes maestros que han llegado a la plenitud, Benedicto XVI despliega su Magisterio exponiendo verdades de la fe y cuestiones morales profundas de un modo que llega a las gentes, como se manifiesta en las Audiencias generales de los miércoles, a las que acuden millares de fieles o de curiosos quedando impactados. También los diálogos mediante preguntas espontáneas y respuestas oportunas del Papa se han sucedido con niños, jóvenes, o sacerdotes, mostrando que tiene el carisma del magisterio ordinario que ofrece luz a las grandes cuestiones de nuestro tiempo, como son la búsqueda de Dios, el relativismo religioso y antropológico, la validez de la ley natural y de los universales concretos, el impulso al ecumenismo y la relación con las diversas religiones, la profunda racionalidad de la fe, la defensa de la vida y de la dignidad de las personas, el ecologismo que respeta la naturaleza y los recursos naturales, o la inculturación de la fe.

Ofrece esperanza al mundo

La segunda encíclica del Papa, «Sobre la esperanza cristiana», en 2007,  nos presenta la Esperanza, con mayúscula, que necesita un mundo desconcertado porque las ideologías, los sistemas políticos y la ciencia no logran dar la felicidad. Basta mirar en Occidente el aumento de suicidios, la mayoría protagonizados por jóvenes que no encuentran sentido a la vida y prefieren bajarse del mundo: muchos no han levantado cabeza desde que sus padres se divorciaron iniciando así la pendiente hacia la extinción personal. Mientras tanto Europa sigue dando la espalda a sus raíces cristianas, enredando los organismos con los crucifijos, el aborto como derecho, o el miedo al lobby homosexual. España ha sido el laboratorio de estas probatinas y esperemos que vayamos superándolas.

Porque la fiesta sigue en la superficie de un mundo virtual que vive de espaldas a la realidad del amor y la esperanza. Todo eso ocurre hasta que llega el batacazo personal y familiar, reflejado pobremente en las estadísticas. Si hablamos en España de más de cien mil abortos en un año, de la masacre de estas criaturas y de miles de mujeres traumatizadas que la sociedad ignora, y la izquierda rechaza cualquier intento de reconducir las aguas a su cauce y recuperar el sentido común, como ha intentado el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, que ha cosechado muchas aversiones por ello. Contrasta toda esa triste realidad con la afirmación de Benedicto XVI cuando dice que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, está sin esperanza: «Ciertamente, no “podemos construir” el reino de Dios con nuestras fuerzas, lo que construimos es siempre el reino del hombre con todos los límites propios de la naturaleza humana. El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la esperanza» (Spe salvi, 35).


La nueva Evangelización

El Vaticano II, Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI siguen el proyecto de la nueva Evangelización, en el siglo XXI, de países y ambientes cristianos que van perdiendo el vigor de la fe vivida. Cuando Benedicto XVI dialoga con los jóvenes, con los intelectuales, con los científicos, con los artistas, señala que son los fieles laicos quienes participan de la misión profética de Jesucristo en medio del mundo, asistidos por los ministros que les confirman en la fe y les dan fuerza con los sacramentos.

Como ha señalado el profesor Juan M. Burgos, en la revista Palabra, el problema secular de las relaciones entre fe y razón encuentra salida cuando la fe se hace cultura mediante el trabajo de los fieles cristianos, codo con codo con otros ciudadanos, más o menos creyentes. Al igual que en el largo de recorrido de la historia de Occidente, también ahora el cristianismo puede crear cultura, pero para ello necesita excelencia, profundidad, y libertad, es decir, tener  nueva creatividad  sacándola de la potencia cultural del Evangelio. Otra clave está en las familias evangelizadoras hacia dentro y hacia fuera pues, en la medida que seamos capaces de ver lo invisible, seremos capaces de hacer lo imposible, que decía Ernest Kahn.

Una confidencia de Benedicto XVI

Varias veces ha hablado el Santo Padre de sus sentimientos cuando fue elegido sucesor de Pedro: «Creía que había realizado ya la obra de toda una vida y que podía esperar terminar tranquilamente mis días. Con profunda convicción dije al Señor: ¡No me hagas esto! Tienes personas más jóvenes y mejores, que pueden afrontar esta gran tarea con un entusiasmo y una fuerza totalmente diferentes. Pero me impactó mucho una breve carta que me escribió un hermano del Colegio cardenalicia. Me recordaba que durante la Misa por Juan Pablo II yo había centrado la homilía en la palabra del Evangelio que el Señor dirigió a Pedro a orillas del lago de Genezaret: ¡Sígueme! Yo había explicado cómo Karol Wojtyla había recibido siempre de nuevo esta llamada del Señor y continuamente había debido renunciar a muchas cosas, limitándose a decir: Sí te sigo, aunque me lleves a donde no quiera. Ese hermano cardenal me escribía en su carta: “Si el señor te dijera ahora 'sígueme', acuérdate de lo que predicaste. No lo rechaces. Sé obediente, como describiste al gran Papa, que ha vuelto a la casa del Padre”. Esto me llegó al corazón. Los caminos del Señor no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes, para el bien».

De este modo la alegría por estos aniversarios, la acción de gracias a Dios por el Papa, nos conmueven en sentido profundo, como expresa también el Prelado del Opus Dei: «La incansable dedicación del Santo Padre en servicio de la Iglesia nos conmueve en el sentido más literal de la palabra: mueve nuestro afecto y también nuestra voluntad para ser más fieles a Benedicto XVI. Él ha dedicado toda su vida a Dios: desde joven, cuando se sintió llamado al sacerdocio; después, con el paso de los años, contribuyendo con sus capacidades intelectuales a la profundización teológica de la doctrina y con su actividad como apóstol y pastor para despertar la fe en el corazón de los hombres. Ahora, como Pontífice, continúa con esta misión, fundando su ministerio en la celebración de la Eucaristía y en la oración, consciente de que sólo con la gracia de Cristo, la Iglesia puede llevar a cabo la tarea que el Señor le ha encomendado».

Pienso que estos aniversarios de Benedicto XVI nos invitan, con sus palabras y sobre todo con su testimonio de vida, que los caminos del Señor no son cómodos pues piden de cada uno renuncias radicales. Hoy estamos invitados a llevarlas a cabo para ser  instrumentos de la nueva Evangelización.


Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


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