Análisis Digital
Entrevista Mapa
- Su libro “Mapas de la vida eterna” trata de responder a
las preguntas que todo ser humano se hace alguna vez en su vida como, por
ejemplo, qué hay más allá de la muerte. Curiosamente, dentro de ese clima de
apostasía que se extiende por la sociedad, se está dando el caso de muchos
cristianos que no creen en la eternidad, en la otra vida. ¿Cómo explica un
teólogo como usted la eternidad?
* En un encuentro de Benedicto XVI con los jóvenes en Roma
una chica le mostró su perplejidad ante la vida eterna que no podía imaginar.
El Papa le respondió con sinceridad y cariño que él tampoco la podía imaginar
porque es tan grande, tan de Dios lo que ha preparado para los que le aman, que
en esta tierra fracasan nuestras ideas. Sin embargo -añadía- la fe en Cristo
resucitado es un hecho real acerca de su triunfo sobre la muerte. Suelo explicar
en clases y disertaciones que la eternidad no es un tiempo infinito sino lo
contrario al tiempo: es la vida de Dios en relación continua de conocimiento y
amor.
El escritor
agnóstico Borges, siempre inquieto con la trascendencia, decía que no quería el
Cielo porque ya en la tierra estaba cansado de ser Borges y sería una tortura seguir
siempre así. Caía en el error de imaginar el Cielo como un tiempo indefinido, y
no creía que Jesucristo fuera el Hijo de Dios, Salvador de todos los hombres.
En este “Mapa de la Vida Eterna“ menciono un documento de
los obispos españoles que aborda el tema de la reencarnación para rechazarla por
ser un mal sucedáneo del Purgatorio. Dicen que las modernas teorías
reencarnacionistas no dejan lugar para la gracia de Dios, la única que puede
redimir al pecador y purificar al justo, porque son incompatibles de raíz con
la fe en que el mundo y el hombre son creación de Dios en Cristo; “por eso ni una ni mil
reencarnaciones bastaría de por sí para conducirle a su plenitud“.
- Mucho se ha hablado últimamente –y a ello contribuyen
bastantes predicadores- de que no existe ni el infierno ni el purgatorio, lo
cual ha devaluado el esfuerzo que exige tener fe… ¿Qué pasa con el castigo y el
premio que ha sido siempre fundamental en la enseñanza de la doctrina
cristiana? ¿Es tan “barato” el cielo como algunos sugieren dada la inmensa
misericordia divina?
* El Catecismo enseña explícitamente la existencia del Cielo
como vida plena de felicidad en Dios, y el infierno como estado de condenación
por resistirse obstinadamente a las gracias de Dios. Mientras en el Cielo todo
es amor y felicidad, en el infierno todo es odio e infelicidad: es el fracaso
definitivo de la persona y lo ve con una claridad pasmosa.
Incluso
quienes no han conocido a Jesucristo, como Platón, suponen la existencia de una
felicidad trascendente y de una condenación; por eso el gran filósofo griego
afirma que al final de esta vida no se sentarán en la misma mesa del banquete
las víctimas y sus verdugos, como cita Benedicto XVI en su encíclica sobre la
esperanza cristiana.
No hay que
olvidar que la misericordia de Dios se identifica con su justicia. Al mundano
le interesa esconderse en la misericordia de Dios viniendo a negar su justicia.
En cambio, la lucha espiritual por crecer en las virtudes, sobre todo la caridad
con Dios y con prójimo, pasa por querer la Voluntad de Dios por encima de las
propias conveniencias. El Cielo no es barato ni caro, es el premio a la
fidelidad, al amor y la fe que permiten al Espíritu Santo configurarnos con
Cristo.
-¿Es compatible la misericordia de Dios con el “aburguesamiento”
de la fe?
* Aunque me parece
haber respondido antes puedo añadir que este Año de la Fe es buena ocasión para
redescubrir la fe como la respuesta vital de cada cristiano por corresponder
con generosidad a los dones de Dios. Al riesgo que Dios ha corrido al hacernos
libres, no marionetas, responde el riesgo de la fe formada que se fía de Dios,
de Jesucristo y de quienes son sus ministros en la Iglesia.
Un
expediente muy cómodo, y cobarde, es el del agnosticismo que suspende la
respuesta a la cuestión sobre Dios y se cruza de brazos en la indefinición. O también
de quienes se amparan en las miserias de los eclesiásticos y de otros cristianos
para descalificar a la Iglesia como instrumento de salvación.
Corren el
riesgo de pasarse la vida teorizando pero sin comprometerse en la acción caritativa,
en contraste con la Iglesia desde su origen. Ahora en la crisis que padecemos
por causa de la inmoralidad insolidaria de unos pocos, se descubre más la acción
de “Caritas“ y otras labores
asistenciales de la Iglesia, es decir, de los creyentes que arriman el hombro
para remediar el hambre del mundo.
-En realidad, ¿qué se nos exige a los católicos para
alcanzar una felicidad eterna? ¿Es fácil ser santo?
Ser santo no es fácil ni difícil, pues el que más se parece
a Cristo ese es más santo, más de Dios, solía decir san Josemaría. Es una
cuestión de fidelidad, de compromiso fuerte, apoyado en la gracia del Espíritu
Santo más que en las fuerzas humanas. Las acciones caritativas, de enseñanza y
de orientación de la Iglesia desde sus comienzos, relatadas en los Hechos de
los Apóstoles -libro muy oportuno para releer en este Año de la Fe-, todo eso
representa la dimensión social de la fe. Por
eso resulta ridículo el laicismo trasnochado forzando a los creyentes para que
no se pronuncien sobre el derecho a la vida en el Congreso, a la libertad
religiosa vivida en la calles, a manifestarse por la libertad de los padres
para elegir la educación de sus hijos, etc. Precisamente porque creemos en la
vida eterna, por eso mismo nos arremangamos y aplicamos a trabajar como el que
más en todos los ámbitos de la sociedad para humanizarlos y defender la
dignidad de los hombres.
-En definitiva, ¿en qué consiste la esperanza cristiana?
Vuelvo a recordar que este Año de la Fe es una ocasión de
oro para mostrar al mundo y a los mismos creyentes, la alegría de la fe, como
dice Benedicto XVI. Esto hemos visto siempre en la JMJ en Madrid y antes en Roma,
Colonia, o Australia, y lo veremos en
Río de Janeiro. Ninguna institución tiene la misma capacidad de convocatoria
con los jóvenes, con las familias y con los educadores, aunque a veces nos
fijemos más en los datos negativos.
Hay que
recordar además que la Iglesia no vive de la sociología -no lo hizo Jesús ni los Apóstoles- sino de la teología, que es el conocimiento del Dios vivo y de su compromiso
de salvación con los hombres. Los creyentes no vivimos solo de las pequeñas
esperanzas humanas sino de la gran esperanza en Cristo Resucitado, somos más
ambiciosos que los mundanos. Solo con conformamos con Dios.
http://www.analisisdigital.org/2012/11/29/p-jesus-ortiz-el-ano-de-la-fe-es-una-ocasion-de-oro-para-mostrar-al-mundo-y-a-los-mismos-creyentes-la-alegria-de-la-fe/
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