martes, 11 de junio de 2013

EL INFIERNO REAL

La literatura de consumo ofrece novedades sobre el misterio del más allá, unas veces sobre los paraísos futuros en mundos intergalácticos, otras sobre vivencias después de la muerte física, y tantas sobre el infierno con la presencia ominosa del demonio en el mundo invocado con rituales para iniciados. Es el infierno de papel muy distinto del Infierno real.

Cómo se cocina hoy el Infierno
Con frecuencia los escritores construyen una trama que incluye seres misteriosos, hombres malos capaces de cualquier crimen para alcanzar el poder, religiosos mundanizados que se sirven de la Iglesia para cultivar sus pasiones; todo esto con un argumento vertiginoso, varios escenarios en ciudades famosas; cierta erudición sobre arqueología, arte, historia, o teología; y naturalmente amores y amoríos con más o menos dosis de sexo. Lo importante es aparecer en la primera plana de los semanarios, contratar entrevistas en televisión, mucho movimiento en internet, con el objetivo comercial de vender en poco tiempo millones de ejemplares. Bueno, pero en concreto ¿qué es el infierno? 

La verdad del infierno
La antropología cristiana ha destacado siempre el carácter personal del hombre y su condición de interlocutor libre de Dios, sin trivializar nuestra libertad ni la triste realidad del mal, que está presente en el mundo y se opone a los planes de Dios y a la dignidad del ser humano. En este contexto se entiende la existencia del Infierno creado para el demonio y sus ángeles rebeldes, pero también como posibilidad real para el hombre que abusa de su libertad para rechazar a Dios. En cambio, escandalizarse del Infierno o negar su eternidad equivale a no creer en la libertad humana ni en la consistencia de la historia como misteriosa articulación de gracia y libertad.

Las exhortaciones de Jesucristo y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del Infierno son una llamada a la responsabilidad y a la conversión: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran» (Mateo 7,13-14).

Observamos entonces que la fe católica no es nada determinista puesto que: «Dios no destina a nadie a ir al infierno ; para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que “quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión”» (Catecismo, n.1037).

El alejamiento total del Amor de Dios es la peor desgracia que puede sobrevenir a una criatura destinada a participar en la gozosa intimidad de la vida divina. En el Infierno, primero los demonios y después los condenados, comprenden perfectamente que Dios es su verdadero Bien, conocen entonces el fracaso absoluto de su vida, después de haber recibido infinidad de gracias y de oportunidades para rectificar y amar, pero ya no hay remedio: han “cristalizado” para siempre en su voluntario apartamiento de Dios.

Papeletas para el infierno
¿Quiénes se condenarán al infierno? Son candidatos quienes se burlan de Dios y pisotean bárbaramente la vida de los demás: los asesinos de los cárteles; los terroristas de todo pelaje, nacionales e internacionales; los que promueven guerras y genocidios; los corruptos que sumen en la pobreza a naciones enteras; los inventores de redes de prostitución; los que infectan el mundo con la pornografía y pervierten poco a poco a los jóvenes; los enriquecidos con el negocio de los abortos, etc[1]. Los crímenes de semejante calaña son un mazazo para la humanidad: son una puerta al infierno.

El pensador J.P. Sartre escribió que el infierno son los otros y no le faltaba razón, pues cuando los hombres se empeñan consiguen hacer en la tierra una réplica eficaz del infierno. Sin embargo se equivocaba el existencialista ateo ignorando que el verdadero infierno eterno es ganado a pulso por algunos hombres, es un decir, fabricando el imperio del odio.
En resumidas cuentas uno pasa de esa literatura de estación ferroviaria porque al tratar con tanta frivolidad la vida eterna, el Juicio de Dios, el Cielo o el Infierno, los ángeles o los demonios, ofende a la inteligencia, maltrata la fe, y corrompe la sed de eternidad que todos los hombres llevamos dentro del alma.

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico


[1] Ver J.Ortiz, Mapa de la Vida Eterna, Eunsa, 2012.

http://www.analisisdigital.org/2013/06/10/el-infierno-real/

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