1.
Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría,
los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol “cuyos rayos dan
la vida” (…) Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues,
cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo (nn. 1.4).
2.
La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo
opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo,
mediante un encuentro personal. Creer es confiarse a un amor misericordioso,
que siempre acoge y perdona (13).
3.
La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y
en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano,
que ha entrado en nuestra historia (…). La confesión cristiana de Jesús como
único salvador sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su
vida “luminosa”, en la que se desvela el origen y la consumación de la historia
(18.35).
4.
Desde una concepción individualista y limitada del
conocimiento, no se puede entender el sentido de la mediación, esa capacidad de
participar en la visión del otro, ese saber compartido, que es el saber propio
del amor (14. 22. 39).
5.
La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a
nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, (…) o bien se reduce a un sentimiento
hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios de nuestro
estado de ánimo o de la situación de los tiempos, e incapaz de dar continuidad
al camino de la vida (24).
6.
La fe transforma toda la persona, precisamente
porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite
comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su
capacidad de iluminar nuestros pasos (26).
7.
Para transmitir esta riqueza hay un medio
particular, que pone en juego a toda la persona, cuerpo, espíritu, interioridad
y relaciones. Este medio son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la
Iglesia (…). Mediante el bautismo nos convertimos en criaturas nuevas y en
hijos adoptivos de Dios (40).
8.
He tocado así los cuatro elementos que contienen el
tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de la fe, la
celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La
catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia católica. (46).
9.
El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de
los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión
estable de un hombre y una mujer (…). En la familia, la fe está presente en
todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a
fiarse del amor de sus padres (52.53).
10. La fe
afirma también la posibilidad del perdón, que muchas veces necesita tiempo,
esfuerzo, paciencia y compromiso; perdón posible cuando se descubre que el bien
es siempre más originario y más fuerte que el mal (55).
11. Al
hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le
responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une
a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz (…). No
nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y
propuestas inmediatas que obstruyen el camino (57).
12. En la
Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y, cuando nuestra vida espiritual
da fruto nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza
de la fe (58).
http://www.analisisdigital.org/2013/07/26/pilares-de-la-lumen-fidei/