viernes, 26 de julio de 2013

El sentido de la fe en doce puntos



1.      Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol cuyos rayos dan la vida” (…) Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues, cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo (nn. 1.4).
2.      La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. Creer es confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona (13).
3.      La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia (…). La confesión cristiana de Jesús como único salvador sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su vida “luminosa”, en la que se desvela el origen y la consumación de la historia (18.35).
4.      Desde una concepción individualista y limitada del conocimiento, no se puede entender el sentido de la mediación, esa capacidad de participar en la visión del otro, ese saber compartido, que es el saber propio del amor (14. 22. 39).
5.      La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, (…) o bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios de nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos, e incapaz de dar continuidad al camino de la vida (24).
6.      La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos (26).
7.      Para transmitir esta riqueza hay un medio particular, que pone en juego a toda la persona, cuerpo, espíritu, interioridad y relaciones. Este medio son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia (…). Mediante el bautismo nos convertimos en criaturas nuevas y en hijos adoptivos de Dios (40).
8.      He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de la fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia católica. (46).
9.      El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer (…). En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres (52.53).
10.  La fe afirma también la posibilidad del perdón, que muchas veces necesita tiempo, esfuerzo, paciencia y compromiso; perdón posible cuando se descubre que el bien es siempre más originario y más fuerte que el mal (55).
11.  Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz (…). No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino (57).

12.  En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y, cuando nuestra vida espiritual da fruto nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe (58).


http://www.analisisdigital.org/2013/07/26/pilares-de-la-lumen-fidei/

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