El Sínodo ha
tratado de resolver diversos problemas, como son, el fenómeno de convivir antes
del matrimonio; las ayudas a la maternidad y a las madres solteras; el apoyo a
los divorciados y separados que permanecen fieles al vínculo matrimonial; el
pesar de los divorciados que se vuelven a casar y quieren participar de los
sacramentos; los problemas que plantean determinadas culturas sobre la
poligamia, los matrimonios forzados, o el maltrato contra las mujeres.
No debería
ocurrir que con tantas problemáticas, dolorosas ciertamente, caigamos en
aquella falta de perspectiva que denunciaba Confucio diciendo que cuando el
sabio señala a las estrellas, el necio se detiene mirando el dedo.
Mal servicio
haría el Sínodo a la Iglesia, a los creyentes, y a la sociedad, si no hablara
de los matrimonios que funcionan, poniendo los medios para crecer, resolviendo
las dificultades ordinarias y extraordinarias, cuidando a los pequeños y a los
mayores, acogiendo a otras familias heridas, y dando ejemplo de fortaleza en la
fe. La santidad en el matrimonio es rara pero no debería ser así; de hecho se
trabaja en muchos procesos de beatificación de matrimonios, marido y/o mujer,
porque consta que han vivido heroicamente
las virtudes de fe, esperanza, y caridad; con prudencia, justicia,
fortaleza y templanza, por encima de la media y de las costumbres. Y muchos matrimonios actuales
se esfuerzan por vivir el Evangelio, por ser Iglesia doméstica, fuente de
vocaciones en servicio de los demás, y por ser testigos de Jesucristo, mostrando
que la responsabilidad triunfa sobre el victimismo, la generosidad sobre el
egoísmo, y el amor sobre el odio.
Ya sé que el mundo
universitario, alumnos y profesores más jóvenes, ven lejano el momento de
casarse aunque se sientan enamorados. Pero sería malo que se lanzaran a
convivir sin más viendo como imposible casarse algo más tarde “como Dios manda”; y no sería bueno que vieran el
matrimonio cristiano como un ideal prácticamente irrealizable en el siglo XXI.
¿Dónde queda aquella llamada de san Juan Pablo II diciendo que se puede ser
moderno y fiel a Jesucristo? ¿Y dónde quedaría el matrimonio cristiano si los
obispos, sacerdotes y fieles actuales olvidan el esperanzador magisterio del
Vaticano II y el amplísimo de san Juan Pablo II?
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