De nuevo un caso
extremo se utiliza para remover los cimientos de la milenaria cultura de la
vida. La muchacha holandesa Noa y sus padres merecen todo el respeto, aunque
nadie aclara si ha sido suicidio, ayuda al suicidio, o quizá eutanasia. Son
misterios opacos porque se quiere legislar desde los sentimientos inducidos y
sin un verdadero debate. No ha sido una buena muerte ni modelo para la
sociedad. En Holanda la ley índice a la eutanasia, pero es necesario recordar
que no todo lo legal es moral.
Levantar la mirada
El germen holandés se
extiende por Europa implantando la cultura de muerte. Razón de más para
recordar lo obvio: la vida humana es sagrada y no se debe jugar con la dignidad
de la persona que siempre es hija de Dios, Señor de la vida y de la muerte con
misericordia paternal, que siempre ofrece gracias abundantes para sobrellevar
todos los dolores, por insoportables que puedan parecer. Ante esos sufrimientos
muchos miran al cielo aun sin comprender, y los creyentes, con más razón,
miramos a la Cruz donde se vislumbra una misteriosa sinfonía de unión con
Jesucristo el Redentor de todos los hombres.
C.S.Lewis trataba de
explicarlo en una conferencia a partir de su propio dolor al perder a Hellen
(Joy) después de una intensa lucha contra el cáncer: «Vivimos en tierras
de penumbra, el sol siempre brilla más allá de una curva, más allá de una
colina. Sí, Dios nos habla cada día en los sucesos ordinarios, además nos
susurra en nuestras alegrías, pero también nos grita en nuestro dolor. Es como
el altavoz para unos oídos sordos como diciéndonos “calla, que no entiendes
nada y tienes que madurar”. Por eso –añadía- rezo no para que Dios cambie sino para
que cambie yo. Y concluía su confidencia: “Señor, he tenido la fortuna de vivir
dos vidas, la de Hellen y la mía;
perdóname si la he querido demasiado y ten misericordia de los dos”».
Morir en paz
Hay que recuperar el
sentido de la realidad y de las palabras. Natural es nacer a tiempo, aunque sea
con síndrome Down, natural es morir a tiempo con asistencia médica, familiar y
espiritual. La buena muerte está en las antípodas de la supuesta «eutanasia»,
cuando una persona no ha encontrado el sentido de su dolor ni le han ayudado
quizá a experimentar el consuelo de Dios. Y sobre todo la sociedad se engaña
cuando acepta cómodamente la cultura de muerte, propiciada por quienes juegan a
ser Dios.
Jesús Ortiz López
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