Hace más de un año que el cardenal australiano Pell ha sido exculpado por el Tribunal Supremo de su tierra. Acababan ocho años de acusaciones, juicios, y humillaciones, y de cárcel durante más de 400 días. Fue acusado y condenado injustamente de un delito inexistente de abusos. Parece que algunos le tenían ganas. Sin embargo, en contraste con la gran difusión del escándalo durante esos años, ahora es escasa la información y difusión acerca de su inocencia.
Publica ahora «Diario en prisión» que resume en veinte
semanas los trece meses de cárcel y por ello de crecimiento interior y de
caridad[1].
¿Quién restituye ahora la fama arruinada y el tiempo robado y el deterioro
personal mientras estuvo en prisión? Porque en estos casos la exposición
mediática se prolonga durante años mientras que la exculpación se despacha con
rapidez y solo en algunos medios.
Su homónimo George Weigel comienza la introducción: «Este
diario de prisión jamás debería haberse escrito. Que lo haya sido da testimonio
del poder de la gracia de Dios para inspirar intuiciones, magnanimidad y bondad
en medio de la desgracia, el mal y la injusticia».
Parece que el tribunal popular y los magistrados no van
mucho a Misa porque, pasadas décadas, la acusación de un joven no se sostiene.
Antes, durante y después de una Eucaristía en la catedral no hay posibilidad física
de un abuso por parte del celebrante, hay mucha gente en la sacristía y
alrededores, aparte de desconocimiento de la personalidad del cardenal Pell. Eso
sin entrar en la falta de pruebas, del testimonio inverosímil de ese antiguo
monaguillo, y sus limitaciones psicológicas. De este hombre constata el
cardenal que cambió 24 veces su declaración ¿Quién estaba detrás?
En la novela, Los hermanos Karamazov de Dostievski, Mitia el
principal protagonista afirma que en la tierra no hay justicia, especialmente
para los débiles, algo que ha podido experimentar el George Pell. Su caso es un
patinazo clamoroso que desvela las prisas por minar el prestigio de la Iglesia
católica, arruinando la reputación del cardenal, que equivale a una muerte
social.
Además hay fuerzas oscuras en el Vaticano –según escribe el
cardenal exculpado- que deseaban apartarlo de su labor de lograr mayor transparencia
en las finanzas de la Santa Sede, incluidas ciertas inversiones. Vale la pena
leer ese Diario con la tremenda experiencia en la cárcel, incluida la
imposibilidad de celebrar la Misa durante tanto tiempo, tarea principal de un
sacerdote. En ese encarcelamiento e intento de arruinar a un buen sacerdote y
de alimentar el morbo contra la Iglesia se cumplen una vez más las palabras de
Jesucristo «bienaventurados los que padecen persecución por causa de la
justicia, cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de
mal contra vosotros, mintiendo, porque vuestro galardón es grande en los cielos
». Jesús Ortiz López
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