Se pueden poner con mayúsculas (ley, eutanasia) pero no lo merecen porque es una ley injusta y la eutanasia no merece ser destacada como uno triunfo de los derechos humanos. Entra en vigor contra todo derecho y contra la convicción de la inmensa mayoría de la sociedad y de los médicos. Nada que celebrar.
No hace mucho tiempo el presidente norteamericano Biden dijo
que Putin le parecía un asesino, aunque hace poco han tenido un
encuentro diplomático de muy distinto tono. Desde luego a Vladimir no le habrá
gustado nada ese calificativo y él sabrá en conciencia, a la vista de su pasado
en KGB y otros estamentos oscuros del poder, si Joe tiene razón.
Cabe otro epíteto menos sonoro pero más negativo cuando se
califica a una persona como desalmada. Me parece que desde un punto de vista profundo
es lo peor que se puede decir de una persona porque en sentido estricto indica
que no tiene alma humana o que se ha convertido en un animal. Es verdad que hay
muchos animales sueltos y asesinos feroces o también de guante blanco.
En cualquier caso tiene interés reflexionar sobre el alma
que no es un invento de la Iglesia católica ni una suposición de algunos
filósofos clásicos, porque es una realidad que todo el mundo admite
intuitivamente pues cada uno se percibe como un yo con libertad -aunque esté
limitada por ser sociable- y que en definitiva hace de su vida lo que le da la
gana.
Incluso los que aplauden a rabiar la eutanasia en su
aprobación también tienen alma y lo comprobarán cuando elijan el suicidio asistido
o les impulsen a ella. En el fondo está la cuestión filosófica de la consistencia
del ser personal y de la vida.
La justicia penal puede sentenciar a una persona por
asesinato, o la opinión pública o personal puede considerada como tal, subrayando
que alguien carece de principios morales. Muchas veces se debe a la pasión pero
otras veces se hace con más frialdad o aprobando leyes contra la vida, como la
del aborto o de la eutanasia y suicidio asistido. Por ejemplo, en un Parlamento
cada uno tiene su responsabilidad y tendrá que dar cuenta un día ante Dios por
su colaboración remota o próxima a la muerte de los inocentes. Porque aunque lo
parezcan no son desalmados.
En la exitosa exposición sobre Tutankamón a mayor
gloria del personaje veíamos todo un ritual fastuoso a mayor honra del faraón y
otros personajes. En realidad los egipcios admitían que la muerte es la puerta
de un largo viaje hacia otra vida más duradera, y por eso no les interesaba la
eutanasia para ellos. Esas personas que aplaudieron con las orejas en el
Congreso son más anteriores mentalmente -no permiten el progreso y están
atrasados- respecto a la civilización, el valor supremo de la vida, y los
principios morales.
El pesimista Orwell que acertó en muchísimas cosas y
escribió que hemos caído tan bajo que es preciso recordar los valores más
elementales. Cuestión principal es que la eutanasia y el suicidio asistido es
un homicidio voluntario por parte del sujeto, de los familiares o de aquellos
médicos, que contradicen así el juramento hipocrático, con la promesa de
procurar siempre la curación.
Una broma macabra de la ley de la eutanasia, impuesta a
velocidad supersónica saltándose todos los controles democráticos, es que habla
de aplicarla cuando hay sufrimiento particularmente imposibilitante:
término ambiguo y paraguas para despachar a la muerte mediante un parámetro
arbitrario. Podría ser quien ha estado un mes en la UCI por Covid, o está
invadido por un cáncer, o ha fracasado en una oposición. Considerar este sufrimiento
como insoportable es alto tan genérico que vale para unas migrañas o una piedra
en el riñón.
El filósofo Julián Marías escribió que el retroceso
de la perspectiva cristiana ha fabricado una sociedad sin argumento para
defender los principios éticos ante el avance del mal, y así vemos a los
dirigentes que andan como pollos descabezados mientras impera la mentira.
Muchos no saben responder a la pregunta básica sobre de dónde vienen y a dónde
van, qué pasa después de la muerte, qué sentido tiene tanto teclear, o para qué
sirven en definitiva unos políticos tardo adolescentes que se creen diosecillos.
Volviendo a Tutankamón y los egipcios hay que reconocer que el conjunto de
cachivaches de oro y piedras preciosas que acompañaban al Faraón y los
poderosos era para congratularse con los dioses cuando se encontraran con ellos
después de largo viaje a fin de no caer en el averno.
Como muchos que han aplaudido la ley de la eutanasia
no creen en los dioses y menos en Dios no necesitarán hacerse pirámides ni
enterramientos ocultos bajo un desierto, es algo que se ahorran pero no podrán
engañar al Dios real: quiere que todos se salven pero con las manos y la
conciencia limpias, y su Providencia hará que encuentren un sacerdote que tenga
misericordia de quienes no han tenido misericordia.
Jesús Ortiz López
https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/entra-vigor-ley-eutanasia/20210624234002041859.html
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