Este año 2025 se celebran 1700 años del concilio de Nicea en el que el magisterio de la Iglesia dio un paso importante al precisar la doctrina sobre Jesucristo. El mundo cristiano del siglo IV estaba alterado por diversas interpretaciones equívocas sobre quién es Jesucristo, ¿el mayor entre los profetas, el mesías, el enviado de Dios?
Dios y hombre verdadero
Desde el principio de la evangelización
se vive la fe en Jesucristo como verdadero Dios y hombre verdadero: así se
celebra en la liturgia, así se le reza, así se va precisando la catequesis
bautismal, y celebrando los sacramentos como prolongación de la Humanidad
Santísima de Jesucristo, y así viven los fieles en unión con los sucesores de
los apóstoles. Así se expresa en el
nombre habitual, Jesús, el hombre, y Cristo, el Ungido como Salvador.
Al principio algunos no tenían
inconveniente en predicar a Jesucristo como una presencia terrenal de Dios,
acostumbrados a los mitos culturales romanos y griegos: sus dioses venían y
volvían de empíreo como Júpiter el dios superior, Mercurio el mensajero, Marte
dios de la guerra, Venus diosa de la hermosura, Diana diosa de la caza y de la
fecundidad, etcétera. En realidad no creían que Jesucristo fuera verdadero
hombre pues sería algo deleznable para Dios.
Problemas del arrianismo
Poco después surge el problema surge con
el obispo Arrio que intenta penetrar en el misterio de Jesucristo y la parece
exagerado afirmar que es Dios igual la Padre. Le parece no adecuado que Dios se
abaje a ser hombre verdadero, y rechaza modos de orar o expresiones litúrgicas
que divinicen a Jesús. Sí le consideraba como hombre perfecto pero no verdadero
Dios, admitiendo que ha sido el gran Salvador en obediencia a Dios pero
inferior a Él, el mayor y o el mejor de las criaturas pero no verdadero Dios,
cien por cien. Todavía influye en el arrianismo la ancestral idea judía del
Dios absolutamente Uno.
No se trataba sólo de predicaciones o
disquisiciones teológicas porque estaba en juego la realidad de Jesucristo en
su Persona divina que asume la naturaleza humana sin abandonar su naturaleza o
realidad divina. Es verdad que no estaban bien precisados los términos
teológicos pero se trataba de algo mucho más que de palabras, estaba en juego
la fe en Jesucristo, el misterio de la Encarnación del Verbo, la unidad de esas
dos naturalezas y la Persona misma de Jesucristo, y nada menos que la Redención.
Nicea ayer y hoy
El concilio de Nicea corrigió los errores
de Arrio y sus muchos seguidores extendidos por Asia menor, Grecia, Italia, las
Galias y hasta la región de Hispania. Porque si Jesucristo no es Dios y hombre
verdadero no ha tenido lugar la Redención real o rescate de todos del pecado,
de dominio de Satanás, y de la muerte eterna. La fe creída y vivida hasta
entonces por los cristianos es que el Hijo unigénito del Padre, se ha
encarnado, y ha salvado a todos los hombres, por ser verdadero hombre y
verdadero Dios.
Hoy también siguen presentes errores e
interpretaciones insuficientes alejadas de las enseñanzas de Nicea, de
Constantinopla, del Credo del Pueblo de Dios, del Vaticano II y de la vida
cristiana.
Porque algunos siguen precisando el
misterio del Verbo encarnado, buscando nuevos conceptos más asequibles a los
hombres de hoy, menos sorprendentes para la cultura actual, entrando en la
psicología de Jesús, distinguiendo el Jesús histórico del Jesucristo de la fe,
o subrayando el valor ejemplar de la vida de Jesús como Maestro de una doctrina
moral más válida.
Por ejemplo, algunos encuentran en Jesús
una espiritualidad elevada coincidente con las religiones orientales, un
maestro de yoga, o un unificador de las religiones superando las diferencias
ancestrales. Como si Jesucristo hubiera vivido un tiempo en la India o recibido
formación de algún maestro yogui. Suposiciones completamente gratuitas pues no
hay ningún dato para afirmar semejante cosa.
La Iglesia cree en Jesucristo
Vemos la importancia de escuchar al Magisterio
de la Iglesia, a las enseñanzas de los Pontífices, al sentir de la Iglesia y a
la liturgia católica como ley orante y creyente. Por ejemplo, la Eucaristía no
es solo el recuerdo de la última Cena de Jesús sino esencialmente la renovación
incruenta del Sacrificio de la Cruz, adelantado ya en el cenáculo como entrega
sacrificial bajo las especies del pan y del vino consagrados por el Señor.
San Ireneo fue un gran filósofo cristiano
del siglo II que supo aplicar algunas categorías al misterio del Dios
encarnado, atento a los Evangelios y las epístolas, al magisterio de Pedro y
los apóstoles y a la fe del pueblo de Dios. En cambio, el irenismo ajeno
al santo cristiano significa el intento de conciliar diversas posturas en un
equilibrio intelectual para alcanzar una paz o equilibrio aun a costa de perder
la identidad propia de la fe.
Punto clave es entender la intervención
real de Dios en la historia humana desarrollada la Historia de la Salvación
desde el Génesis hasta el Apocalipsis. No es una suposición y ni siquiera una
explicación o una doctrina interesante, sino la expresión de fe en el actuar de
Dios movido por su amor a los hombres. La prueba suprema de su misericordia es
meterse en la historia, fundar la Iglesia como camino universal de salvación, y
quedarse definitivamente en la Sagrada Eucaristía. Las adaptaciones a la cultura
del momento acaban por borrar la verdad del Señor de la historia.
Jesús Ortiz López
https://www.exaudi.org/es/jesucristo-ayer-y-hoy/
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