Desde la loggia de
la Basílica del Vaticano Juan Pablo II exhortó
a no tener miedo a Dios; Benedicto XVI manifestó algo semejante presentándose
como un humilde servidor de la Viña del Señor; y ahora Francisco I invita a que
recemos unos por otros para que haya fraternidad en todo el mundo. Se ha visto
un Papa venido del fin del mundo para todo el mundo, según ha dicho.
El bullicio en la Plaza de San Pedro ocupada por más de 150 mil
personas se ha convertido en silencio por unos minutos obedeciendo con gusto a
la invitación del Francisco I cuando ha solicitado la oración de Roma por su
Obispo y de los católicos por el primer Papa del Nuevo continente. Pero antes
hemos visto el gesto de cortesía propio de un hombre de Dios, el iniciar el
rezo del Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria por Benedicto XVI por su entrega
a la Iglesia. Lágrimas de emoción habrá vertido mientras rezaba en Castel
Gandolfo por el Romano Pontífice.
De nuevo el mundo ha
vivido una gran sorpresa porque no salen las quinielas de papables, y además
los católicos advertimos que no conocemos a la Iglesia. Una y otra vez nos viene
sorprendiendo: con la elección y muerte de Juan Pablo I; la elección del joven
Juan Pablo II que no era africano; después la del anciano Benedicto XVI; y
ahora la de Francisco I ni joven ni tan mayor. Uno vino del frío, otro de
Centroeuropa, y el actual del Continente de la esperanza. No ganamos para
buenos sustos pues el Espíritu Santo
mueve unos hilos invisibles a los ojos humanos. Debe ser porque está en
la conciencia de estos 115 cardenales electores alimentándola con su gracia,
que es amable pero tremendamente exigente. Y ante el panorama del Juicio final
de la Sixtina poco cuentan las consideraciones humanas: allí sólo vale la fidelidad
a Jesucristo.
Finalmente habemus
Papam después de unas semanas de evangelización en que los medios de
comunicación, han mostrado sincero interés, servicio a la opinión pública y
respeto a la Iglesia, hasta el punto de que han hablado del Espíritu Santo como
un conocido de toda la vida. A pesar de que en el Viejo continente muchos no
habrán sabido seguir a Francisco I por desconocer las oraciones más elementales
del cristiano. Un pontificado pues para rezar y vivir la fe en la calle.
Jesús Ortiz López
http://www.analisisdigital.org/2013/03/20/el-papa-de-la-sorpresa/
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