jueves, 16 de marzo de 2023

Terremotos y otras cosas

Nuestra tierra ha sido considerada muchas veces como el balcón del universo principalmente por la facilidad para observar gran parte del cosmos. Nuestra atmósfera tiene la transparencia necesaria, y además las grandes conquistas de la técnica pueden registrar datos millonarios en años y en distancias.

El mal en el mundo

Muchos están de acuerdo en que el azar no puede explicar la existencia del universo y las condiciones excepciones que tiene nuestro planeta; y menos aún la aparición de la vida, por muchos cálculos de probabilidades que se hagan. Más bien las cosas apuntan a un origen superior que llamamos Dios, y que las religiones lo consideran como ser poderoso; el particular el judaísmo y el cristianismo saben que Dios es el Ser personal que ha creado con una voluntad libérrima y una sabiduría infinita, y se ha querido revelar a los hombres. La última explicación señala que Dios es Amor hacia el hombre, la única criatura que es querida por sí misma y no en función de nada; por eso su fin último está en Dios y su misión es proyectarse en el amor.

Con este marco de referencia se puede abordar la eterna cuestión de la presencia del mal en el mundo. De una parte porque la libertad del ser humano es real y puede desafiar a su destino; de hecho así lo muestra el relato del Génesis con palabras sencillas acomodadas a todos cuando habla de la creación como acto personal de Dios, y de lo creado como obra de amor, así como la prueba y rebelión de los progenitores, Adán y Eva, padre y madre de todos los vivientes.

J.R.R. Tolkien presentaba la creación como una impresionante sinfonía con una partitura abierta, y unos intérpretes capaces de desarrollarla o de destruirla con un terrible grito que rompe la armonía del universo, el primer pecado de los ángeles y de los hombres. No tratamos ahora de los males causados por la maldad humana reflejados en las guerras que acumulan todos los pecados humanos y destruyen la dignidad de las personas como hace un año que ocurre en la guerra de Ucrania invadida por tropas rusas. En este caso sí hay que pedir explicaciones a los hombres que las provocan y sostienen: en ellas están incluidas también las estructuras de pecado tan imperdonables y difíciles de desarraigar.

Hablamos aquí solamente de las catástrofes naturales no provocadas en principio por los hombres, aunque vaya usted a saber, si pensamos en el calentamiento global, la desertización, los residuos tóxicos, o el juego con armas químicas. En cualquier caso este mundo no es perfecto porque no es definitivo.

Catástrofes

Ante las catástrofes naturales como el tremendo terremoto en Turquía y Siria de estos días, con miles de muertos que lloramos, los hombres comprobamos anonadados nuestra poca consistencia pues estamos desarmados ante las fuerzas de la naturaleza. Esto ha ocurrido ya muchas veces por causas naturales pues este mundo no está acabado y no tiene capacidad de ser definitivo en su estado actual. La materia tiene origen y se transforma pero no puede eternizarse por sí misma.

Muchos se escandalizan de que el buen Dios no impida estas catástrofes y los gritos con lágrimas claman al cielo. Pero no somos los primeros desconcertados de la historia pues otros han sufrido desgracias como Job  -libro didáctico- que padece sucesivos vendavales de desgracias sin entender nada. Al final sabrá que no se trata tanto de entender, pues su inteligencia es limitada, sino de aceptar libremente ser criatura con un destino eterno que corresponde a un alma inmortal, a diferencia de la contingencia del mundo. El libro de la Sabiduría y los Salmos de la Biblia contienen los elementos para llegar más lejos con la inteligencia y la voluntad.

El Hombre de la cruz

Queda aún lo más importante: ante la muerte de los inocentes como ocurre con este devastador terremoto no hay palabras pero sí gestos. Jesucristo el Hombre crucificado por amor atrae las miradas incrédulas y el dolor inmenso para decirnos que «Yo voy por delante, y mi Padre no es jamás un Dios castigador» sino un Padre rico en misericordia que eleva a los hombres a una vida muy superior a todo lo soñado. «Ni el ojo vio ni el oído oyó lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman».

El escritor K.S.Lewis sufrió tanto con la muerte de su querida Hellen (Joy) a causa del cáncer, logra que mejore y son felices por un tiempo; el dolor de entonces es parte de la felicidad de ahora, en el viaje interior pues ella le había sacado de su egoísmo de solterón, abriendo una puerta inmensa al amor que goza y sufre con el amado. Por lo visto de eso trata el amor que supera con su abrazo la lógica humana. Por eso consideraba que en el muerte del ser querido Dios nos dice: «Vivimos en tierras de penumbra, es sol siempre brilla en otra, más allá de una curva, más allá de una colina. El dolor es megáfono para decirnos que nos ama. Dios habla cada día, nos susurra en alegrías, nos grita en el dolor. Es como el megáfono para oídos sordos, calla no entiendes nada, tienes que madurar. Rezo no para que Dios cambie sino que cambie yo. (…) He vivido dos vidas. Señor, perdóname si la he querido demasiado y ten misericordia de los dos».

El conocido tenor Andrea Bocelli, un hombre ciego que perdió la vista en su niñez, ha sabido transmitir con su canto la alegría del amor en su vida: «Cada vida es una maravillosa historia de amor que merece ser vivida. Cada vida es una obra de arte, y si no lo parece quizás hace falta iluminar la estancia que la contiene. El secreto es no perder nunca la fe y tener confianza en lo que tiene pensado Dios para nosotros. Todas las vidas si saben escucharlas nos hablan de amor, porque el amor es la clave de todo. Es el motor del mundo. Es la energía secreta de la que surge cada nota que canto. Y sobre todo recordad que la casualidad no existe. Es una ilusión de los hombres soberbios y sin ley que han sacrificado la verdad de nuestro mundo por la razón, las verdades que lo rigen todo».

Y el poeta Luis Rosales escribe: «La vida es un milagro gratuito. Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir/como un poco de arena que soñara en ser playa/ como un poco de mar porque el dolor es la ley de la gravedad del alma/ llega a nosotros iluminándonos, deletreándonos los huesos. / Cada dolor nos hace conocer de nuevo el mundo, cada nuevo dolor es un deslumbramiento de la verdad/ Vigila tu alegría y lo demás se te dará por añadidura. Vigila tu alegría, pero no vayas en su busca. No es necesario. /Cuando el impulso vital va aminorándose con los años es preciso aprender a vivir. /La espera forma parte de la alegría, de esa alegría que no turba ni ofende».

En estos momentos todos lloramos a los muertos en este terremoto y siempre tenemos el recurso de la oración, que no pide explicaciones a Dios y mueve los corazones a colaborar con las víctimas transformando un gran mal en un gran bien.

Jesús Ortiz López

 

https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jesus-ortiz-lopez/terremotos-otras-cosas/20230210005457045442.html

 

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